Conformar un nuevo equipo de trabajo es un arte. Es como jugar una partida de ajedrez: cada movimiento debe ser estratégico, sobre todo cuando se reconfiguran roles, se reasignan líderes o se redistribuyen colaboradores que han dado buenos resultados, pero que ahora deben enfrentar nuevos desafíos en diferentes áreas. Esta nueva "partida" debe generar resultados concretos, ya que la organización no puede permitirse retrocesos en sus indicadores clave.
Para evitarlo, es fundamental remar al mismo ritmo y con la misma fuerza. Esto implica un trabajo en equipo bien coordinado, con una comprensión clara del objetivo común: alcanzar una meta numérica concreta que responda a la visión institucional.
El trabajo en equipo solo puede ser efectivo si todos comprenden el propósito, conocen los recursos disponibles, y cuentan con un liderazgo firme que trace la ruta a seguir. Desde el inicio, es esencial establecer un enfoque compartido, entendiendo que esta no es solo una reestructuración más, sino una decisión estratégica. El objetivo es que la suma de talentos permita alinear y simplificar procesos, compartir experiencias, y generar aprendizajes colectivos, todo con miras a alcanzar la meta establecida.
Reestructurar un equipo con miras al logro de objetivos requiere compromiso y credibilidad por parte de todos sus integrantes. Frente a los nuevos retos, es vital caminar con una misión clara, un propósito compartido y, sobre todo, con acciones estratégicas que impulsen un cambio real, sin perder de vista la filosofía institucional, que pone siempre a la persona en el centro.
Conformar equipos que inspiran resultados y trabajan alineados puede generar transformaciones significativas. Cuando cada miembro entiende que forma parte de algo más grande, que todos se dirigen hacia un mismo objetivo, entonces el crecimiento se da con sentido… y las metas se alcanzan.
Pensando siempre en el mejor equipo, con las mejores personas.