El próximo domingo 7 de septiembre tendrá lugar un acontecimiento muy interesante y significativo: el Papa León XIV elevará a los altares a Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. Hay algo que vale la pena destacar en este acontecimiento: se trata de dos personas jóvenes que han vivido en nuestros días o en épocas muy recientes, y que han dejado una huella muy profunda en los ámbitos en los que actuaron. Hablemos hoy de ellos, pues mucho es lo que podemos aprender de su ejemplo.
Pier Giorgio Frassati murió hace poco más de 100 años, el 4 de julio de 1925. Había nacido en 1901, en Turín. Desde muy joven, el joven Pier Giorgio se sintió atraído por Cristo. Bajo la influencia del salesiano Don Cojazzi, descubrió la belleza y el atractivo de la fe cristiana. Pronto comenzó a estudiar intensamente las Sagradas Escrituras, asistía a misa a diario y desarrolló una profunda devoción a María. Sin embargo, no era un fanático: era un alpinista incansable, lleno de alegría, tenía un amplio círculo de amigos y, al mismo tiempo, mostraba una empatía excepcional por quienes se encontraban en circunstancias precarias. Para él, el compromiso cristiano incluía, naturalmente, también el compromiso caritativo, social y político.
Como era costumbre en las familias acaudaladas de esa época, su educación inicial fue privada, en casa. Posteriormente, él y su hermana asistieron a escuelas públicas, pero Pier Giorgio siempre mostró poco entusiasmo por el estudio y constantemente reprobaba.
A partir de 1919, estudió ciencias mineras en la Universidad Politécnica de Turín. Se unió a la “Conferencia de San Vicente” (una organización caritativa de la Iglesia) y, en este contexto, dedicó su tiempo libre a apoyar a los enfermos, los necesitados, los huérfanos y los soldados que regresaban de la Primera Guerra Mundial, todo ello sin que sus padres lo supieran. Este interés por los pobres y marginados le valió que ahora se le conozca como “el apóstol social”. A partir de 1921, también participó activamente en la política, integrándose al Partido Popular Italiano -que se guiaba por la Doctrina Social Cristiana- y a la “Pax Romana”, una ONG internacional apoyada por intelectuales católicos.
Pasó un tiempo en Berlín y Friburgo de Brisgovia (ya dijimos que su padre fue embajador en Berlín) y conoció al sacerdote Carl Sonnenschein, figura destacada de Cáritas Católica tras la Primera Guerra Mundial, quien le causó una profunda impresión. Así que comenzó a acompañarlo en sus visitas y misiones con los pobres.
El jesuita y teólogo Karl Rahner, quien lo conoció por esa misma época, escribió después sobre este joven italiano: “Su fe se nutría de la esencia misma del cristianismo: la existencia de Dios, la oración como fermento de la existencia, los sacramentos como alimento de la vida eterna, la fraternidad universal como ley de las relaciones humanas... Un cristiano que respira alegría de vivir, que no tiene nada de sectario, que vive su cristianismo con una espontaneidad que casi asusta, como si no tuviera ningún problema”.
A pesar de la oposición de sus padres (el papá era agnóstico), Frassati vivió su fe con determinación y constancia. Su genuina compasión fascinó a la gente y su reputación creció rápidamente. En 1922, se unió a la Tercera Orden de los Dominicos y fundó la "Sociedad de Tipos Sospechosos" (en el sentido de “obscuros”: Compagnia o Società dei Tipi Loschi), un grupo de amigos que cultivaban su espiritualidad mediante extensas caminatas alpinas.
Practicaba numerosos deportes, pero sobre todo las excursiones de montaña eran su mayor pasión, como lo documentan numerosas fotografías y testimonios de sus amigos y conocidos También se unió a varias asociaciones de montañismo, participando activamente en unas cuarenta excursiones. Su ascensión más notable fue al difícil pico de la Grivola (aún reservado sólo para alpinistas expertos); entre otras montañas, también escaló la Uia di Ciamarella en 1924, junto a sus amigos de la asociación católica de montañismo "Giovane Montagna".
La vida de Pier Giorgio Frassati terminó inesperadamente temprano. Con tan solo 24 años, contrajo poliomielitis durante sus visitas a los barrios marginales de Turín. Sin que su familia, que lidiaba simultáneamente con la muerte de su abuela, notara la enfermedad de Pier Giorgio, el joven falleció seis días después, el 4 de julio de 1925, en casa de sus padres en Turín. Su muerte ocurrió un día antes de su examen final como Ingeniero de Minas.
La noticia de la muerte de Frassati se extendió rápidamente por la ciudad y miles de personas de todos los ámbitos acudieron a su funeral. Para sorpresa de su familia, a quienes había ocultado en gran medida sus actividades caritativas, muchísima gente acudió a presentar sus últimos respetos frente a su féretro. Rápidamente surgió una profunda veneración y Pier Giorgio se convirtió en un modelo a seguir y santo patrón para muchos grupos de jóvenes católicos. En 1981, Frassati, quien había sido enterrado inicialmente en Pollone, cerca de Turín, fue exhumado para ser trasladado a una capilla lateral de la catedral de Turín. Por cierto, su cuerpo fue encontrado prácticamente incorrupto. En 1990 fue beatificado por el papa Juan Pablo II.
