El nuevo gobierno cognitivo: ¿Crisis o evolución en la educación?
18/02/2025
Autor: Dr. Rodolfo Cruz Vadillo
Cargo: Profesor Facultad de Educación

Vivimos en una era en la que la digitalización ha transformado radicalmente la manera en que aprendemos, pensamos y nos relacionamos con el conocimiento. La emergencia de un nuevo gobierno cognitivo, que regula nuestra atención, percepción del tiempo y hábitos de aprendizaje, ha generado un fuerte debate en el ámbito educativo. Mientras algunos ven con preocupación los efectos negativos de la hiperestimulación digital, otros encuentran en esta transformación una oportunidad para flexibilizar los modelos pedagógicos tradicionales.

La pregunta central es: ¿estamos ante una crisis de la educación o frente a una evolución necesaria? Los detractores de esta transformación alertan sobre sus efectos adversos en la educación y la vida cotidiana. La constante exposición a videos cortos, plataformas interactivas y notificaciones instantáneas ha reducido la capacidad de concentración de niños y jóvenes, dificultando el desarrollo de un pensamiento profundo y sostenido.

La inmediatez digital ha generado una modificación en la experiencia del tiempo, donde los estudiantes esperan respuestas instantáneas y encuentran tedioso cualquier esfuerzo prolongado. Esta dinámica, lejos de fomentar la paciencia y la capacidad de resolución de problemas, promueve la impulsividad y la ansiedad.

El exceso de pantallas ha traído consigo problemas de visión, fatiga cognitiva y estrés, especialmente en niños pequeños. A esto se suma la dificultad para desconectarse de un entorno digital sobrecargado de estímulos, afectando el descanso y la introspección. Lo que hace pensar que las formas de interacción en las redes sociales no solo representan un desdoblamiento o extensión de las que se realizan de manera personal. Siendo un producto de la mercantilización del tiempo y, por ende, de la afiliación excesiva con formatos digitales que están pensados en tener el mayor tiempo posible a los usuarios. Aspecto que también hace pensar en la mutua usabilidad de las redes (relación bidireccional entre el usuario y la red).

¿Y si no es solo una crisis, sino una evolución?

Por otro lado, hay quienes defienden que la transformación digital es una oportunidad para cuestionar la rigidez de la política cognitiva tradicional y abrir espacio a nuevas metodologías más inclusivas y adaptadas a la diversidad de aprendizajes. La educación tradicional ha sido inflexible con la diversidad cognitiva, exigiendo a todos los estudiantes atender de la misma manera durante largos periodos de tiempo. Hoy, el acceso a la tecnología permite personalizar los procesos de enseñanza, facilitando la comprensión a diferentes ritmos.

Antes, el conocimiento estaba centralizado en la figura del maestro. Hoy, los estudiantes tienen acceso a una multiplicidad de fuentes de aprendizaje, lo que puede democratizar la educación y fomentar la autonomía. En lugar de insistir en una atención sostenida y estática, la educación podría integrar modelos donde la atención oscilante sea parte de la dinámica de aprendizaje, combinando momentos de alta concentración con pausas estratégicas y contenido interactivo.

En lugar de considerar que los estudiantes que no encajan en el modelo tradicional tienen problemas, podríamos redefinir el concepto de diversidad cognitiva y diseñar estrategias pedagógicas que se adapten a sus necesidades sin etiquetarlos como deficientes. Desde esta perspectiva, el nuevo gobierno cognitivo no debe ser visto solo como una amenaza, sino como una oportunidad para transformar la educación y hacerla más inclusiva, flexible y alineada con la realidad contemporánea.

Hacia un equilibrio entre flexibilidad y profundidad

Es innegable que la digitalización ha cambiado las reglas del juego en la educación. La pregunta no es solo si este cambio es bueno o malo, sino cómo podemos gestionarlo de manera responsable. Alternar entre atención sostenida y fragmentada: combinar estrategias tradicionales con dinámicas digitales interactivas. Fomentar la metacognición: ayudar a los estudiantes a entender cómo funciona su atención y cómo pueden autorregularse. Evitar la medicalización de la diversidad cognitiva: reconocer que no todos aprenden igual y que eso no es un problema, sino una oportunidad de innovación educativa.

El desafío es no caer en la nostalgia del pasado ni en la aceptación ciega de la hiperestimulación digital, sino encontrar un punto intermedio donde el aprendizaje sea dinámico, pero sin perder la capacidad de reflexión y profundidad. La educación del futuro no debe ser ni una prisión del pensamiento lento ni una fábrica de atención dispersa, sino un espacio donde la diversidad de ritmos y estilos cognitivos convivan y se potencien mutuamente.

El gobierno cognitivo en nuestras manos

Estamos en una encrucijada. La manera en que decidamos abordar el nuevo gobierno cognitivo determinará el futuro de la educación y, en última instancia, el tipo de sociedad que construiremos. Si permitimos que la hiperestimulación defina el aprendizaje sin regulación, podríamos enfrentarnos a generaciones con dificultades para el pensamiento crítico y la introspección. Pero si insistimos en un modelo rígido y descontextualizado, corremos el riesgo de excluir a quienes ya no encajan en él.

El reto es diseñar una educación que no renuncie a la profundidad del pensamiento, pero que también sepa adaptarse a los cambios tecnológicos. Porque si algo es seguro, es que el futuro de la cognición ya está aquí y depende de nosotros darle la mejor forma posible.