“La inclusión educativa o incomoda o no es inclusión”
20/10/2021
Autor: Dr. Rodolfo Cruz Vadillo
Cargo: Facultad de Educación UPAEP

Un tema que me ha interesado a lo largo de mi experiencia como profesor está relacionado con los procesos de inclusión/ exclusión educativa. Una pregunta que salta a la vista y regresa constantemente a mi pensamiento día tras día refiere a la existencia de lógicas que posibilitan la exclusión de ciertas personas en el ámbito educativo. Lo anterior me ha llevado a pensar que dichos procesos son más complejos que un simple “no estar” o incluso que un sencillo “hay que incluir”; ambos ejercicios dan cuenta de una mirada casi ingenua y simplista del problema, donde el otro, el sujeto otro, pareciera que sólo ha transitado por laderas que no le han permitido estar con el resto y, en un tipo de alquimia social, lo único que necesita es querer “estar”. Frente a esto, la respuesta también refleja cierto voluntarismo que hoy se me antoja irrisorio, es decir, una respuesta del estilo “¡Vamos! que entren y estén todos incluidos”.

El problema es la negación de lo político, la idea que subyace en imaginar que sólo es un caso de distribución de los lugares escolares, de cambio de centro, de tolerancia y empatía, escondiendo que toda “gestión” de la diferencia, todo trato con la alteridad, es una forma de encuentro intempestivo; encuentro que de entrada puede causar cierta incomodidad, pero lo cual es su condición de posibilidad.

Hay muchas identidades que hoy se han colocado en los márgenes, en esa exterioridad que no parece tener ni encuentros ni desencuentros, sino solo un tipo de trastocamiento, de roces, gestos y miradas, que no terminan de concretar y de “incomodar”. Formas de asimilación y normalización que despolitizan las subjetividades y que, al hacerlo, colocan el problema sólo en un plano factual, sumamente simple, que puede ser resuelto con la misma fórmula de concreción, lo cual empobrece lo que hay detrás del acto de incluir.

Me he preguntado muchas veces ¿qué con los otros? olvidando que la diferencia empleada y señalada, es pura ficción para reafirmarme a mí mismo y negar la incomodidad que trae la alteridad. Si bien, en algún momento creí que un mundo ideal tendría que estar imaginado en clave de igualdad, ejercicio que reafirmaría a todos en el mismo lugar, hoy reconozco la complejidad, pues esta idea no tomaba en cuenta que dicho acto, de entrada, posibilitaría borramientos identitarios, desaparición o aniquilación de la diferencia y con ello de la incomodidad que suele hacerse presente ahí donde lo otro se hace visible.

Un tema que he intentado seguir de cerca tiene que ver con el sujeto de la discapacidad; en realidad creo que este tópico es el pretexto de algo que supera una forma de ser y estar en el mundo, donde más bien hay interseccionalidad. La idea de incluir a los sujetos con discapacidad en el ámbito escolar es poderosa, atractiva y humana, capaz de mover sentimientos y, a veces, compasiones; sin embargo, debe tender a lo insoportable en la medida que transforma esos ideales humanitarios en procesos de descentramiento de nuestra propia condición, que nos interroga constantemente, nos interpela, nos conflictúa y nos moviliza. En ese sentido, “la inclusión educativa o es incómoda o no es inclusión”, de lo contrario sólo estamos frente a un ejercicio de asimilación y normalización de lo otro, de lo diferente.