El Papa que viene: Un Cónclave global con sello de Francisco
30/04/2025
Autor: Mtro. Andrés Beltramo Álvarez
Cargo: Director General de Promoción y Comunicación Estratégica de UPAEP y ex corresponsal ante la Santa Sede

“Yo no diría que el Espíritu Santo elige al Papa, pues no toma el control de la situación, sino que actúa como un buen maestro, que deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos”. Palabra de Joseph Ratzinger. Corría 1997, y el entonces cardenal alemán no imaginaba su futuro como Benedicto XVI. Ahora, esa afirmación puede brindar una idea del espíritu que acompaña a los cardenales, estos días previos al ingreso en la Capilla Sixtina.

El rol del Espíritu Santo durante la elección de un pontífice siempre ha sido motivo de especulaciones, sobre todo en la prensa. Como si apelarse al espíritu que impulsa a la Iglesia fuese signo de ingenuidad. Para quien cree, esa presencia metafísica es real, pero no sustituye a los hombres y sus decisiones. De ahí la importancia de conocer y analizar las cualidades de quienes tienen la capacidad de votar y ser votados.

El que iniciará el 7 de mayo será el Cónclave más numeroso e internacional en la historia de la Iglesia. Por primera vez, se superarán los 120 cardenales electores establecidos por Pablo VI. Un límite que se romperá y con creces, ya que ahora los purpurados con derecho a voto suman 135, aunque participarán 133. Un 10% por encima del máximo histórico, 18 cardenales más que en 2013.

Esto condicionará las discusiones previas y las votaciones, producto de una nueva geopolítica cardenalicia forjada por Francisco. En 12 años de pontificado, celebró 10 Consistorios y creó 164 cardenales, de los cuales 133 eran electores. De ellos, 108 se mantienen como tales. Un ritmo con pocos precedentes, que cambió el equilibrio geográfico de los cardenales.

Bergoglio aumentó sensiblemente la presencia en el Sacro Colegio de los continentes que muchos indican como el futuro de la Iglesia. De 2013 a 2025, los cardenales de África pasaron de 11 a 18 y los de Asia de 11 a 27. En cambio, los de Europa disminuyeron en número: en 2013 eran 60, en 2025 serán 53. También América tendrá más participación, pasando de 33 en el anterior Cónclave a 37 en el actual.

Por primera vez, la elección papal no será eurocéntrica. Cuando se eligió a Francisco, los electores europeos eran 60 y 55 los extraeuropeos; ahora serán 53 los primeros y 82 los segundos. Estos últimos muy cerca de la cifra necesaria para definir pontífice, establecida en 89 votos (dos tercios del total de electores).

La nacionalidad será un elemento clave. No pocos cardenales provienen de países que jamás habían tenido uno: Haití, Argelia, Burkina Faso, Papúa Nueva Guinea, Isla de Tonga, Suecia, Mongolia, Timor Oriental o Sri Lanka. Eso hace que muchos no se conozcan, algunos ni siquiera hablan italiano, lengua franca del Vaticano.

Ellos serán portadores, en Roma, no de las preocupaciones de la Curia, o de los grupos italianos, siempre acostumbrados a capitalizar el escenario de Pre-Cónclave. Portarán hasta el centro de la cristiandad las voces de la periferia, de pueblos distintos, donde la Iglesia vive despojada de oropeles o intereses centralistas.

En contraparte, los grandes ausentes serán arzobispos de diócesis históricamente cardenalicias que Francisco decidió no incluir entre los Príncipes de la Iglesia: ciudades emblemáticas como París, Milán, Venecia, Toledo o Monterrey.

Así, predecir el futuro Papa resulta prácticamente imposible. Las ternas de “papables”, confeccionadas con enfoque italiano y aspiración global, podrían toparse con una realidad distinta. Porque esta geopolítica cardenalicia fue tejida por Francisco rompiendo los tradicionales equilibrios. Fue construida con la vocación de mirar al futuro de la Iglesia.