Todo ser humano en cuanto cristiano es bautizado en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sin abundar en la profundidad teológica de lo anterior, se puede decir a muy grosso modo que el cristiano en este mundo que conforma la iglesia peregrinante o militante tiene como finalidad llegar con el Padre, o a la casa del padre como dicen algunos.
La vida cristiana es un caminar hacia la casa del Padre con Jesucristo en el Espíritu Santo. Si la cabeza de la Iglesia es Cristo, el alma de esa Iglesia es el Espíritu Santo y para aquellos que son devotos de la Virgen María se puede añadir que en la Iglesia el corazón es María madre de aquella cabeza eclesial.
La auténtica vida cristiana fundamentada en Jesucristo está concomitantemente inspirada o guiada por el Espíritu Santo quien es según la teología dogmática el amor entre el Padre y el Hijo. De ahí que el cristiano en sus oraciones siempre deba de invocar al Espíritu Santo. En este sentido existe una oración que reza así: “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles. Y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Señor tu Espíritu y serán creadas todas las cosas. Y renovarás la faz de la tierra. Amén”. Oración de una gran profundidad teológica.
Por otra parte, en la primera carta de Pedro 5:8 dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. El pecado como separación de Dios o como debilitamiento de la relación con Dios es un elemento que se presenta en la vida cristiana enturbiando, nublando, oscureciendo o de plano interrumpiendo la inspiración o la guía del Espíritu Santo. En este aspecto la vida cristiana es una lucha, el cristiano es un guerrero porque entre la gracia del Espíritu Santo como fruto de su inspiración o guía y el pecado promovido por el adversario, el diablo según lo describe el Primer Papa de la Iglesia, se encuentra la libertad humana. El mismo Jesucristo lo dice muy bien en el evangelio de Mateo 26:41: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”
Volviendo a la oración dirigida al Espíritu Santo antes mencionada cuando dice: “Y renovarás la faz de la tierra”. Esto perfectamente aplica cuando la Iglesia militante o peregrinante se encuentra en una situación de renovar y elegir al sucesor de Pedro (Papa). De ahí la consecuencia lógica y necesaria de la oración comunitaria en donde se pida la guía o inspiración del Espíritu Santo cuya gracia sea la denominación de la persona más adecuada para dirigir a la Iglesia en un determinado momento histórico cultural. No se trata de elegir al cardenal más popular, o al cardenal más sabio, o al cardenal más simpático, sino al cardenal que siendo elegido Papa renueve a la Iglesia en su conducción como el Sumo Pontífice más adecuado en un determinado momento histórico cultural.
Muchos pensadores no católicos señalan que el mismo Jesús de Nazaret no fundó Iglesia alguna, sino que eso ya es un “invento” o construcción arbitraria de los seguidores de Jesús de Nazaret e inclusive señalan que esa Iglesia de 2000 años traiciona el auténtico evangelio de Jesucristo. En esta manera de pensar decir que los cardenales en un Cónclave para elegir al nuevo Papa hacen oración junto con los fieles católicos para que el Espíritu Santo los inspire y guíe, suena a cuento de hadas porque en última instancia es una elección de seres humanos investidos de cardenales diría el no creyente.
El texto evangélico por excelencia con relación a la fundación de la Iglesia dice así: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. En este texto bíblico queda claro que Jesús sí buscó que su evangelio fuera resguardado y conservado en una comunidad, ἐκκλησίαν en griego. Ahora bien, es muy importante señalar que Jesús jamás dice el cómo debe ser la organización y la dinámica de esa ἐκκλησίαν, eso lo dejó al libre arbitrio de sus seguidores. En este sentido es válida la afirmación de que la dinámica organizacional de la Iglesia es asunto que compete a seres humanos. Resultaría ilógico que el mismo Jesús de Nazaret estableciera principios sobre la organización concreta de la Iglesia porque tal dinámica ya es labor de sus seguidores de acuerdo a los tiempos. Dicho de otro modo, si Jesús hubiera fundado la Iglesia estableciendo criterios de operación organizacional, esa Iglesia no podría durar mucho porque los contextos socioculturales cambian a lo largo del tiempo.
