De la inmadurez al alto desempeño
17/09/2025
Autor: Dra. Eva María Pérez Castrejón
Cargo: Director General de Promoción y Comunicación Estratégica de UPAEP y ex corresponsal ante la Santa Sede

Quienes lideramos equipos solemos preguntarnos con frecuencia cómo lograr que las personas a nuestro cargo crezcan y se posicionen de mejor manera dentro de la organización. Esta inquietud no solo es natural, sino también necesaria para el desarrollo colectivo. Sin embargo, en el camino nos enfrentamos a actitudes inmaduras que, lejos de aportar al crecimiento profesional de las personas, deterioran su imagen y frenan su desarrollo.

Muchas veces, quienes actúan desde la inmadurez no se dan cuenta de la importancia de potenciar sus habilidades y competencias, ni del valor que tiene adquirir nuevos conocimientos. Los líderes logran mejores resultados cuando trabajan con personas de buena actitud, perseverantes, con disposición para aprender y compartir día a día. En cambio, quienes constantemente se quejan ya sea abiertamente o desde una inconformidad silenciosa se dirigen, inevitablemente, hacia el estancamiento y el fracaso, tanto personal como organizacional.

La inmadurez se manifiesta de diversas formas: reacciones desproporcionadas, falta de compromiso, necesidad constante de aprobación, protagonismo excesivo o evasión de responsabilidades. Todo esto, cuando lo esperado son conductas propias de un alto desempeño: autodisciplina, visión estratégica, claridad en objetivos y propósitos, inteligencia emocional, capacidad para colaborar y fomentar el trabajo en equipo, entre otras.

En cualquier organización pública o privada es indispensable fomentar una evolución constante. Pasar de la inmadurez al alto desempeño requiere un proceso de transformación en el que se prioricen las habilidades, se amplíe la visión y se asuma la responsabilidad de manera autónoma y comprometida. Solo así se pueden alcanzar metas y objetivos con resultados consistentes y sobresalientes.

Pensar y actuar de forma inmadura es una de las posturas más egoístas en el entorno profesional. No solo limita el crecimiento individual, sino que también impacta negativamente en la organización que ha brindado la oportunidad de ocupar un rol. Por ello, digamos sí a la productividad y al alto desempeño, y no a las actitudes inmaduras que frenan el desarrollo personal y profesional.