Taiwán y China
03/08/2023
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

La brutal invasión rusa a Ucrania, los enfrentamientos en Sudán y las amenazas chinas sobre Taiwán, cada vez más sonoras, son sólo algunos de los ejemplos que nos muestran la precaria estabilidad del mundo actual, por lo que la situación en cada uno de estos escenarios puede verse alterada con gran facilidad y desembocar en conflictos armados de mayor amplitud y con consecuencias globales de daños incalculables. La inestabilidad resultante de la invasión rusa a Ucrania ha puesto a muchos países ante la tarea de replantearse el papel y las funciones que las fuerzas armadas deben asumir, qué nuevas estrategias hay que desarrollar, qué tipo de fuerzas armadas son necesarias para cada caso y qué presupuesto debe destinarse a ellas.

Sin duda alguna, las relaciones sumamente tensas entre la República Popular China y la República de China hacen de esa región del Asia oriental uno de los escenarios más complicados y explosivos del mundo contemporáneo. La República de China, llamada comúnmente “Taiwán” es el nombre oficial de un Estado con reconocimiento internacional limitado (de hecho, no forma parte de la ONU), asentado desde 1949 en el archipiélago de Taiwán, nombre que proviene de la isla más importante, llamada también “Formosa”. La capital de este Estado es Taipéi, a la vez la zona metropolitana más importante del país, ciertamente muy pequeño: abarca 35 980 km², con poco más de 23 millones de habitantes. Se trata de uno de los países más densamente poblados, pero cuya economía es sumamente fuerte.

La gran amenaza hacia este pequeño Estado proviene de la China continental, China comunista o República Popular China, que lo considera como una parte integrante de su territorio, aunque caída en rebeldía, por lo que se reserva el derecho de recuperarla para sí, incluso de manera forzada, es decir, mediante una invasión militar. Este poderoso país tiene más de 9 millones y medio de kilómetros cuadrados y está habitado por casi mil millones y medio de personas.  

Para hacer más claras las enormes diferencias entre ambos países, podemos acudir al “Global Fire Power” (GFP), un portal que evalúa la capacidad militar de los diferentes Estados. Aquí podremos ver qué tanta diferencia hay entre ambos países, la República Popular China (RPCh) y la República de China (RCh). El GFP se vale de más de 60 variables, pertenecientes a diversas categorías no sólo dentro del ámbito meramente militar, sino también financieras, tecnológicas, geográficas y logísticas. Cada país recibe una puntuación en su poder real de combate, que será más alta en tanto se acerque más al cero. Con datos actualizados, vemos que la RPCh está en tercer lugar mundial, sólo después de los Estados Unidos y Rusia (aunque habrá que ver cómo termina este último país el año, vistas las grandes pérdidas que ha sufrido en Ucrania). Esto quiere decir que las fuerzas armadas chinas, en lo que toca a su capacidad real de fuego, están en el tercer lugar mundial, mientras que las comparativamente pequeñas fuerzas armadas de la PCh están situadas en el puesto 23. En números concretos, por ejemplo, estamos hablando que la RPCh cuenta con unas fuerzas armadas en las que sirven alrededor de 2 millones de personas, contra los 170 000 de Taiwán. Sin embargo, no debemos olvidar que el Estado insular ha logrado, con ayuda fundamentalmente de los Estados Unidos, reunir un poderoso arsenal de medios antiaéreos. Además, tiene armamento naval, terrestre y aéreo sumamente moderno, aunque, por supuesto, esto palidece frente a los números de la RPCh, que tiene un arsenal inmenso y una población numerosísima, la segunda del planeta. Otra ventaja de Taiwán, nada despreciable (y si no lo creen mis cuatro fieles y amables lectores, habría que preguntarles a los rusos en Ucrania), es la moral de combate, que no es la misma en el que defiende su propio país y a su gente que en el que asalta, mata y roba. Además, es más complejo atacar que defender, como estamos viendo ahora con la ofensiva ucrania, que se encuentra con más problemas que cuando los ejércitos ucranianos se defendían del ataque ruso.

