¿Cómo es el nuevo orden internacional que Estados Unidos se plantea? (Segunda entrega)
20/06/2023
Autor: Dr. Derzu Daniel Ramírez Ortiz
Cargo: Director de la licenciatura en Relaciones Internacionales

Otros de los rasgos importantes del cambio en la Gran Estrategia estadounidense está relacionado con las tesis económico políticas que posiblemente guiarán su política económica, tanto a nivel nacional como internacional. 

De unos años a la fecha, es cada vez más evidente que los tomadores de decisiones despliegan un enfoque revisionista de los postulados neoliberales de la Escuela de Chicago. Abogan por una política industrial fuertemente intervencionista que reemplace el credo de que las libres fuerzas del mercado asignan los recursos de forma eficiente y conveniente. Revitalizar la base industrial estadounidense ha sido la consigna de Biden y con otras palabras fue la de Trump también. 

Tanto en 2021 como en 2022, se aprobaron paquetes multimillonarios para fondear proyectos públicos-privados en sectores estratégicos de la economía productiva estadounidense. A la larga veremos si este nuevo enfoque, logra marginar al ala legislativa republicana, que históricamente aboga por mantener un gasto público  reducido.

A nivel global, es clara la existencia de un consenso bipartidista con respecto a que el enfoque de la reducción tarifaria mundial a través de acuerdos y organizaciones internacionales es cosa del pasado. Biden continuamente habla de una política económica internacional estadounidense que defienda a su clase media y de una Organización Mundial del Comercio que se acomode a los intereses de la clase trabajadora y a las consideraciones de seguridad nacional. 

En este aspecto, las cláusulas de comercio administrado (ya no libre comercio) del TMEC, como las de contenido regional, de contenido laboral, la que disuade de firmar algún acuerdo con China o el mecanismo laboral de respuesta rápida, dirigido a eliminar lo que consideran el dumping salarial mexicano, será el molde que Estados Unidos utilizará para recomponer sus relaciones económicas a nivel global. 

Esta nueva visión, también cuenta con consideraciones de competencia geopolítica. Algunas voces en think tanks hablan sobre la inevitabilidad de que Estados Unidos genere una coalición anti-China, no solamente en términos políticos sino económicos para proteger a sus trabajadores y para conservar su primacía.

En este punto, vale la pena hacer notar una importante diferencia. El trumpismo reniega de las instituciones internacionales. Su aproximación siempre fue la de privilegiar la destrucción de ellas antes que transformarlas. La tónica demócrata ha sido más cuidadosa. Prefieren ocupar el bisturí en las organizaciones para rehacerlas de acuerdo a sus prioridades antes de aplicar el machetazo. Quizá están al tanto de que principios de comportamiento que brinden certidumbre en un sistema internacional anárquico, fue una de las claves del éxito de la hegemonía estadounidense después de la segunda guerra mundial.  

Otro de los cambios relevantes es el entendimiento compartido sobre el desarrollo de la tecnología como proceso social, político y económico. La tesis vigente durante el frenesí globalizador fue que el desarrollo tecnológico era un campo neutral que no debía estar contaminado por la política. Bajo este entendimiento, diversas empresas del ramo desarrollaron negocios y aventuras comunes con empresas extranjeras incluso de China. 

En la Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno de Biden, dejan claro que la tecnología es un factor fundamental para garantizar, la competitividad, supremacía y seguridad nacional de los Estados Unidos, y como tal, su proceso de desarrollo no puede estar gobernado por pautas de libre mercado. El gobierno de Biden ha implementado controles a la exportación sobre bienes tecnológicos y en su estrategia hablan de continuar implementando obstáculos a la transferencia de tecnología, de endurecer los mecanismos de monitoreo de inversión extranjera en sectores tecnológicos estratégicos y de reubicar cadenas de suministro de industrias tecnológicas completas bajo la consideración de mitigar las vulnerabilidades geopolíticas. En este rubro, las empresas tecnológicas de China son percibidas como el desafío principal, tanto que, un alto funcionario del gobierno estadounidense, asegura que el programa multimillonario de inversión en países aliados llamado, Partnership for Global Infrastructure and Investment, tiene como uno de sus propósitos principales refrenar la iniciativa china de la Ruta de la Seda.

Para terminar, es de esperar que este replanteamiento de la todavía potencia mundial, genere reacciones en el sistema internacional. Como se mencionó en la entrega pasada, las capacidades estadounidenses de moldear el orden internacional ya no son las mismas. Algunos aliados históricos y estratégicos de Estados Unidos han dejado claro que los tratos económicos con China son pieza importante en su interés nacional. En el año 2021, el premier inglés llamó a mantener una relación madura y equilibrada con China, al considerar el interés voraz del sector financiero británico por incursionar en el mercado asiático. Por otra parte, Japón y la Unión Europea recientemente anunciaron en el G7 la puesta en marcha de una agenda de seguridad económica que prioriza el aseguramiento en cadenas de suministro clave, pero que todavía se requiere mayor investigación para conocer si las concepciones y líneas programáticas son afines al nuevo consenso de Washington.

Es decir, Estados Unidos está lejos de tener a sus aliados en su bolsillo. El tamaño y la importancia económica de China es indudable. A diferencia del año 2000 cuando, según cifras de The Economist, aproximadamente un 75 por ciento de las economías del mundo tenían como principal socio comercial a Estados Unidos, para el 2020, poco más del 70 por ciento tiene como socio comercial principal a China. 

En otras palabras, la visión de orden mundial de Estados Unidos se topará con unos países equipados con amplios instrumentos de influencia. Y en particular con una China que, en su propia narrativa, se asume bajo ataque y bajo un bloqueo tecnológico por parte de Estados Unidos, lo cual, sin duda, repercutirá en sus lecturas geopolíticas regionales y mundiales.