Al momento de pergeñar estas líneas, que mis cuatro fieles y amables lectores leen con incomprensible paciencia cada semana, están realizándose los últimos preparativos para la reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin, en la que se discutirá el destino de Ucrania. Debido a la diferencia de horarios (en Anchorage es dos horas más temprano que en el centro de México), no podremos hoy discutir sobre los resultados de dicha reunión, por lo que nos limitaremos a hacer algunas reflexiones sobre la naturaleza de este encuentro.
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La Corte Penal Internacional de La Haya emitió desde el 2023 una orden de arresto contra Vladimir Putin, pues lo acusa de ser responsable de los crímenes de guerra cometidos por sus tropas en Ucrania. Aunque la Corte Penal Internacional no tiene jurisdicción en los Estados Unidos, ha causado revuelo en Europa y en sectores estadounidenses no republicanos que Putin sea recibido en Alaska sin mayor problema, lo que significa, en los hechos, que Trump está legitimando a tirano del Kremlin.
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Trump no es un mediador entre Ucrania y Rusia, sino que ha actuado como personero de Putin. No ha impuesto ni una sola sanción de ningún tipo contra Rusia y ha mostrado más admiración y comprensión para Putin que para Zelenski; admira al agresor y desprecia al agredido.
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Putin no quiere lo mismo que Trump, pues desea apoderarse de toda Ucrania antes de poder avanzar más, quizá rumbo al Báltico. Trump quiere aparecer como el gran hacedor de la paz, al precio que sea, incluso pasando por encima de los derechos del pueblo ucranio. Hace unos días, Trump volvió a preguntar por algunas condiciones para hacerse acreedor al Premio Nobel de la Paz.
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Trump tiene más interés que Putin en llegar a un acuerdo en Alaska: si no obtiene nada, regresará a casa con las manos vacías frente a sus partidarios y verá alejarse al Premio Nobel. Si Putin no alcanza ningún acuerdo, le basta con retirarse por donde vino y nadie en Rusia le reclamará nada.
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Putin conoce mejor a Trump que este a aquel. Sus métodos de negociación son heredados de la Unión Soviética. El político, diplomático, economista y ministro de la URSS Andrei Gromiko (1909-1989) decía que la estrategia soviética de negociación consistía en tres elementos: I) demandar lo máximo posible; no pedir, sino demandar incluso aquello que nunca había sido propio. II) Presentar un ultimátum, es decir, amenazar. III) No ceder ni un centímetro en la negociación, a sabiendas de que siempre habrá alguien en Occidente que esté dispuesto a conceder algo. Esto significa que, al final, se obtendrá una tercera parte o incluso la mitad de lo que antes no se tenía.
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Europa insiste con razón en una tríada de medidas: diplomacia, apoyo militar a Ucrania y presión sobre Rusia. Los Estados Unidos, con su cambio de bando, han ejercido más presión sobre Ucrania que sobre Rusia. Trump solamente ha lanzado bravatas contra Putin, más por despecho de que este no le hace caso que por convicción. Por eso es bueno que Zelenski no haya sido invitado a Alaska, pues quedaría inerme ante un solo frente que presentarían Trump y Putin.
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Los cambios constantes de opinión de Trump son un peligro, pues se sabe que le hace caso al último que algo le haya susurrado al oído. Como en realidad no ha mostrado una posición firme y convincente frente a la agresividad rusa, es capaz de comprometer los intereses ucranianos, lo que colocaría a Ucrania en una posición desventajosa y ruinosa, y a Putin le daría más energía y fuerza.
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Un intercambio de territorios podría ser posible y factible, siempre y cuando Ucrania reciba garantías de seguridad, lo cual rechaza Putin. Trump no quiere comprometerse con estas garantías y los europeos no saben cómo podrían hacerlo. Si Putin se hace definitivamente con los territorios ocupados, no tardará en emprender de nuevo una tercera campaña militar contra Ucrania, para apoderarse de ella por completo y avanzar más en dirección al Mar Báltico.
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Putin ha tratado de mantener a Europa fuera de la guerra y de las negociaciones, tarea en la que ha sido exitosamente apoyado por Trump y su equipo de antieuropeos, como Vance. Esto coloca a Ucrania y a todo el continente europeo en una situación de sumo peligro.
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Por eso es imprescindible que los europeos suban el tono de su voz y de sus exigencias frente a Rusia. Y si Putin tiene comparsas como Hungría o Eslovaquia, que bloquean todas las medidas contra Rusia, entonces los grandes de la Unión Europea deben tomar al toro por los cuernos y asumir un liderazgo más enérgico. Me refiero a Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Polonia y España. Putin debe ver frente a sí a un adversario unido, no perdido en interminables discusiones y falto de empuje.
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Desde diferentes perspectivas y con distintos objetivos, Putin y Trump buscan lo mismo: destruir el orden político y económico que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial. Putin está buscando usar a Ucrania como una puerta de entrada a Europa, lo cual aparentemente Trump no entiende. Con su acercamiento a Rusia, el presidente estadounidense la está fortaleciendo; con su política arancelaria acabará muy probablemente fortaleciendo a China. Con estas medidas equivocadas, Trump está dañando los intereses existenciales de los Estados Unidos y de sus aliados.
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Decía Jesús Reyes Heroles que, en la política, frecuentemente la forma es fondo: al llegar a Alaska, el Ministro de Exteriores ruso Sergei Lavrov llevaba puesto un suéter con las letras “CCCP”, las iniciales en ruso de “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”…
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El único lenguaje que entiende Putin es el de la fuerza. Negociar con él es perder el tiempo.
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No tengo esperanzas en que algo positivo para la paz internacional se alcance en Anchorage; un simple alto al fuego u obligar a Ucrania a aceptar las condiciones rusas no será una verdadera paz, sino una pausa antes de que Rusia emprenda nuevamente la guerra.
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Tengo para mí que Trump llevó consigo en el vuelo a Alaska un enorme ramo de margaritas y se pasó todo el tiempo suspirando, mientras las deshojaba pensando en Putin: “Me quiere… no me quiere … me quiere … no me quiere …”
P.S.: Momentos antes de la publicación de esta columna, concluyó la reunión de Trump y Putin. No se reportaron los resultados del diálogo entre ambos reyezuelos. Todo parece indicar que no se llegó a ningún acuerdo de trascendencia.