TUHISTORIA: Nagasaki, el sacrificio de los japoneses católicos frente a la bomba atómica
21/08/2023
Autor: Dr. David Sánchez Sánchez
Cargo: Director de la Facultad de Humanidades UPAEP

Hoy en TUHISTORIA UPAEP, viajamos al barrio de Urakami en la ciudad de Nagasaki (Japón). Desde el siglo XVI, la ciudad de Nagasaki contó con fieles cristianos que dieron su vida en defensa de su religión. En 1637, una fuerte persecución asesinó a treinta y cinco mil cristianos. Los supervivientes entraron desde entonces en siglos de una defensa de su fe de manera clandestina (Iglesia de las catacumbas o kakure kirishitans) hasta la proclamación de la plena libertad religiosa en Japón en 1889. Desde dicha fecha el 46% de la población católica de Japón se concentró en esta ciudad de Nagasaki seguramente haciendo honor a tanto sacrificio vivido y a su antigua fundación.

En la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se produjo el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945; pero no fue suficiente. Harry S. Truman, presidente de los Estados Unidos de América, autorizó un segundo lanzamiento. La bomba atómica denominada "Fat Man", con Plutonio-239 y una potencia de 25 kilotones fue instalada en el bombardero B-29 "Bockscar".

El objetivo, supuestamente, era Kokura, pero las argumentaciones de malas condiciones atmosféricas para dicha acción militar hicieron cambiar el plan; ahora sería Nagasaki la ciudad bombardeada. Nuevamente ciertas casualidades sin esclarecer hicieron que el pretendido impacto de la bomba se desviara ahora al barrio de Urakami, centro neurálgico de la población católica de la ciudad.

A las 10:58 de la mañana del jueves 9 de agosto de 1945, cientos de fieles católicos se encaminaban a la Catedral de Urakami, en Nagasaki para la misa de la novena de la Solemnidad de la Asunción de María. A las 11:02 de la mañana, a 500 metros de la Catedral y a 550 metros de altura sobre el barrio católico, se detonó la bomba nuclear matando al instante a unos 75.000 habitantes de los 240.000 residentes; en los días siguientes morirían otros 75.000 habitantes llegando, en las pocas semanas tras el lanzamiento, al 62% de muertos del total de la población. Entre todos ellos murieron 8.500 de los 12.000 católicos bautizados. Dos tercios de la población católica de Japón fue asesinada en estas acciones de bombas atómicas.

Quedó para la historia la expresión de "la suerte de Kokura", por lo que dicha ciudad salvó su destino en ese momento, pero debemos seguir reivindicando la memoria de una expresión que evoque "el martirio cristiano de Nagasaki". Los arsenales armamentísticos de la primera fueron desestimados frente a la población católica de la segunda. Las pérdidas de vidas católicas japonesas fueron consideradas de menor impacto emocional que intervenir sobre la capital imperial (Kioto). En todo ello, no solo estaba la pretendida muestra de fuerza de que no había sido casual el primer lanzamiento, y por lo tanto se podía repetir; entre líneas se mandó un mensaje a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En japonés se llamó "Hibakusha" -personas afectadas por explosiones- a las víctimas que sobrevivieron a los bombardeos atómicos. En total, fueron unas 650.000 personas con todo tipo de enfermedades, secuelas y padecimientos. Desde los 400.000 cristianos iniciales del siglo XVI en Japón llegamos a los que podríamos llamar como “Hibakusha kristian” –cristianos afectados por las explosiones-, y que han demostrado hasta la fecha ser una de las grandes luchas de la humanidad por la defensa de la libertad espiritual habiendo sufrido la totalidad de formas y modos de persecución que han ido desde las crucifixiones hasta la guerra nuclear. Estos “Hibakusha kristian” y sus descendientes, que ascienden hoy a 509.000 fieles en Japón -menos del 0,5% del total de la población de 124 millones-, y sin olvidar el duelo del resto de personas que vivieron dichos acontecimientos históricos en todos los grupos enfrentados, siguen siendo un ejemplo al mundo de la resistencia, la cultura de paz y la hermandad de los pueblos. Como testimonio de todo ello, la estatua de Santa Agnes de la Catedral de Nagasaki no se destruyó en aquel día apocalíptico, hoy permanece en la sala permanente sobre el Desarme en la sede de la ONU en Nueva York. 

Finalizamos con esta imagen y con la figura de Takashi Nagai, que fue un médico japonés católico y uno de los primeros en realizar estudios clínicos a las víctimas de los efectos de las bombas atómicas. De igual forma, siendo superviviente del ataque atómico, fue una de las primeras personas en regresar a los pocos días del ataque al propio epicentro del impacto junto a un crucifijo y con el duelo de haber perdido a familiares y amigos. El 23 de noviembre de 1945, se dedicó una misa a los fallecidos entre las ruinas de la Catedral de Urakami (Nagasaki, Japón) Takashi Nagai se dirigió en este acto a los asistentes y expresó:

“Es evidente que existe una profunda relación entre la destrucción de esta ciudad cristiana y el fin de la guerra. Nagasaki era sin duda la víctima elegida, el cordero sin mancha, holocausto ofrecido sobre el altar del sacrificio, aniquilado por los pecados de todas las naciones durante la Segunda Guerra Mundial… ¡Debemos agradecer que Nagasaki haya sido elegida para ese holocausto! Debemos agradecerlo, porque a través de ese sacrificio ha llegado la paz al mundo, así como la libertad religiosa al Japón".

Takashi Nagai, nos dejó una gran lección que no debemos olvidar. Sigamos la lucha.