El Pueblo que construyó Andrés Manuel López Obrador
16/01/2025
Autor: Mtro. Carlos Ramos Rosete
Cargo: Profesor de Formación Humanista

Todo analista serio en política afirma que el movimiento de la cuarta transformación encabezado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumió como principio directriz un modo populista de conseguir y mantenerse en el poder.

Nominalmente hablando, el término populismo remite a la palabra pueblo. Y he aquí la pregunta: ¿quién es el pueblo? O más exactamente hablando ¿qué es el pueblo dentro de un esquema populista?

Una característica del populismo es que el llamado pueblo va ser construido por un líder carismático quien es la voz del mismo pueblo a construir. En este aspecto AMLO siempre se presentó como la voz legítima del pueblo.

Ante la existencia de problemas sociales que afectan a una comunidad de un modo importante lesionando a varios grupos del entramado social, el líder populista por medio de su discurso comienza a construir un pueblo agraviado que reclama justicia inmediata en nombre de toda la sociedad. Aquí es importante precisar. La situación de injusticia o agravio es real, así como un legítimo deseo de justicia que urge satisfacer. Lo que hace el líder populista es llevar a cabo una ecuación entre situación de agravio y pueblo, es decir, el pueblo es pueblo en cuanto que está agraviado por una situación de injusticia en donde el líder populista se presenta como el salvador.

El discurso del líder populista gira en torno al sentimiento o la emoción y no tanto en una razonada argumentación. El pueblo del populismo se construye escuchando un discurso altamente sentimental o emocional y muy poco argumentativo. En el discurso populista las palabras u oraciones clave son expresiones emocionales que conllevan dos elementos. Uno. Remarcar aquellas situaciones de injusticia social haciendo que la molestia social evolucione hacia un odio. Dos. Exaltar que en el movimiento que encabeza el líder (en este caso la cuarta transformación) se encuentra la solución esperanzadora de los problemas sociales. La cuestión de fondo es que en tal discurso no existe una argumentación detallada de cómo resolver las problemáticas sociales en donde existen injusticias, solamente existe la exaltación de lo injusto y la promesa esperanzadora de resolverlas.  Esta es la razón por la cual es difícil o casi imposible dialogar con un discurso populista. Dialogar implica poner en común dos logos, dos argumentaciones basadas en la razón. Pero ante el discurso populista, la razón choca con una muralla de sentimientos exaltados disfrazados de argumentación “racional”. 

En tal discurso populista la propaganda juega un papel vital. Con relación a la propaganda el autor de este artículo encontró el siguiente párrafo que al parecer lo mencionó Adolf Hitler (no he podido verificar el dato) que reza así: “Mediante una constante e inteligente aplicación de la propaganda, le gente puede ser llevada a ver en el Paraíso un Infierno, y también al contario: considerar un estilo de vida terriblemente sufriente como un Paraíso. Creerán más en una gran mentira que en una pequeña. Es una suerte para los líderes que la masa carezca de cerebro”.

Frases como: “Estamos mejor con López Obrador”, o “La pandemia (covid-19) nos tocó con el mejor gobierno de la historia de México”, o bien “La pandemia (covid-19) nos cayó como anillo al dedo”, e igualmente la expresión: “Tan bien que íbamos antes de la pandemia (covid-19)”. No dejan de reflejar aquella consecuencia de la propaganda relativa a considerar un estilo de vida terriblemente sufriente como un paraíso. Por cierto, alguien podría decir que en las anteriores frases, existe contradicción entre: “La pandemia nos cayó como anillo al dedo” y “tan bien que íbamos antes de la pandemia”. No hay que olvidar que el mecanismo de la propaganda hace creer como verdad una gran mentira, y se podría agregar, aunque esa gran mentira quede evidenciada por una gran contradicción, pues, al fin y al cabo, es una suerte para los líderes que la masa carezca de cerebro, o bien de una cultura política.

Todos aquellos ciudadanos que no se sumen al reclamo de justicia monopolizado por el discurso populista cuyo centro es el movimiento de esperanza, o sea la cuarta transformación, entonces comienzan a ser ubicados como el anti-pueblo que se encuentran coludidos con aquellos que fomentan y promueven la injusticia social que lastima gravemente al pueblo. Dando lugar al siguiente falaz razonamiento: Si estás en contra de las injusticias sociales entonces estás a favor de la cuarta transformación. Es así que no estás a favor de la cuarta transformación, por lo tanto, estás a favor de las injusticias y con quienes las promueven. Luego, estás en contra del pueblo.

El discurso populista hace que ese pueblo resentido y sediento de justicia gire en torno al líder del movimiento de esperanza, el cual ya habla y actúa en nombre del Pueblo, así con P mayúscula. La relación líder carismático y pueblo es en nombre del Pueblo, en donde el líder se presenta como portavoz y servidor del Pueblo. El discurso populista se arma de tal manera que el líder se vuelve casi insustituible para que el pueblo pueda expresarse y demande justicia, es decir, aunque el pueblo en teoría puede quitar al líder (el pueblo pone, el pueblo quita), en la práctica la legitimación del pueblo pasa por la persona del líder quien habla en nombre del mismo Pueblo. Inclusive, los deseos del líder se hacen deseos del Pueblo y viceversa, que pueden ser reafirmados por consultas populares (Se ha consultado al pueblo y el Pueblo ha decidido). 

En resumen, AMLO y su cuarta transformación a partir de una ciudadanía fueron construyendo un pueblo para luego hablar en nombre del Pueblo. Y finalmente ese Pueblo, con P mayúscula, es lo que hace y decide la cuarta transformación.