México resiste el embate de un huracán
06/11/2025
Autor: Dr. Derzu Daniel Ramírez Ortiz
Cargo: Director Académico Escuela de Relaciones Internacionales

A un año de la elección de Trump, la relación con México se ha visto impactada en los tres ámbitos críticos de la relación bilateral: El ámbito económico-comercial, el de seguridad y el migratorio.

Numerosas expectativas pesimistas se han cumplido. La relación se convirtió en un huracán, como bien lo advirtió el especialista Rafael Fernández de Castro. Sin embargo, quizá la magnitud del vendaval no sea igual para cada uno de los canales de la relación.

En lo que respecta al aspecto económico-comercial, el gobierno de Trump ha acentuado el uso de medidas unilaterales y la suspensión fáctica de las normas del TMEC bajo justificaciones de seguridad nacional. También ha instrumentalizado la dependencia económica de México hacia su mercado como palanca de presión en los otros temas bilaterales.

Sin embargo, el vendaval económico no es de magnitud cinco. México ha sido de los países mejor librados en el embate arancelario mundial. La integración productiva bilateral, el suministro para el consumidor estadounidense en sectores clave y la competitividad que la mano de obra mexicana le inyecta a las corporaciones estadounidenses en su competencia y rivalidad con empresas chinas, son algunas de las cartas que México tiene para atenuar la tormenta.  Está por verse si México saca provecho de sus fortalezas en la próxima revisión del TMEC. Esperemos que se logre recuperar algo de certidumbre para inversionistas y exportadores.

En lo que respecta al ámbito migratorio, el huracán se ha intensificado. El gobierno de Trump sigue la misma política que sus antecesores de no regularizar un mercado de trabajo fáctico en el que participan millones de trabajares extranjeros y productores estadounidenses y que es clave para los retos geonómicos que los Estados Unidos enfrentan.

Además, Trump 2.0 ha intensificado su discurso xenofóbico y amenazante contra la población migrante irregular no blanca. Aunque el número de deportaciones no rebaza, aún, los niveles de anteriores periodos, el desprecio institucional contra los mexicanos y latinos y la zozobra en sus comunidades no es algo que debemos minimizar. Tampoco debemos desestimar los impactos sociales y humanitarios que, a nivel nacional y continental, traerá la cancelación de facto del sistema estadounidense de asilo y refugio.

Finalmente, el tema de la seguridad no es menos preocupante. El endurecimiento de la postura estadounidense ha sido continuo. En febrero pasado oficializaron a las organizaciones criminales mexicanas como terroristas y la Casa Blanca declaró una alianza intolerable entre el gobierno mexicano y el narcotráfico. En reiteradas ocasiones el propio presidente ha caracterizado a México como un estado fallido controlado por criminales. A través de esas declaraciones intenta justificar acciones cada vez más agresivas y unilaterales. Lo anterior a pesar de que el actual gobierno mexicano abandonó la política de abrazos no balazos para ajustarse a la visión de combate y desmembramiento de las organizaciones criminales.

En este tema, ningún resultado parece satisfacer al presidente Trump quien se había negado a pactar métricas de evaluación y corresponsabilidad. Esperemos que el acuerdo bilateral de seguridad, migración y comercio alcanzado en recientes fechas, cuente con normas claras y equilibradas. Pero, sobre todo, deseamos que sea un acuerdo que abone a la estrategia mexicana de combate al huracán de inseguridad al que las y los mexicanos hemos estado expuestos por demasiados años.