¿Cambios en la estrategia militar rusa en Ucrania?
05/04/2022
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

Carl von Clausewitz (1780-1831) fue un militar prusiano y uno de los más importantes historiadores y teóricos de la ciencia militar. Su tratado “De la guerra” (Vom Kriege) sigue siendo lectura obligada en las academias militares de nuestros días. En esta obra, publicada por su viuda en 1832, Clausewitz define a la guerra como un acto de fuerza para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad. Para ganar una guerra, necesitamos tener una estrategia, palabra cuyo sentido original en griego dórico es “jefe del ejército” (stratagos) y que el teórico prusiano define como el empleo del combate para los fines de la guerra. La estrategia es la respuesta ante el hecho de que nuestros recursos son limitados, por lo que la estrategia debe ayudar a concentrar dichos recursos para lograr una ventaja decisiva y sostenible frente al enemigo. Por eso es que para Clausewitz la concentración de recursos es la parte fundamental de la estrategia. Pera para llegar a ella es necesario identificar la situación para analizar su entorno y determinar las opciones más viables. Hay que eliminar todo aquello que nos distraiga de nuestro plan y nos aleje de nuestros objetivos.

Es así que la estrategia debe tener un propósito y funcionar integrando todos los elementos necesarios de manera ordenada; esto quiere decir que primero está la estrategia y después el plan, pues la primera se ejecuta con el segundo. A su vez, la táctica es el empleo de la fuerza en una batalla particular, por lo que es a corto plazo, mientras que la estrategia es a largo plazo. Mientras el soldado sólo tiene la visión del combate del momento, el estratega debe tener la visión hacia la victoria final. Pero aquí encontramos una diferencia esencial entre el estratega militar y el estratega político: mientras el primero tiene como objetivo aniquilar al enemigo y con ello ve terminada su labor, la tarea del político es permanente: desde antes de la guerra, durante ella y después de ella, pues debe asegurar la paz lo más que se pueda. Además, según el teórico prusiano, la guerra no existe por sí misma, sino siempre en función de la política, de allí que definiera a la guerra como la continuación de la política, pero con otros medios.

Von Clausewitz afirma que la estrategia requiere de un proceso dinámico y seguir una filosofía de rejuvenecimiento y renovación constante, generando un cambio continuo. De allí la importancia que le concedía a la adaptación al entorno cambiante.

Una vez leído esto, tratando de aplicarlo a los acontecimientos en Ucrania, debo confesar a mis cuatro fieles y amables lectores que me cuesta trabajo encontrar una estrategia lógica en el proceder de la cúpula militar rusa en su “Operación militar especial”, elegante eufemismo para denominar a una invasión que fracasó en sus objetivos primarios: derrotar en menos de una semana al ejército ucraniano, tomar preso a Zelensky y colocar a un gobierno títere en Kiev. Este fracaso quizá explique los errores subsecuentes, pues la guerra es como la política y, muchas veces, como nuestra propia vida: se comete un error garrafal y todos los errores que siguen son consecuencias de ese primer fallo.

Hasta donde llega mi entendimiento (no muy lejos), creo que los rusos tenían ante sí tres objetivos posibles: la variante más modesta era apropiarse del corredor que abarca las repúblicas separatistas hasta la ya anexada península de Crimea, para asegurar toda la costa del Mar de Azov; la segunda variante era apoderarse de toda la Ucrania oriental, entre el río Dniéper y la frontera rusa, y la tercera variante era quedarse con toda Ucrania. Es decir: la rebanada de pastel, un tercio del pastel o el pastel completo. Según veo las cosas, la idea original era quedarse con el pastel completo, pues por eso iniciaron la invasión con un frente de 1 200 km de largo (dicho sea de paso, creo que fue un error enorme abrir un frente tan amplio).

Ya hemos dicho también que fue un error tratar de sitiar Kiev: una rápida mirada al mapa de la ciudad nos dice que es sumamente extensa, con muchos suburbios, un gran río que pasa por en medio (el Dniéper) y con una extensión de aproximadamente 850 kilómetros cuadrados. Posiblemente, ante el hecho crudo de que sitiar, destruir o tomar esta ciudad se antoja imposible, la cúpula militar y política rusa ha decidido mover tropas que estaban posicionadas frente a Kiev y reagruparlas para reforzar la presión en el sur del país y quedarse, entonces, con la rebanada de pastel de la que hablábamos arriba. Así que no se estarían retirando, como dice la propaganda rusa, sino que se estarían, sencillamente, reagrupando para fortalecer sus ataques contra Mariupol.

De hecho, los servicios de inteligencia británicos consideran que el cerco y el sitio a Kiev fracasaron, por lo que el anuncio ruso de reducir la intensidad de los combates en torno a la capital es considerado por las mismas fuentes como una señal de que el invasor ha dejado la iniciativa en manos de los ucranianos. Expertos militares ingleses piensan que es muy probable que Rusia movilice a sus fuerzas desde el norte hacia el sureste, para acrecentar la presión en Luhansk y Donezk y olvidar, de momento o definitivamente, a Kiev. Con estos movimientos aumenta ciertamente la esperanza de que pronto termine la guerra, de que haya negociaciones, pero no parece que Putin esté al final de sus posibilidades, militarmente hablando. Además, si hemos dicho que es importante para el estratega, siguiendo a Clausewitz, concentrar sus recursos y no dejarse distraer, es posible que esto estén haciendo ahora los rusos: concentrar sus fuerzas en los territorios en donde es más probable la victoria y no dejarse distraer por el atractivo de tomar Kiev, que aparentemente está mejor defendido de lo que los invasores supusieron que fuese posible.