Carlo Acutis nació el 3 de mayo de 1991 en Londres, donde trabajaban sus padres, ambos italianos. El padre de Carlo se dedicaba a los seguros y las finanzas. Poco después de su nacimiento, la familia se mudó a Milán, donde Carlo pasó la mayor parte de su vida. El niño demostró, muy desde sus primeros años, una profunda inclinación religiosa y una madurez espiritual excepcional, a pesar de que sus padres no eran particularmente religiosos. En realidad, el contacto con la fe católica fue gracias a su nana, de origen polaco. Así que, siguiendo la tradición italiana, Carlo recibió a los siete años la Primera Comunión, desarrollando una cada vez más profunda conexión con la Eucaristía. Asistía regularmente a misa y rezaba el Rosario a diario. Carlo estaba profundamente impresionado por los santos y disfrutaba leyendo sobre sus vidas, atrayéndole especialmente las de San Francisco de Asís y Santo Domingo.
Además de su profunda devoción religiosa, Carlo también sentía un gran entusiasmo por las computadoras y por el internet. A los siete años recibió, como regalo, su primera computadora, lo que lo marcaría para toda su vida. Sentía tal pasión por las tecnologías de la información, que se decidió por aprender programación de manera autodidacta, para luego utilizar sus habilidades adquiridas para difundir la fe católica. Un proyecto que le apasionaba era la creación de un sitio web que documentara los diversos milagros eucarísticos en todo el mundo. Su objetivo era ayudar a otros a comprender la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Este sitio web sigue existiendo hoy en día: http://www.miracolieucaristici.org/
En la escuela, Carlo era muy querido tanto por sus compañeros como por sus maestros. Era un muchacho amable y servicial, especialmente comprometido con los necesitados. Su compromiso social se hacía evidente en su trabajo voluntario en el comedor social y en la ayuda a los necesitados de su comunidad. Todo esto nos dice que Carlo vivía su fe a diario y que se esforzaba por seguir a Cristo en todo lo que hacía.
En 2006, Carlo enfermó repentinamente de una forma muy agresiva de leucemia. A pesar de la gravedad de la enfermedad, mantuvo su alegría y una fe profunda, ofreciendo su sufrimiento por el Papa y por la Iglesia. Carlo falleció el 12 de octubre de 2006, con tan sólo 15 años de edad. Sus últimas palabras reflejaron su profunda espiritualidad: “Muero feliz porque he vivido mi vida sin perder ni un minuto”.
Carlo Acutis fue beatificado por el Papa Francisco el 10 de octubre de 2020. Su vida y testimonio de fe han inspirado a muchas personas en todo el mundo; se le considera frecuentemente como el “Patrono de Internet”, porque utilizó la tecnología moderna para difundir la fe y evangelizar a otros. Los temas más importantes para Carlo eran, particularmente: la Eucaristía, fuente y culminación de la vida cristiana; para explicar su trascendencia, Carlo diseñó una exposición, que ya le ha dado la vuelta al mundo. Esta tarea la comenzó a los once años, registrando y catalogando 136 milagros que habían tenido lugar en todos los continentes. Después del fallecimiento de Carlo, sus compañeros y seguidores terminaron la obra, la tradujeron a muchos idiomas y posibilitaron así que haya podido exponerse en más de 10 000 parroquias y lugares de peregrinación en todo el mundo, como Lourdes, Fátima y también en la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México.
En 2014, de manera póstuma, se dio a conocer su catálogo “en línea” de apariciones marianas, iniciado por él en 2006. Es por todo lo anterior que se le ha dado en llamar “El influencer de Dios” o el “Ciberapóstol”.
Otro aspecto importante para él era vivir el amor al prójimo todos los días. Además, como ya hemos dicho, Carlo dedicó una gran parte de su tiempo al uso de la tecnología al servicio de la fe: como Carlo consideraba al internet como una herramienta para difundir el Evangelio, puso en práctica sus habilidades técnicas para crear sitios web que promovían la fe, especialmente los milagros eucarísticos. También, como catequista, diseñaba material didáctico digital, para facilitar la labor ante los catecúmenos. Otro punto importante para este joven ejemplar era la espiritualidad en la vida cotidiana, de tal forma que integró su fe en sus actividades diarias y buscó seguir a Cristo en cada acción y decisión.
Por todo lo que hemos visto, y por otras razones que por cuestiones de espacio no podemos consignar aquí, es que Carlo ha sido adoptado por la Dirección de Modalidades a Distancia como su Santo Patrono, mientras que la Dirección de Formación, Cultura y Liderazgo se pondrá bajo el patronazgo de Pier Giorgio. No cabe duda: tanto Carlo como Pier Giorgio son un par de ejemplos brillantes de cómo también los jóvenes del mundo moderno pueden vivir su fe de manera profunda y auténtica. La vida de ambos nos enseña que, a pesar de todas las dificultades de nuestros días, la santidad es alcanzable, independientemente de la edad que tengamos y de la naturaleza materialista de la sociedad de consumo de la que somos testigos y actores.