La piedra angular de la fe cristiana es la resurrección de Cristo, tal elemento es el Milagro de milagros o el Signos de signos por el cual Jesucristo da testimonio de ser el enviado del Padre e Hijo del verdadero Dios, quien ha habitado entre los seres humanos como uno de ellos. El apóstol Pablo llega a mencionar que si Cristo no resucitó, entonces vana es la predicación evangélica y vana es también la fe cristiana (1 Corintios 15:14).
Inclusive, en una perspectiva histórica dejando la fe de lado. La trascendencia del mensaje y obra de Jesús de Nazareth en la humanidad, se debe a que su resurrección se volvió aquello que movió a sus discípulos a la predicación de la Buena Nueva que será conocida como religión cristiana. Aunque algunas personas piensen que la resurrección de Jesucristo es un elemento fantástico, no pueden negar que sin ese elemento el cristianismo no hubiese tenido el impacto histórico cultural que ha presentado. Lo importante a destacar es que según la cita bíblica antes referida (1 Corintios 15:14), se evidencia que los mismos cristianos son (o deben de ser) conscientes de que la resurrección de Cristo es todo lo contrario a un hecho fantástico, es decir, la resurrección es el hecho real que experimentó Jesucristo.
La resurrección de Jesucristo como hecho real en la fe cristiana admite la conciencia de que no es un elemento fantástico. Pues su realidad está fundada en la situación de la tumba vacía y en el testimonio de las apariciones corporales del mismo Jesucristo resucitado.
La tumba vacía en donde fue depositado el cuerpo de Jesús de Nazareth, por sí misma, no es un elemento que pueda ser invocado a favor de la resurrección. Como prueba de lo anterior se tiene el relato del evangelio de Juan 20:11-15. en donde se dice que María Magdalena se encuentra fuera del sepulcro llorando porque se han llevado el cuerpo de su Señor y no sabe dónde lo han puesto. En otras palabras, María Magdalena recurre a la explicación más sencilla en primera instancia: se han robado el cuerpo de Jesús y ella desea encontrarlo. En ese mismo relato evangélico se dice que María observa al cuidador del huerto (quien es Jesús resucitado, pero ella no lo sabe aún), y le interroga sobre el cuerpo para que vaya a buscarlo, dando por supuesto que el cadáver de Jesús ha sido sustraído de la tumba y abandonado por ahí.
La tumba o sepulcro vacío por sí mismo solamente es indicador de que el cuerpo de Jesús ha desaparecido, dejando la posibilidad de que el cuerpo haya sido robado, como lo asumió María Magdalena.
Sin embargo, el texto evangélico de Juan 20:3-8 dice: “Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro, se inclinó y vio las vendas en el suelo, pero no entró. Llegó también Simón Pedro siguiéndole, entró en el sepulcro y vio las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.”
La forma en que se encuentran las vendas y el sudario son indicadores de que el cuerpo de Jesús muy probablemente no fue robado. En efecto, jugando un tanto a Sherlock Holmes, el escenario de la desaparición del cuerpo, la tumba vacía, hace pensar en primera instancia que el cuerpo de Jesús ha sido sido robado, esto abre dos escenarios:
- Los ladrones se llevaron el cuerpo de Jesús junto con el sudario y sus vendas, lo cual, por cierto, era lo más probable porque resultaba más rápido y práctico el robo. Pero este escenario choca con la evidencia contraria, luego, queda descartado.
- Los ladrones se llevaron el cuerpo de Jesús desnudo dejando el sudario y las vendas en la tumba. Pero en este segundo escenario queda la siguiente pregunta: ¿Qué ladrones tan educados y ordenados dejan el sudario que cubrió la cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte? Este segundo escenario es posible, pero muy poco probable.
Otro escenario es que el cuerpo de Jesús haya salido de la tumba por sí mismo, o sea, que hubiese resucitado. Por eso dice el texto bíblico: “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.”
En resumen, la conciencia cristiana de la resurrección de Jesucristo toma en cuenta la situación (de las vendas y el sudario) en la cual se encontró la tumba o sepulcro vacío como se ha descrito en estas líneas. Otro elemento que se suma a esa conciencia cristiana de la resurrección son las apariciones corporales, no fantasmales, de Jesús; pero de este segundo punto el autor de este escrito ya no tiene espacio, y a ver si hay tiempo, de más adelante, escribir sobre las apariciones corporales de Jesús.