También es posible que las fuerzas rusas se estén reagrupando para encerrar al ejército ucraniano en el Dombás. En todo caso, este movimiento de reagrupación es un indicio de la adaptación que todo estratega debe estar en condiciones de emprender, si es que la condiciones sobre el terreno cambian. Lo importante ahora, en vista de que no podemos ver en el interior del cerebro de Putin para entender su lógica, es: 1) ¿cuál es la verdadera situación del ejército ruso? 2) ¿Qué tanto en verdad se ha debilitado el ejército invasor? 3) ¿En qué condiciones está verdaderamente el ejército ucraniano? Si supiéramos las respuestas, podríamos saber qué tan cerca estaría Putin del final de sus posibilidades militares; aun así, no sabemos para él cuándo estaría llegando al punto de tener que decidir sobre la suspensión de las operaciones militares. Además, en vista de que la guerra y la política van juntas, no podemos saber si Putin pretende, con estos aparentes movimientos en favor de Kiev, debilitar la alianza occidental.

Lo cierto es que Europa y las democracias occidentales deben ser fuertes, debemos estar listos para un conflicto de larga duración (que no terminará con la deseada retirada del ejército ruso de Ucrania) no aflojar en las sanciones económicas y continuar apoyando militar y humanitariamente a los ucranianos. Como en toda guerra, hay mucha incertidumbre: por un lado, podemos esperar que los rusos se den cuenta de que no pueden ganar la guerra y acepten negociar, pero por otro, puede ser que, si Putin se ve acorralado, recurra a medidas más radicales y desesperadas.

Para terminar, me gustaría comentar algo acerca de una inquietud que surgió en un foro sobre la guerra en Ucrania, hace unos días en la UPAEP: el tema de los tanques rusos. ¿Ya pasaron de moda en la guerra moderna? Parece que no, aunque los rusos tendrán que revisar bien la forma en la que los están empleando en esta guerra, pues sus pérdidas parecen ser mayúsculas. Las fotografías de tanques rusos destruidos son innumerables; en ellas vemos muchísimos tanques ya antiguos, como los T 72, pero también algunos más recientes, como los T 90. Aparentemente, los rusos han perdido en este conflicto, hasta el momento, alrededor de 214 tanques, de los cuales unos 6 deben ser T 90. Muchos especialistas esperaban que el ejército invasor emplearía los modernos tanques “Armata T 14”, lo cual, empero, no ha ocurrido.

El “Armata” posee una torreta totalmente automatizada, siendo, hasta donde sé, el primer tanque en introducir esta modalidad, puede desarrollar velocidades de hasta 90 km por hora, lo que quiere decir que es más veloz que el principal tanque de combate estadounidense, el Abrams M1A2. El Armata tiene, además, un sistema electrónico capaz de detectar la aproximación de misiles antitanque, para interceptarlos de manera automática. Si bien tiene un cañón de 122 mm, está pensado para montar uno más poderoso de 152 mm. No existe por ahora ningún tanque, en ningún país del mundo, con un cañón tan poderoso, capaz de destrozar un blindaje de un metro de espesor. ¿Por qué no hemos visto a este tanque en la campaña ucraniana? Se supone que Rusia habría ordenado la construcción de alrededor de 2 300 unidades del Armata para el 2020, pero finalmente parece que no hubo fondos suficientes y sólo se fabricaron 100 (cien). Además, parece que estas unidades efectivamente construidas tienen serios problemas técnicos y electrónicos, por lo que se necesita más dinero para solucionarlos, y ese dinero no está disponible.

Costos: un T 72 cuesta unos quinientos mil dólares, un T 90 2 millones y un Armata cuesta 3.7 millones; esto los hace demasiado caros para arriesgarlos en una campaña militar. Así que es mejor, por el momento, usarlos sólo en desfiles. Además, está el aspecto mercadológico: si los ucranianos destruyeran uno o dos Armata, sería un fuerte golpe para el prestigio de la industria rusa de armamentos, que busca exportar, más adelante, los Armata a países amigos como China e India. Es mejor, por lo tanto, mantenerlos lejos del campo de batalla, sobre todo en vista de la temible efectividad ucraniana para destrozar tanques rusos. Ya ocurrió una vez en Siria: un Armata fue completamente destruido por un misil antitanque y la noticia fue terrible para el orgullo ruso. Además, Polonia acaba de ordenar la compra de más de 200 tanques Abrams, por lo que es mejor mantener los Armata a buen recaudo, por si llegara el caso de tener que usarlos en contra de esos tanques de construcción estadounidense. Claro, siempre y cuando no se queden varados en el camino por desperfectos mecánicos, como ocurrió en el desfile de presentación del Armata, en 2015.