Abandono
16/07/2021
Autor: R.C.P.H
Cargo: Estudiante de la Licenciatura en Filosofía

Nuestro futuro siempre ha sido incierto, despertamos bajo un sol que quema, pero a veces no alumbra, no alumbra el poco o mucho caminar que emprendemos día a día, no alumbra la esperanza ni los sueños –porque al final los sueños pertenecen a la noche-. Despertamos ante un mundo donde algunos buscan una seguridad, otros olvidan o no piensan en ello, simplemente nadan junto a la corriente, alegrándose o llorando según la circunstancia, mientras que otros no dejan de pensar en el haber del mañana.

Así nos encontramos, parados en el limbo, sujetos a la incertidumbre de los que pasará en los siguientes meses. Así es, precisamente hablo de las especulaciones que han surgido en torno al potencial regreso a las aulas. Ha pasado ya un buen tiempo desde que se anunció la eminente reincorporación presencial. Pareciera que, como todo en los medios, nuestra atención se extingue antes de encontrar una solución o pensar a fondo el problema. Lo olvidamos y lo pensamos para nuestro “yo del futuro”.

Próximos a encontrarnos de tope con las medidas provistas por las autoridades académicas y estatales, resaltamos ahora mismo el valor y lugar de la duda y la preocupación. Nos atendemos a un no saber qué y, muy curiosamente –salvo a singulares excepciones- el común acepta las medidas –no hay de otra pensarán algunos- sin más ni menos. Lejos quedaron las fechas donde la rebeldía universitaria se visualizaba más que en la toma de calles e instalaciones. El temor de la muerte ronda tanto dentro como fuera de la Universidad, el temor por un contagio no debería ser menos que el temor a la inseguridad, al mismo, que las protestas o las voces alzadas. Quizá aún no se tiene conciencia de todo el hecho, claro, alguien dirá “necesito hacer mis prácticas de laboratorio”, “ya me harté de estar en el rancho” “no aprendo nada con clases online”, sin embargo, ¿hemos a conciencia pensado siquiera en el riesgo de contagio? En mis varias de mis trasnoches pensaba “si muero esta noche nadie sabría hasta días después”, y es que seamos sinceros, muchos foráneos viven solos, quizá con roomies que se darían cuenta de tu ausencia a la mañana siguiente o hasta que comiences a apestar, al igual que las familias. Al menos que tu ausencia sea tan estrepitosa no se notaría tanto.

Nos fijamos entre la espada y la pared, entre un seguir la corriente y confiar ciegamente en que todo saldrá mejor, o el de querer de pronto abandonarlo todo. El ejemplo de la muerte silenciosa es espléndido para ilustrarlo mejor pues, la muerte siempre ha sido así, callada y a veces hasta tímida, siempre está a la vuelta de la esquina o, como diría Macario, se encuentra dentro de ti. ¿Qué entonces quiero decir? Algo muy simple, estamos varados en un limbo donde saltamos al vacío o nos retraemos, un limbo donde debemos decir qué acción tomar. No solamente la comunidad UPAEP, piensa tan solo en los millones de universitarios, aquellos que sí vienen de un pueblito, de una comunidad, de una zona precaria y que de pronto han de regresar –si es que tienen los medios para- a la universidad. Justo hace un año descubrimos cuantos universitarios somos en Puebla y como cada es igual a ti. Compartimos el rojo de la sangre que nos impulsa a buscar la supervivencia, un mejor modo de vivir un afrontar la realidad, pero, son los sueños rosas los que no obstruyen el paso al modelo de lo real –quizá por esto Platón desterró a los poetas, acusándoles de cubrir con un velo la visión de los más jóvenes, haciéndoles creer en las fantasías de un solitario escritor-. Así mismo con nosotros.

El futuro no estuvo tan incierto como ahora, y eso es lo hermoso de nuestro tiempo. En muchas ocasiones he podido exhortar a la toma de conciencia, somos la generación de los primeros 20 años del Milenio ¿qué se dirá de nosotros en los libros? ¿Qué historias se contarán? ¿Qué dirán de nosotros si pensamos bien lo que sucedería?

No es el riesgo solamente de empezar las clases, es el riesgo de empezar una vida, en pocas palabras, simplemente vivir. Me alegro que tengamos esta viva imagen bien tangible, nuestro destino realmente se ve oscilado en la preocupación por vivir, y lo que es peor, vivir bien.

El tiempo nos dará la respuesta a los actos que elijamos, el modo en que viviremos o mejor dicho, cómo elegiremos vivir.