Así como en México hemos sufrido la casualidad de que muchos terremotos de gran magnitud hayan ocurrido en el mes de septiembre –particularmente el día 19-, así también en la historia reciente de Alemania han ocurrido sucesos de gran importancia un día 9 de noviembre, por lo que ahora haremos un breve recuento de estos hechos históricos, muchos de los cuales tuvieron repercusiones internacionales muy considerables.
9 de noviembre de 1918
En esos días de finales de 1918, el ambiente en Alemania estaba muy caldeado, pues la gente ya sabía que la guerra estaba irremisiblemente perdida. Era la llamada en ese entonces “Gran Guerra”, que después sería conocida como “Primera Guerra Mundial”, que había estallado en 1914. Como consecuencia de esta apabullante derrota, el Káiser Guillermo II andicó y el 9 de noviembre comenzó una nueva era: ese día, en Berlín, el dirigente político del Partido Socialdemócrata (SPD, por sus siglas en alemán) Philipp Scheidemann proclamó en el Reichstag de Berlín (es decir, en la sede del Parlamento) la primera república alemana de la historia: era el nacimiento de la “República de Weimar”. Con esta denominación se conoce al régimen político y al periodo de la historia de ese país entre el fin de la Primera Guerra Mundial (1918) y el ascenso de Adolf Hitler al poder (1933). El término es fruto de la historiografía posterior, pues Alemania siguió llamándose oficialmente “Imperio Alemán” (Deutsches Reich). Weimar es la ciudad en donde se reunió la Asamblea Nacional Constituyente, que proclamó la nueva constitución en julio de 1919.
9 de noviembre de 1923
Exactamente cinco años después tuvo lugar el intento fallido por derrocar al gobierno por parte de Adolf Hitler y sus compinches del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) en Múnich, en el que murieron alrededor de 20 personas. Aunque muchos le llaman “Golpe de Estado”, técnicamente fue una asonada o levantamiento armado, pues un golpe de Estado se asume que ocurre cuando lo emprenden las fuerzas armadas institucionalmente conformadas. En el caso que nos ocupa, tanto Hitler como su cómplice Erich Ludendorff se alzaron en armas los días 8 y 9 de noviembre de 1923. Esperaban contar con la ayuda del gobierno bávaro, con el objetivo final de derrocar al gobierno de la república, siguiendo el ejemplo de Benito Mussolini. De ahí la idea de una “Marcha sobre Berlín”, siguiendo el modelo del dictador italiano y su “Marcha sobre Roma” en octubre de 1922. Con estas medidas, Hitler aspiraba con disolver el régimen democrático parlamentario y establecer una dictadura nacionalsocialista.
Después de un corto pero mortífero intercambio de disparos de arma de fuego con la policía bávara, Ludendorff, quien resultó ileso, fue detenido el mismo día y, tras ser interrogado durante cinco horas y veinte minutos, fue puesto en libertad bajo palabra de honor a las 22.20 horas. Mientras tanto, alrededor del mediodía, la policía estatal de Baviera liberó a los rehenes que los insurrectos mantenían en su poder en la cervecería “Bürgerbräukeller”. Hitler escapó huyendo con la ayuda de una ambulancia. La leyenda que él mismo difundió unos años más tarde, según la cual había salvado a un niño indefenso al sacarlo de la balacera, fue desmentida casi de inmediato. Hitler se escondió en la casa de campo de Ernst Hanfstaengl, en Uffing am Staffelsee, pero fue detenido el 11 de noviembre y, en un accidentado proceso, condenado a cinco años de prisión. Fue puesto en libertad anticipada al cumplir nueve meses en la cárcel. Ludendorf, quien también fue llevado a proceso, fue liberado en atención a sus servicios militares durante la guerra. Como consecuencia de este levantamiento armado sangriento pero fracasado, el NSDAP fue prohibido en todo el territorio alemán.
