Después de compartir la primera compilación de cartas filosóficas, es grato para mí presentar esta segunda parte que recopila nuevas reflexiones de mis estudiantes.
En esta ocasión, las cartas seleccionadas abordan temas fundamentales como el valor de la bondad en la sociedad contemporánea, la importancia de la reflexión filosófica en la vida cotidiana, y el papel que juega el pensamiento crítico en nuestra formación personal. Al igual que en la primera parte, estas cartas son el resultado de un ejercicio de lectura y reflexión sobre el libro "Pensar la vida desde una perspectiva filosófica", pero más que eso, son testimonios vivos del proceso de maduración intelectual y personal de nuestros estudiantes.
Las cartas que aquí presento fueron elegidas no solo por su profundidad reflexiva, sino también por su honestidad y apertura al diálogo filosófico. Cada una de ellas representa una voz única que contribuye a enriquecer nuestra comprensión de la filosofía como herramienta para el desarrollo humano integral.
Carta 3 Querido Erick: Antes que nada, espero te encuentres bien. ¿Sabes? Hace unos días estaba leyendo un libro y, por fin, pude terminarlo. Me hizo pensar mucho, y por eso quería escribirte, porque me gustaría compartirlo contigo. Estoy seguro de que te gustaría. Se llama “Pensar la vida desde una perspectiva filosófica”, de Roberto Casales García y Adolfo Mancera Sandoval. Al principio pensé que sería un libro más de filosofía, de esos que te dejan con más dudas, donde tú mismo empiezas a hacerte bolas y no comprendes nada de lo que se habla, pues tiene ideas demasiado abstractas. Pero me sorprendió, y gracias a ello todo salió bien. Este libro no habla de temas o teorías complicadas, ni se la pasa citando filósofos que uno no conoce. Todo lo contrario. Va directo a cosas de la vida real. A momentos que todos vivimos: cuando lo que sentimos simplemente no podemos comprenderlo, cuando nos preguntamos por qué estamos haciendo lo que hacemos, cuando el dolor aparece cuando menos quieres que lo haga y llega sin aviso, cuando el tiempo pasa super rápido y se nos va volando. A veces uno necesita parar un momento y pensar, más que nada reflexionar sobre lo que estamos viviendo, pero no siempre se sabe cómo ni por dónde empezar. Este libro ayuda con todo esto de lo que te estoy contando y es por eso que me sentí identificado. Lo que más me gustó es que no intenta dar respuestas o hacerte creer que es lo que debes hacer sí o sí, sino que te hace preguntas y gracias a estas tú mismo empiezas a reflexionar. No hace preguntas sobre cosas raras o difíciles, sino que hace preguntas que se sienten cercanas, de esas que fácilmente puedes comprender: ¿por qué evitamos el silencio?, ¿cómo lidiar con lo que nos duele?, ¿porque vivimos corriendo?, ¿qué significa tener libertad de verdad? Las escribe de forma muy sencilla y comprensibles, como si alguien te hablara con calma y esperará a que respondieras, sin apurar ni querer convencerte. Por eso me gusto que poco a poco fui entendiendo lo que quiere decir. Una parte que me quedó dando vueltas y sinceramente me puse a reflexionar sobre este tema, fue cuando hablan del tiempo, ya que nosotros lo miramos como una cosa que simplemente pasa y ya. Sin embargo, este tiene gran importancia y con el paso van cambiando muchas cosas. Nos hemos acostumbrado a vivir como si estar ocupados haciendo labores, jugando o simplemente distraídos todo el día fuera lo correcto, como si descansar o simplemente estar en silencio estuviera mal y es acá donde entra la palabra procrastinar. Me sentí muy identificado. A veces creemos que si no estamos haciendo algo, estamos perdiendo el tiempo. Y resulta que justo en esas
pausas es cuando más uno puede encontrarse con uno mismo y ponerse a reflexionar sobre la vida. Otra cosa que me pareció muy valiosa del libro es que también defiende la importancia de enseñar filosofía, no como una obligación en la escuela, ya sea desde primaria hasta universidad, sino como algo que realmente puede ayudarnos a vivir mejor y a comprender mejor las cosas que realizamos. Nos ayuda a aprender a pensar por uno mismo y de mejor manera, a preguntarse las cosas y a no aceptar todo como viene, sino darse cuenta de cómo son las cosas, que es algo que deberíamos hacer más seguido. Y los autores lo dicen sin que suene a sermón o a una plática profundamente aburrida. Más bien, te ayudan y hacen la invitación a mirar la vida desde otra perspectiva, a cuestionarte lo que antes dabas por hecho y que simplemente no te importaba. También me gustó que el libro no es pesado, ya que, aunque al principio ves que son demasiadas páginas, sin embargo, se te hacen cortas mientras