Lo más importante es que el evangelio de Jesucristo sea conservado y transmitido en su auténtico sentido por la Iglesia, aunque existan múltiples formas de organización eclesial relativas a los diversos tiempos. Organización eclesial determinada por los miembros de la Iglesia. Pero retomando lo que se decía más arriba sobre el pecado como separación de Dios o como debilitamiento de la relación con Dios es un elemento que se presenta en la vida cristiana enturbiando, nublando, oscureciendo o de plano interrumpiendo la inspiración o la guía del Espíritu Santo. Por ello Jesús en el texto de Mateo dice: “y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
La dinámica organizacional de la Iglesia realizada por seres humanos cristianos relativa al espacio, tiempo y contextos culturales depende de las acciones libres de esos cristianos que puede ser enturbiada por el pecado. Por ello es muy importante orar al Espíritu Santo para que las puertas del hades o del pecado no prevalezcan contra el sentido auténtico del evangelio de Jesucristo en la dinámica organizacional de la Iglesia.
¿Toda la dinámica del Cónclave para elegir al sucesor de Pedro es asunto de seres humanos? Sí, o como diría el no creyente: invento o construcción arbitraria a lo largo del tiempo de la cual Jesús no dijo cosa alguna. Sin embargo, como al no creyente le falta la Fe, deja de lado que esa Fe implica hacer oración al Espíritu Santo confiando que en la renovación Papal las puertas del hades o pecado no prevalezcan a pesar de los problemas (o el término muy mexicano “grillas”) puedan existir antes o durante el Cónclave, y que por cierto los medios de comunicación junto con opinólogos difunden ampliamente a veces con fines amarillistas.
La elección Papal no la hace el Espíritu Santo de modo automático a como un automóvil de trasmisión no estándar va cambiando las velocidades, sino por medio de seres humanos cristianos junto con su libertad que hacen oración al Espíritu Santo.
Hasta aquí cabe la pregunta: ¿Siendo el Cónclave asunto de seres humanos con libertad, puede que el pecado conlleve a una mala elección de quien debe ser Papa a pesar de la oración al Espíritu Santo?
Si analizamos la historia de la Iglesia católica se han presentado situaciones en donde los cardenales se dividen de modo grave y se han tenido dos y hasta tres Papas al mismo tiempo. El no creyente preguntaría con sarcasmo ¿Dónde está la inspiración o la guía del Espíritu Santo? ¿Estaba dormido o se equivocó? Y también ese no creyente respondería con sarcasmo: Se ve que orar a seres fantásticos ha tenido sus consecuencias graves y las puertas del hades ya han prevalecido.
La respuesta desde la Fe señala que el fallo o error no es del Espíritu Santo, sino una situación de pecado comunitario que ha obstaculizado la inspiración o la guía del Espíritu Santo en aquellos Cónclaves. ¿Eso significa que la consigna de Jesucristo: “las puertas del Hades no prevalecerán sobre la Iglesia”, ha fallado?
En la carta a los Romanos en 5:20 se llega a decir: “más cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. En aquellas situaciones donde más de un Papa se ha elegido por Cónclaves divididos abundó el pecado como asunto de seres humanos que han fallado. Pero como se ha mencionado, la elección Papal no la hace el Espíritu Santo de modo automático. Esos mismos seres humanos tienen mucho que trabajar y también orar al Espíritu Santo para restituir la situación, o sea hacer que la gracia sobreabunde, con la confianza de que la consigna de Jesucristo sobre su Iglesia no falla, ya que la Iglesia tiene que anunciar el evangelio auténtico de ese mismo Jesucristo. Claro que esto último solamente se puede entender desde la Fe.