El beato Nicolás Steno, gran científico y obispo
27/11/2024
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Profesor Investigador Escuela de Relaciones Internacionales

Hoy queremos dedicar esta columna que perpetramos tozudamente cada semana a uno de los más brillantes protagonistas del mundo científico no sólo del siglo XVII, sino de la historia de las ciencias en general. Estamos hablando del científico danés Nicolás Steno, quien nació en 1638 en Copenhague y murió en 1686 en Schwerin (Alemania). Está enterrado en la iglesia de San Lorenzo, en Florencia. Su nombre en danés es Niels Steensen. 

Estudió medicina en su ciudad natal, en Amsterdam y en Leiden (Países Bajos). Entre otras muchas cosas, descubrió la glándula parótida y el “conducto parotídeo”, llamado en su honor “conducto de Steno”, principal conducto salival del cuerpo humano. Explicó también la estructura muscular del corazón, echando para abajo las teorías válidas hasta ese momento, que no veían en el corazón la naturaleza de un músculo. Sus estudios sobre la anatomía del cerebro le dieron fama en toda Europa. En la Toscana continuó sus estudios científicos, en donde escribió la descripción más detallada hasta ese momento de los ovarios humanos. A él se debe la primera descripción completa del aparato lacrimal.

También realizó estudios anatómicos en animales, como tiburones, corderos y moluscos; además, realizó estudios sobre fósiles y ganó fama dentro de las entonces nacientes ciencias experimentales. 

Hay dos obras de este hombre de ciencias danés que son fundamentales en la historia de la ciencia: nos referimos al Discours sur l’anatomie du cerveau (“Discurso sobre la anatomía del cerebro”) y al De solido intra solidum Naturaliter contento Dissertationis Prodromus (“Introducción a un discurso sobre un cuerpo sólido incluido de forma natural dentro de otro cuerpo sólido”). En la primera, Steno aboga por una nueva metodología para el estudio de la anatomía del cerebro, pero que va más allá de la neuroanatomía. Se revela, además, como un precursor de la técnica de disección de las fibras para estudiar la estructura interna del cerebro. La obra debe ser entendida dentro de su contexto: en esa época, los debates sobre las funciones del cerebro eran sumamente encendidas, y Steno, basándose en sus observaciones científicas, se lanza contra algunas tesis defendidas por dos personajes muy influyentes sobre el tema: Thomas Willis (1621-1675, uno de los fundadores de la Royal Society), y René Descartes (1596-1650), quienes decían, entre otras inexactitudes, que el corazón era el centro del “calor vital”. Steensen era partidario de un estudio multidisciplinar de la neuroanatomía, que debería abrirse a la embriología, a la anatomía comparada y a la anatomía patológica. 

Steno privilegiaba la experimentación y la observación de los fenómenos, alejándose de las percepciones mecanicistas y especulativas. Así, en una disección pública, demostró que la glándula pineal es inmóvil y que se encuentra adherida a los tejidos periféricos. Descartes, fallecido unos años antes, y sus seguidores afirmaban que esta glándula giraba y controlaba todo el cuerpo. Lo que Steno reprobaba del filósofo francés no era su método, sino que él mismo lo había ignorado. 

Por si fuera poco, en “De solido…”, el científico danés demostró el origen biológico de los fósiles, introdujo conceptos como “estrato” y “sedimento”, formuló los principios básicos de la geología estratigráfica, que hacen posible acceder a la datación relativa de su formación, explicó el proceso de crecimiento de los cristales y formuló la primera ley de la cristalografía (“Ley de la constancia del ángulo diedro”). Por eso no debe extrañarnos que otro famoso polímata, Alexander von Humboldt (1769-1859), dijese sin ambages que Niels Steensen era el “padre de la geología”. En efecto: con estos hallazgos, Steno sentó las bases de tres disciplinas: paleontología, cristalografía y geología (y de la estratigrafía, como ciencia auxiliar de esta última).

Lo extraordinario y admirable en Nicolás Steno hay que buscarlo más allá de los resultados de sus investigaciones, es decir, en el método que empleaba y en la consideración de la dimensión temporal en el estudio empírico de la naturaleza. Esto quiere decir que rechazaba la estabilidad fundamental de las estructuras naturales tanto orgánicas como inorgánicas, que era la idea predominante en el siglo XVII. Steno no se contentó con analizar sus objetos de estudio con el único fin de describirlos y clasificarlos o para entender cómo funcionaban, sino que se pregunta cuáles son las leyes atemporales que rigen a estos objetos.