vas leyendo y comprendiendo lo que te quieren dar a entender. Se lee tranquilo, sin prisa y puedes tomarte pausas, que fue lo que hice y vaya que me funciono. Cada capítulo es corto y va específico a lo que te quiere dar a entender. Incluso puedes leerlo por partes, sin seguir un orden estricto ya que vienen muchos temas y para todo te puede ayudar. Es de esos libros que puedes identificar bien la palabra o la frase, volver a leer después o abrir en cualquier página cuando necesitas algo que te haga pensar y no estés seguro. Tiene un tono muy general que simplemente sientes como si el autor estuviera hablando contigo, haciéndote reflexionar. Es por eso que pensé en ti. Sé que te gusta leer, principalmente los libros que te dejan pensando y no solo te cuentan una historia. Este te invita a mirar hacia tu persona, a pensar cómo eres tú, sin mucho drama, pero con mucha honestidad. No es un libro de solo respuestas, pero sí uno que te ayudará a comprenderlas y saberlas responder en cualquier caso, haciéndote reflexionar sobre cualquier situación. De esos que no solo los lees y ya quedó, sino que te dejan pensando y hacen que sientas las cosas. Te lo recomiendo mucho. Estoy seguro de que te vas a identificar con alguna parte del libro y podrás darte cuenta sobre cualquier situación por la que pases, cómo actuar y reflexionar de acuerdo con lo que los actores mencionan. Me gustaría mucho que lo leyeras y después juntos podamos hablar acerca de esto para tener de qué hablar. De hecho, sería buena idea volver a hablar ya que no lo hemos hecho y estamos lejos por la distancia, pero de esas cosas que siempre nos hacemos preguntas y nos dejan pensando y vaya que este el libro puede ser uno de esos. Ojalá lo puedas leer y espero verte pronto. Un abrazo grande. David Ismael Pinto Chame
Carta 4 Estimado Dr. Casales: Quiero comenzar mencionando que espero estar haciendo bien el formato o la idea que se tiene de enviarle esta carta. Antes de todo, mencionarle mi más profunda admiración hacia su persona: cuando nos menciona parte de su currículum vitae, no deja de sorprenderme todo lo que ha hecho y está por hacer. Admiro sobre todo que usted es investigador, alguien a quién tomo como ejemplo: se acordará que una vez platicamos antes de empezar su clase y le comenté no sólo que tengo beca de investigación, sino también que uno de mis deseos más profundos es dedicarme a eso. Por ello, mi admiración hacia un investigador como usted. Dejando un poco de lado este preámbulo, el tema que quisiera tocar en mi carta y que quizá usted pueda compartirme su experiencia y conocimiento, tiene que ver con lo siguiente: me pregunto si realmente vale la pena ser bueno en la sociedad actual. Sé que quizá no nos conozcamos de toda la vida, como usted y Adolfo, y que nos hemos limitado a tener una relación de profesor y alumno, pero quisiera contextualizar mi duda. Sin echarme flores, en más de una ocasión me han dicho, incluso la directora académica de mi carrera, que soy una persona bastante noble. Le mentiría si le dijera que no se siente bien el que te consideren así, ya que es una percepción muy buena de los demás. Sin embargo, una vez que lo reflexioné, pensé que eso no me ha llevado a nada: siempre he tratado de estar para los demás, de ayudar, socorrer, apoyar, pero como usted mencionaba en una clase, el ser humano puede ser tan profundamente egoísta que termine por velar siempre por sus intereses. Y, para ser francos, cuando te das cuenta de que esto es algo que está pasando en la actualidad, que es una realidad predominante, te decepcionas incluso de personas que esperabas que fueran así. Le comparto que actualmente también trabajo, tengo labores en una constructora, donde una compañera de trabajo, que es madre y tiene 43 años, me decía muy francamente: “tengo 2 hijas, a una de ellas la asesinaron y para mí, mi hija era de las personas más buenas que pudiste haber conocido y la mataron. Las personas buenas en este mundo desaparecen como si nada y los malos siguen. No tuve hijos varones, y por algo fue, no eres mi hijo, pero veo en ti a alguien bastante noble, sensible, alguien bastante bueno. Pero eso hoy en día para la sociedad es sinónimo de ser “tonto”: ser visto como bueno para los demás es ser tomado en cuenta como alguien del cuál puedes aprovecharte.” Más allá de su percepción, esa persona está herida, ya que perder a un hijo debe ser un dolor desgarrador. Aunque yo no tengo hijos, puedo imaginar lo difícil que debe ser aprender a vivir con esa pérdida día a día. Sin embargo, no creo que se pueda superar por completo. Independientemente de sus sentimientos, pensaba que muchas de las cosas que me decía eran ciertas.
