Kaja Kallas
19/03/2024
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Nuestra columna de hoy está dedicada a una de las personalidades políticas más admirables de nuestros días: hablamos de Kaja Kallas, la llamada “Dama de Hierro del Báltico”, actual Primera Ministra de Estonia.

Kaja nació en 1977 en Tallin, en un ambiente familiar caracterizado por un gran interés en la política, porque su padre ha sido un político muy activo que se convertiría en primer ministro: Siim Kallas (*1948) y en un alto funcionario de la Unión Europea. En las elecciones parlamentarias celebradas en Estonia en marzo de 2011, Kaja logró obtener una curul, y entre 2014 y 2018 fue diputada al Parlamento Europeo por el grupo Liberales y Demócratas por Europa. También es presidente del Partido Reformista de Estonia desde 2018, del que es miembro desde 2010. Su padre, cofundador de este partido en 1994, es el presidente honorario.

Tras el anuncio de la dimisión del anterior primer ministro, Kaja Kallas debía formar un nuevo gobierno en Estonia. Para ello formó una coalición con el Partido del Centro y se convirtió en Primera Ministra de Estonia en enero de 2021. Esto hizo que Kaja Kallas sea la primera mujer en ocupar este cargo en su país. En 2022 se encargó de la formación de un nuevo gobierno y lo logró con los partidos Isamaa y los socialdemócratas. Su segundo gabinete prestó juramento el 18 de julio de 2022.

Kaja Kallas y su padre han sido toda la vida animosos adversarios de Vladimir Putin. Por eso no es de extrañar que ella aparezca en la lista negra de búsqueda y captura emitida recientemente por el gobierno ruso. Lo que parece que acabó por enfurecer al tirano del Kremlin es que la Primera Ministra dio la orden de desmantelar todos los monumentos o vestigios que procedan de la época de la ocupación soviética. Si a esto le agregamos que Kallas es una de las voces más escuchadas en la Unión Europea y en la OTAN a favor de suministrar armamento a Ucrania, entenderemos el enojo de Putin.

Es interesante que, en el marco de un banquete que la ciudad de Hamburgo ofrece cada año a huéspedes distinguidos que han sido cercanos a la ciudad (costumbre que se remonta al siglo XIV, lo que lo hace el banquete oficial periódico más antiguo del mundo), en febrero pasado, la misma Primera Ministra contó una anécdota que tuvo lugar en esa misma sala, pero hace 30 años.

Kallas recordó el discurso del primer presidente estonio, Lennart Meri, pronunciado allí mismo en 1994. Habló sobre las fuerzas “reformistas” en Rusia después del colapso de la Unión Soviética, pues, advirtió, estaban infiltradas por personajes del antiguo régimen y tenían ambiciones expansionistas e imperialistas, por lo que hizo un llamado a los demócratas del mundo a no bajar la guardia. De pronto, un miembro de la delegación rusa, invitada al banquete, se levantó vociferando y haciendo un escándalo, gritando que eso era una vil calumnia, una mentira descarada. Ese indignado comensal, que abandonó la sala como protesta, muy alterado y enojado, era el entonces vicealcalde de San Petersburgo. Su nombre: ¡Vladimir Putin!

Según explicó la Sra. Kallas en una entrevista, hay que aprender tres lecciones básicas de la historia europea de la década de 1930: la primera es que, si algo sucede en algún punto del continente, se propaga muy rápidamente al resto de Europa. Nadie está a salvo si no detenemos al agresor (Putin) a tiempo. En segundo lugar, si la agresión da sus frutos en alguna parte, se convierte en una especie de invitación a utilizarla en otra parte. Entonces veremos más y más guerras en todo el mundo, porque los agresores potenciales están observando muy de cerca en todo el mundo. En la Segunda Guerra Mundial, después de Alemania, fue Japón quien invadió las zonas vecinas, al ver la lenta y tibia respuesta europea. La tercera lección es la política de aislamiento de Estados Unidos, que quiso mantenerse al margen y dijo que lo que ocurriera en Europa no era asunto suyo. Al final tuvieron que pagar un alto precio por ello. Lo que deberíamos aprender de esto es que debemos detener al agresor lo antes posible.