Generalmente, es común ver que buques de guerra chinos patrullen frente a la costa taiwanesa, pero, a principios de esta semana que está por concluir, en alrededor de 24 horas fueron avistados unas 16 embarcaciones, una cantidad verdaderamente inusual. Esta presencia tan inquietante de buques chinos no es un fenómeno aislado: en los tres días sucesivos, se contabilizaron hasta 73 aviones militares chinos volando en la zona de vigilancia aérea taiwanesa. Hay que echar un vistazo al mapa para darnos cuenta de que la distancia entre ambas naciones es sumamente corta: las islas Matsu, por ejemplo, pertenecientes a la RCh, están a sólo 20 km de la costa de la RPCh. De hecho, en días claros se puede ver desde allí la costa del poderoso enemigo. Y el pequeño archipiélago de Kinmen está a menos de 2 kilómetros de la ciudad china de Xiamen…

Es importante señalar que un país que se sienta amenazado por otro debe confrontarse con diferentes escenarios; lo peor que puede hacer la dirigencia política es pensar que el adversario actuará de manera racional, pues para ello no hay garantía posible, y menos si se trata de un país gobernado por autócratas (como la RPCh y Rusia), pues la falta de contrapesos institucionales democráticos hace más probable que la toma de decisiones pueda ser “irracional”. Incluso cuando uno pueda pensar objetivamente que el enemigo aún no está preparado para emprender una invasión, no es totalmente improbable que este se lance a la aventura, como lo hizo Putin en Ucrania, procediendo además con una violencia innecesaria.

Hace unos días, las fuerzas armadas chinas (Ejército Popular de Liberación) publicaron una animación que muestra un ataque de precisión contra Taiwán, en la que se observa un ataque desde tierra, mar y aire para conquistar la isla. De manera igualmente hostil, los medios de comunicación chinos (que están en manos del Estado) se refieren a Taiwán, a la República China, como a un “tumor canceroso”. Y todo tumor canceroso debe ser extirpado. Para el Estado y para el Partido Comunista, los independentistas taiwaneses son quienes provocan a las fuerzas armadas de la RPCh a reaccionar, es decir, a extirpar el tal tumor canceroso, pues su sola existencia vulnera “los intereses fundamentales” chinos.

Un escenario que algunos expertos consideran como muy probable es que la RPCh emprenda un bloqueo a gran escala contra Taiwán: con la ayuda de cientos de barcos, submarinos y aviones, las fuerzas armadas chinas aislarían a la isla del resto del mundo y bloquearían sus puertos y aeropuertos, con el fin de obligar al país a “reintegrarse” a la República Popular China. Independientemente de la violencia que se ve en las animaciones publicadas por la RPCh, lo que los taiwaneses están viviendo en la actualidad son las “tácticas de zona gris”, es decir, acciones amenazantes que pueden provocar un choque militar pero que aún no pueden ser consideradas como ataques militares, con el fin de desgastar al gobierno y a la población de Taiwán. Algo similar emprendió Putin antes de la invasión de febrero de 2022 a Ucrania.

Las fuerzas armadas taiwanesas están en un proceso de desarrollar una estrategia de defensa más amplia y que contemple varios escenarios; también es importante que las comunicaciones de la isla estén más protegidas de posibles atentados por parte de China. Además, es esencial que las fuerzas taiwanesas se capaciten en tácticas de guerra asimétrica. En todos estos rubros, Taiwán puede aprender de Ucrania. Para ello tiene más recursos, tiene la ventaja de ser una isla y tiene el respaldo de los Estados Unidos. Lo que quieren los habitantes del archipiélago, ya acostumbrados a las amenazas y a las maniobras militares de taiwaneses y de chinos continentales, es poder seguir viviendo, muchas veces comerciando con amigos o parientes en el otro lado del estrecho. Es decir, quieren seguir comerciando con la RPCh, pero sin perder sus libertades y derechos, parte esencial de la democracia taiwanesa. Para ellos es obvio que, en caso de una invasión exitosa por parte de la poderosa China, todos esos derechos y libertades se perderían irremediablemente. 

Por eso es de particular importancia que los países democráticos continúen ayudando a Ucrania a defenderse del invasor ruso, pues eso puede darle a entender a la dirigencia china cuál podría ser el nivel de respuesta occidental en caso de una invasión china a Taiwán. Si los países democráticos no se muestran enérgicos con Putin, los países autoritarios comprenderán que tienen más espacio y oportunidad para agredir a otras naciones, por lo que después será prácticamente imposible echarlos de allí. Una lección que hay que aprender con los autócratas es que nunca hay que temer que nuestras acciones provoquen una escalada, pues eso lo deciden ellos, independientemente de lo que hagamos o dejemos de hacer. Como vemos, lo que se juega en Ucrania es más que la libertad, la soberanía y la vida de los ucranios. Taiwán también está en juego. Y el resto de las democracias, a la larga, también.