Más allá de las diferentes percepciones, hay quienes dicen que el ser humano nace bueno y que es la sociedad la que lo corrompe, mientras que otros sostienen que nacemos malos y luego nos volvemos buenos. Personalmente, creo que estas ideas sirven para reflexionar. No tengo duda de que el ser humano nace con una tendencia innata a la bondad; sin embargo, la sociedad y las experiencias que vivimos lo llevan a desarrollar ciertos niveles de maldad. También está la postura que afirma que no nacemos ni buenos ni malos, sino que somos moldeados por nuestro entorno y vivencias. Recuerdo que en clase, cuando nos habló sobre el pensamiento de Nicolás Maquiavelo, nos preguntó si creíamos que era preferible ser un líder temido a ser uno amado. Es un dilema que invita a la reflexión. Incluso si eliges que te teman, puede ser más fácil que alguien más se manche las manos por ti, ya que el temor te permite ejercer cierto control sobre los demás. Por otro lado, que te amen genera confianza, conexión y bienestar, lo cual es muy positivo. No obstante, la sociedad pareciera ser es un constructo, un artificio, un pacto social para asegurar la supervivencia y la seguridad, como pensaba Hobbes. Cada día que transcurre, sin embargo, me convenzo de que así es, i.e., de que vivimos bajo ciertas “normas” que cada uno de nosotros estipula para mantener la paz, pero, en realidad, algunas benefician más a ciertos sectores sociales que a otros, actuando siempre desde la conveniencia o desde un profundo sentido egoísta del ser humano. Con esto no quiero decir que, porque alguien más es un hijo de la tiznada, tú debas serlo. No se trata de cambiar quién eres, de cambiar tu esencia, sólo porque la sociedad te lo llega a exigir. Se trata de reflexionar sobre estas problemáticas y de plantearnos seriamente si este es el mundo en el que queremos vivir. Con ello, finalizo esta carta, esperando algún día la llegue a responder y deseándole mucho éxito en sus próximos proyectos. Atentamente Octavio Mendoza Gómez Carta 5 Respetado profesor Casales:
Le escribo esta carta principalmente por la actividad extra opcional de la clase que me imparte de Cultura occidental y Humanismo Cristino. Tal vez le sorprenda que mi carta esté dirigida a usted, ya que nos dijo que podíamos escribirla a un ser querido, familiar o amigo. La razón de que haya decidido dirigirme a usted es para informarle lo que causó en mí la lectura de su libro. Debo confesar que esta fue una tarea que fui retrasando porque las lecturas de libros filosóficos no son algo que me llamen particularmente la atención, por lo que empecé a leer su libro a penas el día jueves. Sin embargo, desde que leí la primera carta cambió
completamente lo que pensé iba a ser la lectura, vi que sería en cierto modo un acercamiento personal tanto a usted como a su coautor, Adolfo Mancera, y me interesó principalmente las inquietudes que podrían llegar a tener personas que dedican su vida fundamentalmente a pensar, y no pensar en cosas banales, que seguro también lo harán, sino a pensar más allá de la barrera de lo obvio. ¿Qué podría inquietarles tanto que aún no encuentran una respuesta? Creo que lo primero que debo aclarar para dar a entender correctamente mis inquietudes es que yo busco entender el mundo, aunque tal vez no por el mismo camino que usted. Yo estudio una ingeniería y parte del motivo de ello, entre otras cosas, es que para mí el lenguaje universal son las matemáticas, sé que ellas pueden explicar el universo entero y son lo mismo aquí y en China, aunque no todas las personas le encuentren sentido o propósito, que son cosas diferentes. Es la verdad. Un ejemplo que me viene a la mente es un trend en Tiktok que vi recientemente, en él se mostraba una foto de una cascada con agua de un azul turquesa muy hermoso y al frente aparecía un texto que decía: “Como es que alguien vio esto y decidió inventar el cálculo integral”. Sé que a lo mejor era un chiste, pero no tengo duda de que hay algunas