La beata Diana de Andalò
08/03/2023
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

El 8 de Marzo se conmemora el día internacional de la mujer. Es por eso que, durante todo el mes, dedicaremos este espacio a hablar de algunas mujeres que, sin ser muy conocidas por el gran público de nuestra época, lucharon por lograr condiciones de participación en igualdad de condiciones con los hombres, en una búsqueda de desarrollo integral e integrado de la mujer en la sociedad. El ejemplo de estas mujeres nos puede servir de inspiración a quienes estamos comprometidos por alcanzar un mundo más justo, seguro y armonioso para mujeres y hombres por igual. Ya en ocasiones anteriores hemos reflexionado en este espacio sobre grandes mujeres en la historia. En este mes hablaremos de protagonistas menos conocidas, pero no por ello menos importantes. Nuestro primer caso es el de la beata Diana de Andalò.

Diana fue originaria de la ciudad de Boloña, en donde nació hacia el año 1200, es decir, vivió en una de las épocas más esplendorosas de la Edad Media: el siglo XIII. En 1216, esto es, al poco tiempo del nacimiento de Diana, Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) fundó en la Orden de Predicadores, es decir, la orden de los dominicos, que jugaría un papel central en la vida de la joven. Unos cuantos años más tarde, en 1219, llegaron los primeros dominicos a Boloña y se establecieron en tierras que habían sido propiedad del abuelo de Diana. Como muchos jóvenes de la época, Diana sintió atracción por los ideales dominicos de la preparación para la predicación y la evangelización, por lo que quería unirse a la nueva orden. Sin embargo, su familia se opuso firmemente. Se dice que el padre de Diana se opuso de tal manera a que su hija ingresara a un convento, que incluso le fracturó una costilla. Al parecer, los padres de la joven eran de origen noble. Él se llamaba Andrea Lovello y ella llevaba el apellido Carbonesi; más, no sabemos. Las dificultades para que Diana lograse ingresar a un convento dominico se agravaban debido al hecho de que era hija única.

En realidad, la historia de la fundación del convento de dominicas en Boloña y de la vocación religiosa de Diana es digna de una novela, pues resultó bastante complicada y hasta violenta. Al principio, la familia de la joven ofreció una tenaz resistencia para entregar el terreno para el monasterio, hasta que las súplicas de Diana lograron convencer a sus padres. Pero el asunto se puso mucho peor cuando les habló de su proyecto de vida, que no pasaba por el matrimonio ni por la crianza de los hijos, que serían herederos de la fortuna familiar. Su ideal no sólo era crear un convento para dominicas, sino que ella misma iba a ingresar en él. La negativa de los padres fue de tal manera decidida, que el tema podría ser perfecto para una escena cinematográfica. Lejos de amilanarse, Diana, so pretexto de visitar a unas amigas, viajó hasta Rossana, en el Piamonte y convenció a las agustinas del lugar de que le impusieran el velo y la dejaran vivir con ellas mientras las aguas familiares se calmaban. Enterados de la fuga, los Andalò fueron a buscarla y la sacaron del convento prácticamente a rastras. En ese intento fue cuando le rompieron una costilla.

De nuevo en casa, en Boloña, Diana fue encerrada en su habitación, pero logró escapar y regresó a Rossana. Ahora sí, sus padres se dieron por vencidos y aceptaron con resignación los deseos de su hija, aunque también fue necesario que el mismísimo Maestro General de la Orden, Jordán de Sajonia (Iordanus de Saxonia, c. 1185-1237) interviniera y ayudara a que, después de todas esas vicisitudes, la familia cambiara de opinión. Es interesante señalar que Diana logró conocer personalmente al fundador de la orden, a Santo Domingo, cuando este llegó a Boloña en 1219, haciendo ante él la promesa, de manera prácticamente secreta, de llevar una vida consagrada a la religión. De hecho, en esa ciudad moriría, al poco tiempo, el santo español.

El beato Reginaldo emprendió la tarea de fundar en Bolonia un convento dominico dedicado a Santa Inés, lo que logró hacia el 1222 con el apoyo decidido de la joven Diana y de cuatro amigas de esta. Como ninguna de ellas tenía experiencia en la vida religiosa conventual, solicitaron ayuda a otras hermanas, por lo que llegaron a Boloña cuatro monjas desde el monasterio de San Sixto, en Roma. Dos de ellas, Cecilia y Amata, se quedaron a vivir con Diana durante varios años. De la vida de Amata casi no tenemos noticia, pero se sabe que Cecilia sobrevivió a Diana muchos años y murió el 4 de Agosto de 1290.

Dicha fundación fue decisiva para poder introducir a la ciudad los ideales de la Orden de Predicadores, en este caso, de la rama femenina, las dominicas. La tarea principal de las monjas era apoyar a los hermanos predicadores a través de sus oraciones. Para realizar su trabajo con las dominicas, Diana contó siempre con el apoyo decidido de Jordán de Sajonia; se dice que su trabajo al frente de sus hermanas fue siempre ejemplar y casi maternal. Dado que se conservan unas 56 cartas del intercambio epistolar entre ambos personajes, podemos darnos una idea no sólo de la amistad y afinidad que les unía, sino también de la espiritualidad de la orden dominica, de la fraternidad entre frailes y monjas y de la generosidad de Diana y Jordán en el trabajo por la Orden y por los fieles. 

La historia de la beata Diana demuestra que ni el mandato familiar ni la violencia física pueden quebrantar la verdadera vocación, en este caso, la vocación de llevar una vida consagrada por completo a Jesús. Aunque vivió una vida relativamente breve, incluso para la época (alrededor de 36 años), Diana de Andalò fue de gran importancia para el desarrollo de la orden de las dominicas en Bolonia y sus alrededores, impregnando la vida de la región de manera permanente.

Diana murió el 10 de Junio de 1236 en Boloña, por lo que ese día es cuando se celebra su festividad. Se le representa generalmente con el hábito de las dominicas, con una flor de lis blanca en las manos. El 8 de Agosto de 1888 fue beatificada por el papa León XIII. Este mismo pontífice confirmó su culto en Diciembre de 1891.

Diana fue una mujer del siglo XIII. Uno podría pensar que, por las condiciones contextuales tan diferentes entre esa época y la nuestra, tendríamos que analizar su vida sin poder aplicar su ejemplo a las condiciones actuales. Sin embargo, Diana es un modelo a seguir aún hoy en día debido a dos aspectos: por la claridad de sus objetivos y por la decisión en la ejecución. Ella sabía perfectamente bien qué quería ser: una monja contemplativa dominica, y cómo podría conseguirlo, dada la resuelta negativa de su familia. Por tanto, como afirma Juan Jesús Pérez Marcos, Diana de Andalò dice y anima a las mujeres del siglo XXI no solamente a “perseguir” sus sueños, sino a buscar con determinación y valentía el destino para el que están llamadas: a ser mujeres libres.