Observar la ciudad es vivirla a diario, se habla del derecho a la ciudad como si fuera una mera cultura actual o como una etapa temporal, algo de moda que ha surgido con los nuevos arquitectos y urbanistas. Lo cierto es que el tema ha existido desde la década de 1970 cuando Lefebvre propuso que la ciudad cambiara en su totalidad para dar paso a la accesibilidad y la inclusión de la gente.
Como observadores de la ciudad los especialistas en el tema han buscado transformarla para hacerla accesible para todos los medios, pero, ¿qué sucede cuando la propia ciudad está bajo el dominio del automóvil? ¿La ciudad puede transformarse de forma simple y sin impedimentos?
Todas las personas ¿están seguras dentro de la propia ciudad?; hemos visto accidentes en donde están involucrados peatones y ciclistas; sin más que decir en meses pasados, y desde el atropellamiento a dos ciclistas en el Centro Histórico de Puebla, se ha levantado un marcha crítica muy fuerte, integrada por miembros de colectivos ciclistas que exigen mejores y más amplias redes ciclistas.
Eso es lo que sucede en una ciudad tan extensa como Puebla, tenemos algunas redes ciclistas que si bien, se han diseñado conforme a un reglamento y una normativa vial, aún distan de los modelos planteados en Europa. Un factor en contra es la llamada ciudad dispersa, donde vemos un modelo de mancha urbana que involucra la llamada percepción visual que incluye al automóvil y los grandes bulevares.
Desde el 2014 se tiene registro de infraestructura ciclista, la cual se encuentra plasmada en el Programa Municipal de Desarrollo Sustentable del Municipio de Puebla, donde se ponen en evidencia estos recorridos en donde si bien no tienen origen y destino, muestran un progreso significativo.
Con el cambio de gobierno y teniendo en consideración los avances en materia de movilidad que se dieron con Moreno Valle, la instalación de ciclovías a nivel de arroyo vehicular y elevadas, dio pauta a la colocación de más vialidades destinadas a los ciclistas, como es el Blvd. Forjadores de Puebla que en su proyecto original contemplaba la conectividad entre los centros históricos de Puebla y San Andrés Cholula, lo que permitía tener un circuito continúo entre dos municipios. Lamentablemente su ejecución solo se vio en el segundo municipio y con ellos una serie de polémicas y críticas que mostraron los problemas políticos de los mandatarios de ese periodo.
La cruda y triste realidad es que aun teniendo dichas infraestructuras siguen habiendo accidente en donde los principales involucrados siguen perteneciendo a los grupos vulnerables de la movilidad (ciclistas y peatones).
Mucha gente a pesar de ello, ha buscado transformar sus patrones de movilidad y ha optado por cambiar su automóvil por una bicicleta para realizar recorridos breves, esto quizás vino con la aparición de una pandemia que nos hizo incluso, repensar el espacio destinado a la bicicleta y a los peatones.
Sin embargo, aun teniendo una serie de reglamentos, políticas públicas en materia de movilidad urbana, y manuales, seguimos diseñando ciudades pensadas para el automóvil, lo que da un foco de atención en cuanto a la actualización y conciencia que tienen que tener nuestras autoridades gubernamentales, hablamos de un derecho a la ciudad y por consiguiente un respeto hacia una reglamento vial que hasta hace algunos años empezó a colocar al peatón y al ciclista en el extracto de prioridad.
Hay que agregar que desde diferentes trincheras como coloquialmente se menciona, se ha buscado crear no sólo una conciencia, sino, una perspectiva de cambio, que busque sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de una bicicleta blanca, o sobre una cruz en el pavimento, íconos representativos de una sociedad que se niega a respetar a otro usuario de la ciudad.
La realidad es que aún queda un camino largo por recorren en materia de movilidad, y es una acción que involucra a toda la sociedad civil, autoridades, academia y colectivos civiles, para hacer de esto, una sociedad más inclusiva y participativa.