personas que sí lo creen. Mi punto es que lo que yo pensé fue que para empezar nadie inventó el cálculo integral, solo se descubrió su existencia y se le asignó un nombre, y para continuar, esas matemáticas a las que no les encuentran sentido, explican todo ese ecosistema, desde la caída del agua, hasta el color que esta tiene. Partiendo de esta visión, desde que tenía como unos 13 años de edad, he estado frente a un dilema similar al que presenta Mancera: el reconocer una fe completa en mí hacia Dios ¿sería lo que él en la segunda carta llama “espíritu crítico” u objetivo que yo como persona he buscado tener siempre? Desde pequeña mi familia me ha llevado por el camino de la fe católica, estoy bautizada e incluso tengo mi primera comunión y confirmación. Pero, a partir de que comencé a formar mi propia visión del mundo, si de la mano de lo que me enseñaron mis padres, pero un poco más independiente, comencé a cuestionarme muchas cosas, entre ellas mi fe católica y la existencia de Dios. Sé que no es lo mismo, porque Mancera no duda de la existencia de Dios, en sí solo temía que el hacerse sacerdote lo alejara o contradijera su pensamiento crítico-filosófico, o al menos eso es lo que entiendo al leer sus cartas. Lo que quiero decir es que de alguna manera me vi reflejada en su dilema y me hizo sentir menos mal al dudar de algo que me han dicho toda la vida que es algo tan grande. Porque si él que es alguien tan preparado y que supongo que la edad le ha dado experiencia y, por lo tanto, oportunidad para cambiar para mejor o reafirmar lo que él reconoce como bueno en sí, aun así tiene dudas, yo que aún no vivo ni la mitad de lo que planeo sea una vida plena, podría no estar tan perdida. Igualmente, me generó una emoción de gusto cuando habló de la impresión negativa que se llevaban sus alumnos que tomaban el curso antes respecto a la filosofía, porque si usted reflexionó en eso significa que si le interesa compartir su pasión. Se ve que le
interesa que los alumnos entendamos, aunque sea un poco, la verdadera filosofía, aquella filosofía con la que usted trabaja como docente, lo que me lleva al último punto del cual me gustaría escribir. En la última carta usted menciona que “las relaciones amorosas no deben concebirse ni fundarse en la reciprocidad”. Yo concuerdo completamente con esta idea: pienso que el verdadero amor, ya sea amistoso, de pareja o de cualquier tipo, no busca tener nada a cambio, pero, claro está, sin caer en el lastimarse a uno mismo. A donde quiero llegar es que se nota que a usted le apasiona la filosofía, pero sobre todo creo que ama ser docente. Se nota que muchas veces en clase algunas personas no ponen mucha atención o se duermen (como el chico que hasta estaba roncando), pero usted nunca hace un escándalo al respecto como otros profesores harían simplemente porque sienten que se les está faltando en el sentido de autoridad. Usted solo imparte su clase, aunque no dudo que alguna vez se haya llegado a molestar por alguna imprudencia de parte de nosotros los alumnos. A pesar de esto, me da la impresión de que usted sí quiere que lo escuchen, pero no porque el alumno deba escuchar al maestro, sino porque de verdad quiere dejar su conocimiento, eso que tanto le gusta y es importante para usted en nosotros, sin esperar algo a cambio. Este libro me pareció un gran proyecto y, sin duda, me gustaría hacer algo parecido con alguien que se cuestione tantas cosas como yo, pero sobre todo que no tenga necesariamente las mismas opiniones que yo, para así poder ampliar mis horizontes de pensamiento. Claro que es seguro que no lo publicaría, pero sería un buen experimento. Con esto en mente, por supuesto que recomendaría este libro a mis conocidos, pero después de su lectura, me interesaría saber en qué los hizo reflexionar a ellos, ya que como se dicen tantas cosas importantes, a cada quién le puede llegar más algo diferente. Con esto me despido por ahora, nos vemos en clase.
Frida Pérez.