El filósofo español Miguel de Unamuno y Jugo en su libro: “Del sentimiento trágico de la vida”, publicado en 1912 en su capítulo VIII comienza diciendo: “No creo que sea violentar la verdad el decir que el sentimiento religioso es sentimiento de divinidad, y que sólo con violencia del corriente lenguaje humano puede hablarse de religión atea. Aunque es claro que todo dependerá del concepto que de Dios nos formemos. Concepto que depende a su vez del de divinidad.” Hasta aquí la cita.
El mundo de la antigüedad fue básicamente religioso, culturas como Mesopotamia, Egipto y la India -entre otras- fundamentaron mucho de sus expresiones culturales en torno a la religión, podemos decir sin exagerar, que la religión en aquellas culturas se asemejaba al centro de una rueda de carreta a partir de la cual la vida social, económica y política tenía sentido.
La religión durante el período moderno y contemporáneo de la historia, no ha dejado de tener sus expresiones tanto en occidente como en oriente, y a grosso modo, se puede señalar que la cultura occidental <que se gesta a partir de la grecolatina>, asumirá básicamente la forma religiosa judeocristiana. El cercano oriente es judío por una parte e Islámico por la otra. El medio Oriente es budista y brahmánico, y el lejano Oriente es budista coexistiendo con religiones como el confucianismo y el taoísmo.
Es interesante observar como la cultura occidental es la única que ha llegado a plantear una actitud crítica no sólo ante la religión judeocristiana, sino ante toda expresión religiosa. En efecto, ante la fragmentación del cristianismo a partir del siglo XVI entre católicos y protestantes, el racionalismo ilustrado del siglo XVIII propuso la gran luz de la Razón (con mayúscula) en contra de la fe religiosa. La Razón fue afirmada como la regla o medida de la cultura, calificando como de “oscurantista” a cualquier postura de fe basada en una religión supuestamente Revelada que se valiera de intermediarios entre Dios y el ser humano. El movimiento ilustrado proponía a lo sumo una Teofilantropía, una religión de tipo racional que, al derivarse de principios racionales, superaría y a la vez remplazaría a las religiones que se basaran en una fe fincada en una autoridad divina que se postulara como intermediara entre lo divino y lo humano.
Al racionalismo ilustrado del siglo XVIII, siguió el positivismo del siglo XIX, en donde gracias a los avances de la ciencia se piensa que la única forma válida de explicación de la realidad es la que sigue el modelo de la ciencia físico-matemática, del tal modo, que el positivismo nacido en el mismo siglo XIX, con su ley de los tres estadios, valoraría a la religión como un estadio propio de la niñez en donde la imaginación, y no la razón, se encargaría de inventar las distintas formas religiosas. Si a la postura positivista que hace de la religión algo propio de lo infantil en donde lo científico representaría la madurez adulta, le añadimos el ateísmo de Nietzsche y de Karl Marx, así como la postura de Feuerbach diciendo que el secreto de toda teología es una antropología, parecería ser entonces que para el siglo XX las religiones deberían desaparecer o retroceder.
En el siglo XX las religiones han continuado su trayectoria, pero a raíz de la crítica que se elaboró en el anterior siglo, el fenómeno religioso se mermó en las grandes religiones, sin que dicha merma constituyera el gran rechazo o retroceso que se pudiera prever,
En los principios del siglo XXI se puede observar en occidente que existen tres actitudes ante la religión. La primera es de indiferencia hacia las religiones, herencia de la actitud crítica que se ha mencionado del siglo XIX. La segunda es una todavía una pertenencia a religiones institucionalizadas basadas sobre la fe en una autoridad divina que se justifica como intermediaria entre Dios y el ser humano, herencia del distante medioevo. La tercera es afirmar una actitud religiosa de modo tal que no se exprese en un grupo religioso que tenga como base la fe en una autoridad divina, sino más bien que cada persona adopte una tendencia religiosa en particular, pero sin el compromiso de seguir una serie de dogmas o ritos preestablecidos de antemano por alguna autoridad divina, en esta tercera actitud se presenta no sólo un pluralismo religioso, sino también a un pluriformismo religioso en donde se hallan New Age, orientalismo tipo light y ocultismo, entre otros.
A la luz del anterior recuento histórico de cómo la religión ha sido valorada por la cultura occidental, se puede dejar en claro que el elemento religioso sigue siendo parte integrante de la cultura, pues una cosa es ser indiferente a una religión institucionalizada y otra cosa es dejar de lado una actitud o tendencia religiosa, porque aunque no existieran religiones institucionalizadas, no dejaría de existir una tendencia religiosa humana, asimismo, la indiferencia ante la religión muchas veces se manifiesta en un rechazo no tanto a la tendencia religiosa humana, sino a las religiones institucionalizadas que exigen la fe en una autoridad humana bajo el aval divino.
Ahora bien, al valorar o ubicar lo religioso en el horizonte humano concomitantemente se valora y ubica el tema de Dios, de ahí que el planteamiento sobre el problema religioso repercuta en el tema de Dios.