Niels Steensen personifica perfectamente la transición de la percepción de un mundo estático y mecánico a la percepción de un mundo más dinámico y en evolución. Su demostración del significado de los fósiles y la metodología que empleó al respecto son esenciales para el reconocimiento de la edad de la Tierra y en la formulación de las teorías evolutivas. El Prodromus debe ser considerado como un texto fundador de la ciencia geológica y uno de los textos más valiosos en la historia de la ciencia. A mí en lo particular me impresiona la frase con la que comienza su “Discurso sobre la anatomía del cerebro”, pues muestra la esencia del pensamiento científico moderno y la filosofía de la ciencia en la que descansaba su trabajo: “En lugar de prometerles satisfacer su interés sobre la anatomía del cerebro, les confieso aquí, honesta y francamente, que no sé nada sobre ella”. A partir de esta ignorancia reconocida es que se lanza a la búsqueda del conocimiento.

En la década de 1660, Steno pasó un tiempo en Florencia, invitado por el Gran Duque Fernando II (1610-1670), colaborando con académicos de la prestigiosa Accademia del Cimento (“Academia del Experimento”), fundada en 1657. Esta fue nada menos que la primera academia científica con una estructura y organización moderna. Su objetivo era continuar con las tareas científicas de Galileo Galilei (1564-1642), pero paulatinamente fue ampliando sus ámbitos de interés, poniendo el acento en la experimentación como el fundamento científico de sus miembros.

Sería en verdad muy prolijo enumerar los descubrimientos científicos de Steno. No sólo se interesó por la anatomía del cuerpo humano y de animales, sino que se dedicó con esmero a lo que hoy llamamos paleontología y geología. También disecó la cabeza de un enorme tiburón que unos pescadores capturaron en Livorno. Estudiando los dientes, se dio cuenta de que había similitudes entre ellos y las llamadas “piedras de lengua” de Malta, que la leyenda atribuía a que eran lenguas de serpientes que San Pablo había convertido en piedras. Los resultados de esta disección aparecieron en su libro Elementorum myologiae specimen. Como dato curioso, Steno también demostró, después de analizar la cabeza de un ternero con hidrocefalia, que la glándula pituitaria nada tenía que ver con esta enfermedad, echando abajo las teorías de aquella época.

Este erudito danés dominaba diez idiomas: además de su lengua materna, el danés, aprendió alemán, latín, griego, hebreo y árabe. Después aprendió también neerlandés, francés, italiano e inglés.

Aunque bautizado en la fe luterana -era hijo de un pastor luterano-, su constante búsqueda de la verdad lo condujo paulatinamente al catolicismo, por lo que a fines de la década de 1660 se convirtió. Su camino en la Iglesia católica no se detuvo allí: Steno se ordenó sacerdote en Italia y trabajó como párroco en comunidades de mayoría luterana en el norte de Alemania, en donde llevó una vida de pobreza y ascetismo, a la vez que trataba de tender puentes de entendimiento entre su comunidad católica y la población protestante. Más tarde fue nombrado obispo y se desempeñó como vicario apostólico en el norte de Alemania, pero no cambió su forma de vivir ni sus objetivos pastorales. Así que Steno es no solamente uno de los exponentes más renombrados en la historia de las ciencias naturales, sino uno de los más importantes precursores e impulsores del ecumenismo entre comunidades cristianas.

Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1988 y declarado santo patrono de los científicos. Podemos decir que es el primer científico moderno en ser beatificado. En la homilía pronunciada durante la misa de beatificación, el 23 noviembre de 1988, Juan Pablo II resaltó la unidad de pensamiento y de vida con la que Nicolás supo observar la Naturaleza: “Toda la vida de Steensen ha sido un incansable peregrinar en la investigación de la verdad, de la verdad científica y de la verdad religiosa, con la convicción de que todo descubrimiento, aunque sea modesto, constituye un paso adelante hacia la Verdad Absoluta, hacia aquel Dios del que depende todo el universo”. Sin duda alguna, la vida y obra de este beato es una riquísima e inagotable fuente de inspiración para quienes buscamos la concordancia de la fe y la razón, de la fe y el pensamiento científico moderno.

Su festividad se celebra hoy, 25 de noviembre.