Cada año, el 9 de mayo se celebra en Rusia la capitulación incondicional de los ejércitos hitlerianos ante la Unión Soviética. De hecho, la Segunda Guerra Mundial había terminado un día antes, el 8 de mayo de 1945, al firmarse la capitulación alemana en el cuartel general de las tropas estadounidenses en Reims (Francia). Sin embargo, los soviéticos insistieron en repetir la ceremonia para que la rendición se firmase también ante ellos, lo que se realizó en los cuarteles del Ejército Rojo en Berlín, al día siguiente.
La corrupción de la memoria histórica es un fenómeno común en el devenir de la humanidad, pues obedece a diversas motivaciones, sobre todo políticas, por lo que ocurre en la actualidad sobre todo en los regímenes no democráticos. Tergiversar la historia para apuntalar y justificar a regímenes autoritarios o totalitarios no es, por lo tanto, un fenómeno aislado, sino que es muy frecuente. Además, esta corrupción puede obedecer también a necesidades sociales de identificación con personajes heroicos –reales o legendarios- del pasado, a quienes se les admira e idolatra. En los países con una tradición democrática consolidada, por el contrario, es más difícil (aunque quizá no imposible) imponer una visión histórica particular o corromper la memoria histórica desde el poder político, pues en esas naciones democráticas, por definición, hay una cultura de discusión y de confrontación de ideas, por lo que es más difícil la imposición a ciegas de visiones heroicas. De todas maneras, como esta corrupción pudo tener lugar ya en el pasado, es posible que un régimen democrático herede, por decirlo así, una visión nada crítica y ya muy corrompida de algún acontecimiento histórico, como ocurre en Francia con el cuento de la “heroica” toma de la Bastilla o en Estados Unidos con la caída de El Álamo.
Todo esto conduce a una sustitución gradual y completa de los hechos históricos, como vemos que ocurre en la Rusia actual. Como afirma la escritora e historiadora rusa Irina Rastorgueva (*1983), cuando un “gran” país celebra una “gran” victoria en preparación para una guerra futura, una guerra eterna -no importa cuál-, entonces esa guerra ya está programada. La Rusia de Putin está librando ahora no sólo una guerra contra Ucrania, sino contra todo el “Occidente colectivo”, del que nadie puede decir exactamente de qué se trata en realidad. Presumiblemente, las fronteras de esta parte colectiva del mundo son tan variables como las fronteras de la Federación Rusa, que, en palabras de su presidente, Vladimir Putin, no terminan en ninguna parte.
Esta visión de la guerra eterna es en gran medida una herencia de la Rusia de los Zares. Un Zar tenía, desde el principio de su reinado, dos grandes responsabilidades: la primera era darle a Rusia un heredero sano; la segunda, expandir el territorio recibido. Aquí no vamos a hablar de la primera responsabilidad, porque evidentemente ya no es el caso de Putin (tiene, hasta donde sabemos, dos hijas, alejadas de la política), sino de la segunda: la de la expansión y consolidación de la “Madre Rusia”. Se trata, por lo tanto, no sólo de una visión política, sino geopolítica,
Es así que, en Rusia, según Rastorgueva, se cree ampliamente que el 9 de mayo es lo más importante que une a los ex ciudadanos soviéticos en todo el mundo: la fecha de una gran victoria de un gran país en una gran guerra. En este caso, la guerra debe ser grande, la más grande, para enfatizar el significado de la victoria, la fuerza del pueblo, su voluntad de resistir, su invencibilidad. Cuando Putin llegó al poder, este trastorno postraumático generalizado pasó a la categoría de psicosis e histeria de guerra y se convirtió en un fenómeno exclusivamente ruso.
La geopolítica es un esfuerzo científico por utilizar ciertos aspectos de la geografía, la historia, la población y las disciplinas en torno al Estado para explicar la relación entre el espacio geográfico y la política. Políticamente, la geopolítica tiene la carga de que, por ejemplo, las teorías geopolíticas sobre el espacio vital (alemán) fueron difundidas por propaganda radical nacionalsocialista. Es por esto que, en algunos países, esta disciplina ha dado paso hoy a una geografía política orientada a la práctica, pero tratando de evitar el nombre “geopolítica”.
Sin embargo, aunque en el ámbito académico algunos traten de evitar el nombre “geopolítica”, en el mundo de la “Realpolitik”, el concepto está de regreso. Más de 30 años después del colapso de la Unión Soviética, el mundo está sumido en la confusión. La esperanza de que las principales potencias mundiales encontraran el camino hacia una coexistencia pacífica se ha desvanecido, pues en lugar de llevar a cabo procesos de desarme y de abordar juntos los problemas más graves del planeta, como el cambio climático, Estados Unidos, Rusia y China están luchando abiertamente por el poder y la influencia: se arman, rompen acuerdos internacionales, amenazan con una guerra nuclear, imponen embargos comerciales, invaden países vecinos y libran guerras para acrecentar su poder.
