Las vivencias vocacionales son espacios fundamentales que permiten a las y los jóvenes acercarse al amplio abanico de ofertas educativas, principalmente a nivel licenciatura, así como a programas de posgrado en modalidades presenciales, mixtas y en línea. Estas opciones abarcan diversas áreas del conocimiento: salud, ingenierías, ciencias biológicas, artes y humanidades, negocios y ciencias sociales.
Sin embargo, surge una pregunta importante: ¿cuántas de estas propuestas educativas están realmente comprometidas con una formación basada en valores?
Hoy más que nunca, es urgente recuperar la ética como pilar de la educación. La sociedad lo necesita. Cuando se pierde el rumbo, es porque hemos dejado de priorizar aquello que da sentido a nuestras decisiones.
En este contexto, las vivencias vocacionales deben ir más allá de mostrar instalaciones, planes de estudio o tecnología de punta. Las y los jóvenes necesitan experimentar de manera directa:
- La calidad académica.
- Un ambiente de respeto y confianza.
- Espacios que valoren su individualidad.
- Actividades extracurriculares que complementen su formación.
- Y, sobre todo, saber que, como personas, son lo más importante dentro de ese entorno educativo.
Una educación basada en valores permite tomar decisiones más conscientes y éticas, lo que impulsa elecciones profesionales auténticas. Esto no solo mejora la satisfacción personal, sino que también fortalece la capacidad de contribuir genuinamente a la sociedad.
Además, fomenta el autoconocimiento: ayuda a las y los estudiantes a identificar sus verdaderos intereses, habilidades y aptitudes dentro de un contexto práctico, lo cual es esencial para una elección de carrera coherente y significativa. Pero nada de esto es posible sin una comunicación efectiva.
Solo a través de un diálogo claro, empático y contextualizado podemos transmitir la verdadera trascendencia de lo que está en juego: el proyecto de vida de cada joven.
La educación centrada en valores como la empatía, la justicia y la responsabilidad es clave para formar a los futuros líderes sociales y profesionales. Ellos y ellas están llamados a construir una sociedad más coherente éticamente, con habilidades para resolver conflictos y generar bienestar colectivo.
Para llegar verdaderamente a la juventud no basta con usar redes sociales llenas de imágenes o mensajes vacíos. Es necesario escuchar activamente, expresar ideas claras y construir narrativas auténticas que conecten con sus realidades.
Las universidades tenemos el compromiso de entender sus necesidades, motivaciones e inquietudes, y, sobre todo, crear espacios donde puedan expresarlas con libertad y seguridad.
Solo así, mediante una comunicación efectiva y una educación con sentido, lograremos acompañarlos en el desafío más importante: elegir con propósito el camino hacia su futuro.