De todos es sabido que los líderes populistas no conocen mucho acerca de las complejidades del escenario internacional, ni les interesa mucho adentrarse en ello. Su discurso político está encaminado fundamentalmente a sus bases electorales, es muy simple y ramplón -para que estas lo entiendan- y tiene tres pilares principales: el mito del pasado glorioso y cómo volver a él, la identificación y búsqueda de enemigos (la mafia del poder, los inmigrantes, la prensa libre, etc.) y la destrucción de las instituciones democráticas. Si a esto le agregamos algunas características individuales propias del líder populista que estemos analizando, el cuadro puede empeorar, por ejemplo: si tiene mucho poder, si es narcisista, si es intelectualmente muy limitado, si no tiene escrúpulos, si miente compulsivamente, etc. Generalmente, sin importar que el populista sea güero o tropical, provocan muchos daños a sus países y a otros, daños a veces irreversibles en el mediano y largo plazo.
Esto parece que ocurrirá en el plano mundial si Donald Trump hace que Vladimir Putin se salga con la suya en Ucrania. Lamentablemente, parece que esto será lo que suceda. Siguiendo los lineamientos que todo populista que se precie a sí mismo debe respetar, Trump había afirmado varias veces que “en 24 horas” terminaría la guerra en Ucrania. Nunca dijo cómo, pero ahora, en su tercera semana como presidente de los EE. UU., ya se comunicó vía telefónica con Putin (de quien se siente muy cercano) y todo parece indicar que la “paz” que ambos mandatarios arreglen será a costa de Ucrania. No es nada sorprendente, entonces, que haya más optimismo en Rusia y en China que en Ucrania y en la Unión Europea (UE).
En primer lugar, a los países de la UE y a Kiev no les agradó que Trump hablara primero con Putin y no con ellos, que se supone son sus aliados. Creo que hubiera sido más cortés y más práctico hablar primero con los amigos europeos y con Zelenski, antes de comunicarse con Putin. Ya lo expresó claramente Josep Borrel, diplomático español y ex alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Seguridad: es un error de Trump llegar a acuerdos con Putin dejando de lado a la UE y a Ucrania. Parecería, según Borrel, que Trump, Putin y Xi Jinping estuviesen acordando un nuevo reparto del poder en el mundo. Pero nada debe decidirse sobre Ucrania sin tomar el parecer de Ucrania. Además, según el experimentado diplomático español, es ingenuo ir a negociar cediendo todo desde un principio y a cambio de nada. Esto empeora si recordamos que el adversario con el que hay que negociar es un tirano como Putin, hábil en la mentira y en el engaño, con más experiencia que Trump, más inteligente y ducho que él y que tiene a su víctima -Ucrania- en el hocico, lo cual le da una mejor posición al sentarse a negociar.
Si Putin se sale con la suya, esto no será un avance hacia una paz verdadera y duradera, sino que será un avance muy claro hacia una próxima gran guerra en Europa. Ahora estoy seguro, realmente seguro, que esa guerra de la que hablo no se limitará a Ucrania, sino que tendrá lugar en Europa en los próximos años. Las señales sobre esto son muy claras: tanto Ucrania como la UE están siendo ignoradas por Trump, lo que significa que, si se pactase un alto al fuego, la situación no durará mucho sin el apoyo militar estadounidense y sin garantías de seguridad serias para Ucrania. Sin embargo, Trump no quiere comprometerse a nada. Además, Estados Unidos dejó claro en estos días en Bruselas que espera concesiones de Kiev: una renuncia a su deseo de pertenecer a la OTAN y celebrar elecciones presidenciales lo antes posible. Además, los europeos deberían apoyar en gran medida a Ucrania por su cuenta y asegurar la paz militarmente, sin tropas estadounidenses. O sea: Europa deberá armarse a sí misma para prepararse ante la próxima agresión rusa y a la vez seguir ayudando militarmente a Ucrania.
Pero lo más probable es que Putin no tome en serio un alto al fuego. Para Rusia, estas negociaciones sólo servirán para crear condiciones más favorables para continuar la guerra y después extenderla al resto de Europa. Es decir, se trata de ganar tiempo para rearmarse, rehacerse, recomponerse y reanudar la pelea en mejores condiciones que las que privan en estos momentos. Y eso es lo que logró Putin con su llamada telefónica, halagando y engañando a Trump, que cayó inocentemente.
Podemos preguntarnos aquí qué le habrá pedido Putin a Trump. Para tratar de responder a esta incógnita no debemos olvidar algo muy importante: la personalidad del presidente estadounidense y la sagacidad del mandatario ruso. Trump es una persona extremadamente limitada y narcisista y, como resultado, se ha enamorado completamente de Putin y de lo que este representa. Putin conoce más y mejor a los líderes occidentales que estos a él. Todo parece indicar que el líder ruso, hábil como es, personalmente lo llenó de alabanzas, como se desprende de las declaraciones de Trump al terminar la llamada telefónica. Vladimir, el experimentado y ladino ex agente del KGB, se llevó al baile y detrás de los arbolitos al inocente e ignorante Donald, y a este incluso le gustó.
