filosoFando #10: Escuchar
09/09/2025

La otra vez platicaba con una mujer mayor que se lamentaba de que sus nietas ya no sabían echar tortillas al comal, pues ahora las compraban en la tortillería; ella tristemente veía que ese saber hacer que había recibido de su madre y abuela, su hija y sus nietas, no sólo no lo tenían, sino que ya ni siquiera estaban dispuestas a aprenderlo. Me quedé pensando cuántas cosas ya no serán transmitidas a las siguientes generaciones. Una de ellas, que añoro más que unas ricas tortillas de maíz hechas a mano, es el arte de escuchar.

Habitamos una cacofonía incesante: la de las notificaciones de nuestros dispositivos, la de los monólogos de las redes sociales donde ya nadie lee ni responde en serio a nadie, la de nuestras ideas fijas y prefabricadas, que no estamos dispuestos a cambiar por nada del mundo.

Epicteto, ese punzante filósofo griego, que gran parte de su vida fue esclavo, solía decir: “La naturaleza nos ha dado una boca y dos oídos para que escuchemos el doble de lo que hablamos”. Esto que a primera vista parece consejo de anciana, bien puede ser todo un acto revolucionario: escuchar de verdad supone apertura intelectual, humildad, empatía, acogida, en fin, supone el riesgo de aprender.

Lo veo en mis clases: algunos estudiantes no están esperando entender, ni siquiera comprender lo que su compañero o el profesor acaba de afirmar, lo que quieren hacer es soltar la idea prefabricada que ya traen: su mente está más en el argumento ensayado que contemplando el momento presente, preñado de grandes posibilidades. También lo veo en parejas que, tras años de convivencia, terminan por no escucharse, simplemente responden en automático, anticipando la respuesta del cónyuge, que al final termina siendo irrelevante. Lo veo incluso en grupos de trabajo: la voz del jefe es predecible, hasta sus pensamientos… ya nadie le escucha, como tampoco, dicho sea de paso, él escucha a su equipo, pues los conoce al dedillo, y piensa que, si algo un día no cuadra con sus prejuicios, seguramente es porque le están engañando.

Simone Weil, una de las mentes más lúcidas del siglo XX, afirmaba que “la atención es la forma más rara y pura de la generosidad”. ¡Esta idea es un rayo que ilumina y sacude la oscuridad en que ahora vivimos! Escuchar al otro -escucharlo en serio- es un acto de caridad intelectual. Es regalarle al otro algo muy valioso: nuestro tiempo, atención y consideración. Es hacer un espacio dentro de nosotros para que pueda “acontecer”, como diría Levinas. Es vaciarnos de nosotros mismos, de nuestros juicios y de nuestra prisa, para acoger la radical novedad que supone la perspectiva ajena.

Hagamos un ejercicio sencillo, casi un experimento ascético en medio de esta cultura de la interrupción. La próxima vez que hablemos con alguien, ya sea la pareja, un colega, un alumno o un amigo, intentemos esto: escuchar con la única intención de comprender y acoger. No para responder, no para objetar, no para dar la opinión. Simplemente para entender lo que nos está diciendo, qué siente, qué anhela. Mordamos la lengua de ser necesario, pero apaguemos esa mugrosa máquina de replicar que todos llevamos dentro. Quizás descubramos que detrás de las quejas, ideas u opiniones, se esconden historias, anhelos, dolores. Quizás veamos posibilidades nunca atendidas, caminos, soluciones, genialidades que han pasado desapercibidas.

Escuchar es, tal vez, dos cosas a la vez: derribar muros y tender puentes. Los muros del desinterés y de la indiferencia, de la autosuficiencia y la seguridad en uno mismo; los puentes de la comprensión y la empatía, de la solidaridad y la comunidad.

Momo, el personaje central de la novela de Michael Ende, era una niñita sencilla, tierna y sabia. Tenía un talento excepcional: sabía escuchar. Por eso la gente a su alrededor era feliz, porque experimentaba algo único y raro: eran acogidos y tomados en serio por alguien más. Algunos piensan que Ende -lo mismo que Saint-Exupéry- escribían libros infantiles. A mí me gustan tanto como el Enquiridion de Epicteto, o La gravedad y la gracia de Simone Weil. Pero en esto, como en tantas cosas, viva la libertad. Filosofar acerca de la escucha, de la mano de cualquier gran pensador, siempre será saludable.