El Cónclave ya inició. Aunque las votaciones bajo los imponentes frescos de la Capilla Sixtina comenzarán la tarde del 7 de mayo, por estas horas se vive una intensa conversación cruzada en Roma. De ella forman parte los protagonistas de primer orden, los cardenales, pero también otros actores de reparto: oficiales de la Curia Romana, religiosos, clérigos varios y una serie de personajes que gravitan en torno a la Santa Sede.
Es la cadencia del Cónclave, el timing (inglés) o tempistica (italiano). Las acciones de este debate se consuman en privado. No solo tienen lugar durante las Congregaciones Generales, las reuniones formales que los miembros del Colegio Cardenalicio tienen cada día en el Aula Nueva del Sínodo, un auditorio del complejo Aula Pablo VI del Vaticano.
En esas asambleas los 134 cardenales con derecho a elegir al sucesor de Francisco pueden verse las caras, todos juntos. En ellas, además de ser parte de ciertas decisiones logísticas como la determinación de la fecha de inicio del Cónclave, tienen la oportunidad de escucharse. Cada uno de ellos dará un discurso, de 3 a 5 minutos. Abordarán los desafíos de la cristiandad y las cualidades de quien deberá guiar la barca de Pedro en los próximos años.
Estas sesiones de Pre-Cónclave son fundamentales. Baste recordar que, en 2013, un cardenal deslumbró con su discurso: habló del misterium lunae de la Iglesia, llamada a brillar pero solo como reflejo la luz de otro: de Cristo. Ese cardenal fue Jorge Mario Bergoglio.
Tanto impactó aquella intervención, que el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega y Alamino, le pidió al entonces cardenal de Buenos Aires una copia escrita de sus palabras. Bergoglio le respondió que no, pero le obsequió una hoja con sus notas desordenadas. El purpurado cubano la guardó como un pequeño tesoro, convencido que aquel compañero argentino llegaría muy lejos.
Hasta este lunes 28 de abril se llevaron a cabo 5 Congregaciones Generales, con más de 180 cardenales asistentes y un centenar de electores, de los 134 que se esperan. Sólo en la mañana de la quinta congregación, se escucharon en el aula 20 discursos. Aunque no se sabe quiénes intervinieron, electores o no, sus mensajes abordaron la relación con el mundo contemporáneo, la evangelización y el vínculo con otras religiones, e incluso los abusos sexuales en el clero.
Pero, decíamos, las conversaciones del Pre-Cónclave pasan también por otras mesas y otras residencias. En estos días escasos, las cenas no se desaprovechan. Cualquier momento es válido para que los cardenales intercambien puntos de vista y vayan construyendo una especie de “retrato hablado” sobre quién, entre ellos, puede afrontar los retos de la Iglesia que viene.
Ya en 2013, durante cena en un colegio romano, el cardenal británico Vincent Nichols puso sobre la mesa de un grupo selecto de sus colegas el nombre de Bergoglio. Allí empezó a abrirse paso su candidatura entre los purpurados de habla inglesa.
Por esos días, en otra parte de Roma, el mexicano Javier Lozano Barragán invitaba a cenar a sus pares connacionales con un invitado especial: Bergoglio. Al salir, las monjitas que prestaban servicio en esa residencia le dijeron al argentino: “Si usted sale Papa, nos invita a comer al Vaticano”. Semanas después Francisco cumplió.
Así se van construyendo los consensos en tiempos de Cónclave, que será a puertas cerradas, pero no será impermeable a las señales externas. Los ríos de gente que inundaron Roma para forjar la más épicas de las despedidas a Francisco, influirán el ánimo de los cardenales. La multitud volcada a las calles de la Ciudad Eterna dejó un mensaje claro: el Papa que esperan debe ser un pastor cercano, que siga guiando una Iglesia en salida. El pueblo cristiano ya habló, ¿escucharán los cardenales?