9 de noviembre de 1938
Ayer se cumplieron 85 años de un episodio lleno de horror: la llamada “Noche de los cristales rotos”, del 9 al 10 de noviembre, durante la cual se destruyeron tiendas propiedad de ciudadanos judíos y se incendiaron sinagogas tanto en Alemania como en Austria. Se calcula que unas 30 000 personas de origen judío fueron arrestadas y deportadas, y entre quinientas y mil fueron asesinadas. Estos ataques fueron planeados por el régimen nacionalsocialista de Hitler, para hacer ver a los judíos, de una buena vez, que la vida en Alemania y en Austria ya era para ellos, en definitiva, imposible. El 9 de noviembre de 1938 fue el día en el que matones organizados prendieron fuego a tiendas, lugares de culto y otras instituciones judías; fue el día en el que miles de judíos fueron maltratados, arrestados o asesinados. Para entonces, todos en Alemania podían ver que el antisemitismo y el racismo, incluido el asesinato, se habían convertido en instrumentos del Estado. Esa noche fue la señal oficial del inicio del mayor genocidio de la historia.
El término trivial “Reichskristallnacht” (“Noche de los cristales rotos”), cuyo origen no está claro con certeza, fue creado para referirse al pogromo (es decir, a la acción violenta contra personas pertenecientes a una minoría, en este caso, contra la población judía) en todo el imperio alemán, y se refiere a los vidrios rotos esparcidos por todas partes frente a los apartamentos, tiendas y oficinas destruidos, sinagogas e instituciones públicas judías. Otro concepto, más apropiado, es “Reichspogromnacht” (o “Noche de pogromo” o “Pogromo de noviembre”), se ha generalizado recientemente y se ha aceptado en el uso común para reemplazar a “Noche de los cristales rotos”, puesto que la cosa no quedó simplemente en la destrucción de ventanas. Ya hemos explicado en este mismo espacio, como mis fieles y amables cuatro lectores sin duda recordarán, que “pogromo” es una palabra de origen ruso que significa “devastación”, y se emplea para hablar de una acción, concertada o no, de linchamiento multitudinario contra un grupo minoritario, acompañado generalmente de la destrucción o incautación de sus bienes.
9 de noviembre de 1989
En la antigua República Democrática Alemana (es decir, la “Alemania oriental”, miembro del antiguo “bloque del este”, agrupado en torno a la Unión Soviética), las protestas contra el gobierno habían crecido en cantidad de participantes y en intensidad en los meses previos al 9 de noviembre. La gente exigía libertad y cambio. La tarde del 9 de noviembre, un portavoz del gobierno anunció, de forma bastante relajada y descuidada, que por fin se abriría la frontera hacia Alemania occidental. Los habitantes de la parte oriental de Berlín corrieron inmediatamente hacia la frontera hasta que los guardias de seguridad se vieron rebasados y optaron por abrir los pasos fronterizos.
El Muro de Berlín había caído.El Muro de Berlín rodeaba la ciudad de Berlín Occidental y la separaba de Berlín Oriental, formando parte de la frontera interalemana. La vigilancia permanente de guardias fronterizos, apoyados por la instalación de alambres de púas, minas, torreones, fosos y armas automáticas, hacía que estas fortificaciones fronterizas fueran prácticamente insuperables. Este muro fue el símbolo del conflicto Este-Oeste y reflejó la división de Alemania desde agosto de 1961 hasta noviembre de 1989. Este 9 de noviembre está firmemente vinculado a la unidad alemana y al proceso de reunificación que culminaría el 3 de octubre de 1990. Todo esto también nos recuerda la importancia de la resistencia pacífica y el valor civil de la población, que logró imponerse al régimen antidemocrático. Se trató de un levantamiento sin armas, de una revolución sin violencia.
En la historia de la humanidad, los cambios políticos importantes rara vez ocurren sin violencia. Sin embargo, durante esta revolución pacífica que culminó en la reunificación alemana, el pueblo y el gobierno no echaron mano de las armas ni de la violencia, a pesar de lo cual algo fundamental cambió. Eso es lo que hace a ese 9 de noviembre de 1989 algo tan especial y digno de recordarse.