Este regreso de las rivalidades entre grandes potencias ha sorprendido a mucha gente, sin embargo, los expertos en política exterior y en seguridad ya lo esperaban: los estrategas conservadores del Pentágono y los “think tanks” han estado propagando viejas teorías geopolíticas de los años 40 desde finales de los 90. En consecuencia, afirman muchos de ellos, los Estados Unidos deberían evitar que las regiones clave del mundo –como Eurasia y el Pacífico occidental- caigan bajo la influencia de Rusia o China. Ambos países, de hecho, ahora se presentan oficialmente como Estados que están tratando de formar un mundo opuesto a los intereses y valores de Estados Unidos y del mundo occidental.
El pensamiento geopolítico también ha vuelto a cobrar fuerza en Rusia y China. Mientras Mijaíl Gorbachov se mostraba escéptico sobre la geopolítica, en 2005 el presidente ruso Vladimir Putin declaró el colapso de la Unión Soviética "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX". Y esta afirmación, por cierto, la repite cada vez que se presenta la oportunidad. Más tarde revivió el nombre geográfico "Nueva Rusia", que significa la anexión del sur y el este de Ucrania a Rusia, si no es que de Ucrania completa. El líder del partido comunista y presidente de la República Popular China, Xi Jinping, a su vez, declaró en su discurso en la conferencia del partido en 2017 que su país sería una potencia fuerte con un liderazgo a nivel mundial para el año 2050.
El Presidente ruso Vladimir Putin, hace unos días, en la cumbre de la “Unión Económica Euroasiática” (UEEA), inmediatamente antes del aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, se presentó como el protector del legado soviético. El líder del Kremlin afirmó que la UEEA, encabezada por Moscú, es una herramienta eficaz contra las sanciones occidentales impuestas debido a la invasión a Ucrania. Esta asociación de Estados ha demostrado su eficacia frente a "la política de sanciones y de desmantelamiento de muchos pilares del comercio internacional llevada a cabo por algunos países", afirmó Putin el miércoles 8 de mayo en la cumbre de aniversario en Moscú. Además de Rusia, la unión fundada hace diez años incluye a Armenia, Bielorrusia, Kazajstán y Kirguistán.
La UEEA es una asociación de Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Rusia para formar un mercado interno con una unión aduanera en el noreste de Eurasia. Esta Unión Económica surgió de la Comunidad Económica Euroasiática con efectos a partir del 1° de enero de 2015. El acuerdo fundacional fue firmado el 29 de mayo de 2014 por Bielorrusia, Kazajstán y Rusia; Kirguistán se unió en el 2015. El objetivo de esta unión económica es facilitar el intercambio de bienes, capital, servicios y mano de obra. Además, los cinco países quieren coordinar algunos ámbitos de su política económica siguiendo el ejemplo de la Unión Europea (UE).
Originalmente, el gobierno ruso intentó incluir a Ucrania en los planes para la Unión Económica Euroasiática, pues el poder económico ucraniano es muy considerable, además de su posición geográfica y de su elevada producción agrícola. De hecho, en agosto de 2013, Ucrania solicitó la condición de observador en la UEEA. Sin embargo, bajo la presidencia de Viktor Yanukovich, el gobierno ucraniano también se fijó el objetivo de firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea en noviembre de 2013. Este acuerdo de asociación, empero, fue suspendido debido, por un lado, a diferencias políticas entre Ucrania y la Unión Europea y, más aún, debido a las presiones de Rusia para que Ucrania no se acercara a los países occidentales. Este anuncio provocó la revuelta popular llamada “de Euromaidan” en Kiev y el consiguiente derrocamiento del presidente Yanukovich. El gobierno interino ucraniano firmó el acuerdo con la UE en la primavera de 2014. En esta última fase de la revuelta tuvo lugar la anexión ilegal de la península de Crimea por parte de Rusia, al tiempo que el Kremlin intensificaba sus esfuerzos desestabilizadores contra Ucrania. Las relaciones entre ambos países se deterioraron drásticamente y culminaron con la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022.
Al margen de la cumbre, Putin mantuvo en estos días conversaciones con el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan. La relación entre ambos se considera como muy tensa, debido a que Moscú ve con recelo la reorientación de Pashinyan hacia el occidente. Armenia, a su vez, acusa a Rusia, su antigua potencia protectora, de haberle dado la espalda durante la guerra contra Azerbaiyán por la región de Nagorno-Karabaj. En este conflicto, Armenia fue derrotada por Azerbaiyán. Moscú ha intentado infructuosamente desde hace años atraer nuevos miembros a la UEEA para promover los procesos de integración en la región entre Europa y Asia y formar un contrapeso frente a la UE, pero hasta ahora el proceso ha sido lento. Sólo otros dos países, Uzbekistán y Cuba, tienen estatus de observadores. Los Estados miembros han aprobado ahora el inicio de negociaciones con Mongolia sobre una zona de libre comercio. Aquí se ve la importancia que tenía Ucrania en los planes originales de la UEEA, pues sus miembros, fuera de Rusia, son económicamente muy poco impresionantes.