El problema ahora es que Europa no puede, por sí sola, mantener a Ucrania en la guerra, ni en esta que se está librando ni en la que viene. Tampoco tiene mucho sentido pensar en cómo llegar a un acuerdo con Trump, pues, además de que no se puede confiar más en él, ha mostrado, a la hora de la hora, ser un verdadero cobarde que inmediatamente se echa para atrás ante Estados o mandatarios que se le plantan enfrente y que lo amenazan con graves consecuencias. Ya le temblaron las rodillas frente a China, Corea del Norte e Irán, y ahora sucumbe ante los encantos de Putin (“encantos”, desde los ojitos de Trump, se entiende). En lugar de ser amable con él, Europa necesita mostrar fuerza, unidad y energía para generar contrapresión.
No debería haber tabúes: retirarse inmediatamente del Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares sería una amenaza que valdría la pena considerar, además de que estaría legalmente justificada. Es extremadamente improbable que Trump utilice la energía nuclear estadounidense en caso de una confrontación para detener un ataque a Europa. Trump no moverá un dedo para acudir en ayuda de Europa, eso debemos tenerlo claro. Que eso sea el fin del poderío estadounidense es algo que está demasiado lejos de su limitada comprensión de las cosas.
El Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares establece que los Estados poseedores de dichas armas se comprometen con el objetivo de un desarme nuclear completo, mientras que los Estados no poseedores de armas nucleares se comprometen a renunciar a tenerlas. Sin embargo, hemos visto que las potencias nucleares, tanto Rusia como Estados Unidos, han incumplido totalmente sus obligaciones, porque estas también se aplican a la seguridad de los demás Estados según la Carta de la ONU. Rusia ya ha roto esto y los estadounidenses hacen como que no ven y hasta parecería que ahora están chantajeando a los europeos.
Europa debe analizar fría y rápidamente la necesidad de contribuir entre todos a un programa común europeo de armas nucleares. Creo que esta es la única manera de preservar la independencia y la seguridad europeas. En esta columna que perpetramos cada semana lo hemos dicho muchas veces, pero insisto en ello, con toda claridad: para Rusia no se trata de Ucrania, para Rusia se trata de dominar Europa. La destrucción de Ucrania es el primer paso para dominar Europa; ahora, con las concesiones que parece que le dará Trump a su amado Putin, este objetivo está al alcance de la mano rusa. Para la seguridad europea, es fundamentalmente esencial que dispongan de un elemento de disuasión nuclear fiable, pues ya es claro que tampoco en el terreno militar puede uno confiar en los gringos.
A Europa le urge un elemento de disuasión nuclear que pueda complementar las capacidades de Francia y del Reino Unido y que pueda disuadir y repeler a los rusos. Ucrania fue invadida porque, después de firmar el Memorando de Budapest y el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, se quedó sin capacidades de disuasión atómica frente a Rusia. Actualmente, aunque el ejército ruso esté muy golpeado por Ucrania, sigue teniendo más efectivos que los ejércitos europeos. Ya lo dijo el impresentable secretario de defensa estadounidense Hegseth en Bruselas: los europeos tienen que hacerse cargo de toda su defensa convencional, puesto que, si Rusia gana en Ucrania, habría, dentro de Europa, un ejército agresor ebrio de victoria y pleno de autoconfianza, que sólo podría ser repelido por la amenaza nuclear estadounidense. Pero ya nadie puede confiar en los antiguos aliados.
Otro problema es que, desde el punto de vista de Putin, es más ventajoso empezar la guerra para dominar Europa lo más pronto posible. Yo creo que Rusia tardará unos cinco años en rehacerse militarmente, o quizá menos. Incluso si Europa invirtiera el cinco por ciento de su PIB en armamento desde ahora mismo, llevaría tiempo producir el armamento, reclutar y entrenar soldados, organizar la defensa, construir infraestructura para la protección de la población civil, etc. Por eso, cuanto antes ataque Putin, mejor para él. Ucrania está derramando la sangre de sus jóvenes soldados para darle tiempo a Europa de modernizarse para la defensa. Pero Ucrania no podrá resistir sola ante el enorme poderío ruso.
Los europeos están pagando sus errores de los últimos 30 años: confiar en Putin, hacer negocios con él y descansar toda su defensa en los hombros de los estadounidenses. Ahora es importante hacer todo lo posible para evitar la guerra que parece aproximarse, apoyando militarmente a Ucrania y emprendiendo un rearme masivo sin límites.
Es una lástima, pero los electores de muchos países del mundo han soltado a los chivos populistas y los han encumbrado. Ahora a ver quién se animará a recoger los destrozos.