Respetar es un valor que implica el dejar de hacer algo por considerarlo dañino o inconveniente a alguien más. Es en atención al otro y a su dignidad, que una idea no se lleva a cabo, que una palabra se calla o que una acción se detiene. “Respectus” en latín quiere decir “consideración”, “atención”, “valoración”; precisamente, es en atención a alguien que se tienen tales o cuales consideraciones, como el modo y tono de hablar, presentes o regalos, tratos y mimos, deferencias y comprensiones.
Los “falsos respetos” son algo distinto. Son acciones que, so pretexto de un pretendido “respeto”, dejan de hacerse. Imagine usted que alguien me dice: “como te vi ocupado y no quise interrumpirte, ya no te pasé el recado”. La persona en cuestión aduce que tuvo consideración y que no quiso molestarme (¿quién desea ser molestado?), y que por eso no me dio un recado que debía darme. Su irresponsabilidad la disfraza de respeto.
En el ámbito religioso, se usa la expresión “falsos respetos humanos” para denunciar a aquellos que, por temor a ser criticados por los hombres, no practican su religión públicamente, es decir, no manifiestan su fe abierta y orgullosamente. En otras palabras, en atención al “qué dirán los hombres”, dejaban de hacer lo correcto “a los ojos de Dios”.
Pasemos de la acepción religiosa a la práctica actual de los “falsos respetos” en las empresas y organizaciones. ¿Cuáles son sus modalidades y qué esconden sus actuales usos?
- Pereza. No hacer algo y argumentar que no se quería ofender o dañar y que por eso no se hizo, pero, en el fondo, el verdadero motivo de inacción fue la flojera.
- Hipocresía. No manifestar abiertamente a los demás las convicciones propias por “no ofender su forma de pensar”, y mejor se toma la decisión de adaptarse camaleónicamente a los valores, usos y costumbres de aquellos con los que se convive.
- Cobardía o temor. Uno no comparte lo que cree, por temor a ser rechazado o a ser etiquetado socialmente. Es más valorada la aceptación social que la verdad o la coherencia de vida, por este motivo, uno renuncia a sus convicciones o las esconde cuando lo juzga conveniente.
- Obsequiosidad. Uno siempre quiere agradar a los demás y nunca disgustarlos. Este afán de no causar molestias lleva a renunciar, acallar, matizar u ocultar las propias ideas, valores y convicciones con tal de llevar la fiesta en paz con los demás.
- Adulación. Más peligroso que un obsequioso es un adulador, pues aquél pretende no desagradar, éste, sacar tajada. El que adula busca siempre su propio beneficio, habla al oído cosas dulces con tal de alcanzar su fin.
- No meterse en líos. Hay gente pragmática que suele decir: “para qué me meto en problemas, si le digo a mi jefe tal o cual cosa, mejor me callo”. Se simplifica la vida al optar por complacer siempre, nunca llevar la contraria, jamás corregir al prójimo, evaluar a todos con 10, felicitarlo todo, aprobarlo todo.
Todas estas modalidades constituyen los “falsos respetos” y es inmoral practicarlos.
Ahora bien, ¿estoy proponiendo ir al extremo contrario, siendo unos malagradecidos, o claridosos, o irrespetuosos con los demás y en especial con nuestras autoridades? ¡Por supuesto que no! El respeto es y será un valor, pues su móvil es la dignidad del otro. El falso respeto, en cualquiera de sus modalidades, es remedo de respeto, su caricatura; es algo muy distinto.
Hay tres frases que me duele escuchar:
-“Viene de arriba”. Yo me pregunto, ¿y eso qué? Eso no es un argumento. Hay cosas que vienen de arriba y son muy sensatas y buenas, pero no por venir de arriba, sino por ser prudentes, convenientes, justas, pertinentes, etc. Uno siempre está llamado a transparentar la razón de peso de una decisión, no el mero hecho de “venir de arriba”. ¡Flaco favor hacemos a las autoridades de la Institución cuando explicamos una decisión a nuestro equipo de trabajo diciendo que es así porque “vino de arriba”! ¡Flaco favor! Y cuando las autoridades se equivocan, ¿cuál es el mecanismo para hacer llegar nuestras sugerencias, correcciones o críticas: el silencio, la cabeza agachada, el importapoquismo?
-“Calladito te ves más bonito/calladita te ves más bonita”. Si nuestra palabra es para mejorar, para crecer y para abrir nuevos cauces, ¿por qué debemos callarla con tal de no molestar a los demás? ¿Por qué ir toda la vida sin “mojarnos las manos”? ¿Tenemos por encima el aprecio que anhelamos de los demás al valor mismo de la verdad?
- “Mejor ni te metas”. Si algo evidentemente no es de mi incumbencia o injerencia, por supuesto que esta frase es correcta. Pero si es de mi incumbencia, y no “me meto” por temor, por comodidad, por cobardía, por evitar problemas, por el qué dirán, por llevar la fiesta en paz… entonces es una forma velada de cobardía. En una universidad el valor fundamental es la verdad, incluso, aunque su defensa costara la vida. De ese tamaño debe ser la convicción. ¿Cómo es posible que lo acomodaticio haya encontrado aposento entre los catedráticos?
Cuando escribí este artículo leí que un tumor es la “masa anormal de tejido que aparece cuando las células se multiplican más de lo debido o no se mueren cuando deberían.” Aun siendo benignos, los tumores a veces llegan a invadir partes del cuerpo u otros órganos causando estragos; siendo malignos, representan un riesgo grave a la salud, máxime si se diseminan a otras partes del cuerpo a través de la sangre o el tejido linfático.
En las organizaciones también surgen tumoraciones. Los falsos respetos son sus más comunes tumoraciones. Hay algunos “falsos respetos benignos”. Otros son realmente cancerígenos. Tengamos la sensatez de identificarlos. Tengamos la valentía de denunciarlos. Tengamos la madurez organizacional para superarlos.