Una cuarta parte de la población estonia tiene raíces rusas. El temor generalizado es que Putin, siguiendo su costumbre, quiera utilizar esto como motivo para invadir al país. Kallas dice que esto se puede impedir. En primer lugar, hay que saber que la minoría rusa era del tres por ciento en los años 20, cuando Estonia era independiente. Cuando Rusia ocupó Estonia, deportó a estonios a Siberia y trajo rusos al país. La propia familia de Kallas también fue deportada a Siberia. Al final de la ocupación, la minoría rusa ya ascendía al 30 por ciento, la inmensa mayoría no nacida en Estonia. Actualmente, esa minoría ronda el 20 por ciento. Pero incluso esta minoría sabe muy bien que, si los rusos vienen a liberar a los "rusos" que viven en Estonia, los rusos “liberados” perderán sus hogares, sus recursos, sus libertades e incluso sus vidas, pues esto ya sucedió en las regiones de habla rusa de Kharkiv y Mariupol.

En la Conferencia de Seguridad de Múnich, hace unas semanas, el presidente Zelensky dijo: “No le pregunten a Ucrania cuándo terminará la guerra, pregúntense Uds. por qué Putin todavía puede continuar la guerra.” Para ello, según explica la Primera Ministra Kallas, el Ministerio de Defensa de Estonia ha desarrollado una estrategia: si todos los países que brindan apoyo militar a Ucrania asignaran al menos el 0,25 por ciento de su producto interno bruto para apoyar a ese país, entonces eso sería más que los recursos de Rusia. El presupuesto total de defensa de la coalición Ramstein (los aproximadamente 50 países que apoyan militarmente a Kiev) es 13 veces mayor que el muy inflado presupuesto de Rusia. Y si a esto le añadimos las sanciones, la economía rusa seguirá deteriorándose, aunque los rusos quieran hacernos creer que no. Si los demócratas del mundo unen sus fuerzas, podrán detener a Putin ahora.

En las entrevistas que ha concedido, Kallas ha sido muy clara frente a Putin e incluso frente a los aliados occidentales en la OTAN: las guerras las ganan quienes tienen más municiones; no podemos dejar sola a Ucrania, no podemos basar una estrategia en el pesimismo, debemos aprender de la historia y detener a los agresores a tiempo; la paz no es el objetivo más alto que perseguir en Ucrania, sino que el objetivo superior debe ser impedir que Rusia pueda repetir lo que hizo en Ucrania. Además, ha externado que la responsabilidad no es sólo de Putin, sino de la población rusa entera, que le ha dado su apoyo y sigue votando por él. Esto quizá sea políticamente incorrecto, pero es, creo yo, la verdad. Los rusos cargan con una parte de la responsabilidad de lo que hace su gobierno.

Kallas ha afirmado también que la cuestión no es si Rusia es peligrosa para Estonia, sino para la OTAN, y eso depende de cómo termine la guerra en Ucrania. Si Europa y los países democráticos no hacen lo suficiente para detenerla allí, continuará invadiendo a otros países. Unos piensan que podría ser Polonia, otros se inclinan por las repúblicas bálticas o por Moldavia. De ahí la urgencia de hacer todo lo posible para detenerlo ahora.

Putin claramente está usando la lista negra de búsqueda y captura a nivel internacional como un arma para sembrar el miedo y mostrar que Estonia no es un país real. Putin ya ha explicado en varias ocasiones cuáles son sus planes, que algunos consideran imperialistas, pues su idea de “Eurasia”, que detalló en su discurso con motivo de la anexión de Crimea en 2014, descansa en la concepción de un país que se extienda desde el Mar Báltico hasta el Océano Pacífico bajo la égida rusa. La Sra. Kallas se tomó la noticia de que estaba en la lista rusa de prófugos con calma y humor: “… mucha gente me dijo que era una Medalla de Honor. Debo haber hecho algo bien si los rusos están tan enojados conmigo”.