¿Cómo subirse a un ladrillo sin marearse?
29/08/2023
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Cargo: Vicerrector de Investigación

Vanidad y soberbia son, tal vez, la debilidad de carácter más grande y más común de los académicos. 

Un gran profesor que tuve cuando estudié pedagogía solía decir que los peores alumnos eran los mismos profesores. ¿Cómo enseñar a quien cree que lo sabe todo? ¿Cómo solicitar atención, tiempo, humildad y apertura a quien está cierto de que ya no necesita aprender? Como fuere, al paso del tiempo he corroborado lo que decía mi querido profesor: ¡ah, qué difícil es educar a un educador!

Pero nosotros los académicos, peculiar fauna social, no sólo somos complicados en nuestra relación con el aprendizaje. También tenemos una extraña relación con el poder. Acostumbrados a la tarima, al gis, a estar de pie, a tomar lista, a calificar a otros, nos hemos vuelto unos profesionales del poder. No nos hagamos bolas, no pensemos que el poder lo detentan un grupito de vacas sagradas en la Universidad… la verdad es que unos mil docentes cada semestre están frente a un grupo y están en la disyuntiva de servir a un grupo de estudiantes o de tener una relación enfermiza de poder con ellos. Hay cientos de directores de programa, de grupos de investigación o cuerpos colegiados, hay muchos roles de coordinación en diversas instancias, mesas, comités y consejos y dichos directores o coordinadores están en la misma disyuntiva de servir a sus colegas o tener una relación enfermiza de poder con ellos.

Ser “director de…” o “coordinador de…” debiera considerarse como carga, como responsabilidad y como servicio. En tanto carga (o encargo) es algo a lo que no debemos acostumbrarnos, debiera ser temporal, debiera pesar más que agradar. En tanto responsabilidad, debe ser vivida con pulcritud, esmero, eficiencia, generosidad. Por último, en tanto servicio, debe ser encarnada desde la humildad, el respeto, el sacrificio (a los intereses personales) y la donación a los demás. 

Pero siempre existe el riesgo de creerse un pequeño tlatoani en nuestra aula, en nuestro programa académico, en nuestra coordinación, en nuestra facultad o decanato, en nuestra vicerrectoría… ¿Recuerdan la película de “bebé jefazo”? A veces eso somos, ridículos “jefecitos” que cedemos a las pompas del poder en vez de ganarnos la legitimidad y el cariño de nuestros colegas por sudar la camiseta en bien de ellos y de los estudiantes. No en balde al “flequillo” que llevan los birretes académicos también se denomina “ínfulas”. 

Pero no basta criticar, tampoco ironizar… Si todo quedara en esto, poco bien haríamos. Hay que dar un paso, por eso se me ocurrió titular a esta entrega: ¿Cómo subirse a un ladrillo sin marearse? Porque lo que quiero recordarme en primer lugar a mí y también a mis colegas, es que hay un sano ejercicio de la autoridad. Y para eso enumero algunos antídotos al vértigo que da el subirse a los tabiques académicos.

-Recuerda que todo cargo es temporal. Y que debes tratar con cariño, respeto y esmero a todos.

-Ríete de vez en cuando del poder y del cargo. No estoy diciendo que te tomes a la ligera tu puesto -¡jamás!- Tampoco dije que nos burlásemos de nuestra autoridades. Dije que hay que reírse un poco de los títulos, grados, cargos que cada uno detenta. O sea, no hay que identificarnos con el puesto. Somos quienes somos, allende las medallas y los organigramas. 

-Ve el puesto de autoridad como ocasión inmejorable para servir. Es bien fácil criticar. Pues bien, ahora que puedes y que tienes el poder de cambiar las cosas, hazlo con convicción y con profunda responsabilidad.

-Imagina siempre que aquél a quien hoy coordinas, diriges, educas, corriges… el día de mañana será quien te coordine, dirija, eduque y corrija. Por tanto, hazlo con sana prudencia.

-Comprende los ritmos y límites de los demás. No todo puede ir a tu ritmo. Los scouts suelen decir que el líder va al paso del más débil de la manada. 

-Motiva y entusiasma. Contagia de alegría y esperanza, que esas cualidades se dan por transmisión osmótica, no por imposición despótica.

-Sé pulcro y transparente con el dinero. El poder y el dinero casi siempre van de la mano. Recuerda que el dinero que pasa por nuestras manos, es fruto del trabajo de miles de padres de familia, trabajo que debiéramos mirar con reverencia, trabajo convertido en moneda de cambio sobre el cual no pueden cernirse la imprudencia, el derroche ni cualquier forma de escamoteo.

-Por último, forma siempre a tus reemplazos. Dedicar una hora al mes a formar a un grupito de mujeres y hombres que te puedan suceder en el cargo, será una hora al mes para recordarte a ti mismo que tarde que temprano dejaremos el puesto.