El venado cola blanca en México
24/08/2022
Autor: Dr. Herminio S. de la Barquera y A.
Cargo: Decano de Ciencias Sociales

En esta columna, que mis cuatro fieles y amables lectores soportan con indulgencia digna de mejores causas, hemos tocado de vez en vez temas que giran en torno a los problemas del medio ambiente mexicano: hemos hablado del problema del agua y de la situación, generalmente precaria, de algunas especies de la fauna silvestre. Hoy reflexionaremos acerca de una especie de la fauna cinegética que en otros tiempos estuvo muy extendida en el paisaje nacional: el venado cola blanca (Odocoileus virginianus). Este venado, también llamado “ciervo de Virginia”, es pequeño, de color café grisáceo en el invierno y café rojizo en el verano, con el vientre blanco. Cuando corre, levanta la cola, batiéndola como señal de alarma, como si fuese una bandera blanca.

La cornamenta de los machos tiene generalmente 10 puntas, pero en algunas regiones sólo desarrollan 6 u 8. Los machos llegan a pesar hasta 57 kg y las hembras, 45 kg. Como sucede con otras especies animales, como el lobo, los venados cola blanca son de mayor tamaño en las regiones del norte del continente americano, disminuyendo su tamaño y peso hacia las zonas tropicales. Este venado es quizá el más extendido en América, puesto que está presente desde las regiones subárticas canadienses hasta el norte del Perú, pasando por las montañas mexicanas, incluyendo zonas secas y tropicales, toda la América Central y el norte de Sudamérica, hasta la línea del ecuador. En todas estas regiones es muy perseguido por los cazadores, incluyendo a los furtivos, por lo que en algunos ecosistemas ha desaparecido o se ha visto muy presionado, mientras que, en otros casos, dado que el hombre ha acabado con muchos depredadores, su número ha crecido sin control, provocando situaciones nocivas para los ecosistemas. Al venado se le persigue por su carne, su piel, sus pezuñas y su cornamenta, es decir, prácticamente todo en él se aprovecha. 

En general podemos decir que al venado cola blanca se le caza en México de manera indiscriminada, sin atender a la época del año, o si el animal está criando, o si es adulto o no.  Si a esto le agregamos el sobrepastoreo, la contaminación de suelos, la extensión de las manchas urbanas, la desaparición de árboles y zonas de arbustos, la aguda sequía en amplias regiones de México, etc., veremos que la situación de esta hermosa especie está ya muy comprometida en todo el país. 

El venado cola blanca es un animal sumamente importante en las culturas prehispánicas, pues jugaba un papel protagónico en muchas leyendas, en la cosmogonía y hasta en la cultura culinaria de muchos pueblos de lo que ahora es nuestro país. Originalmente, este cérvido se encontraba distribuido en alrededor del 90% del territorio nacional, excepto en la península de Baja California. De las aproximadamente de 38 subespecies que se conocen, 14 viven en México, de las cuales 8 son endémicas, es decir, sólo existen aquí. Esta enorme distribución original ha dado lugar a diversas discusiones entre los expertos, pues existen considerables diferencias entre las especies, por lo que existen diversas propuestas de clasificación a partir de considerar a muchas de las subespecies como especies por sí mismas. 

Desde las épocas prehispánicas, este venado es quizá el animal de caza más importante de México, y se ha mostrado como bastante resistente a la cacería excesiva y a la modificación de su hábitat, aunque, obviamente, cuando este es destruido esta capacidad de adaptación llega a su fin. Es por esto que en muchos lugares ya se ha extinguido, siendo los pobladores locales los que muchas veces, al practicar una cacería descontrolada prácticamente durante todo el año, han contribuido a la rápida desaparición de estos hermosísimos animales de los paisajes mexicanos. De todas formas, las más altas poblaciones de venado cola blanca en México siguen siendo las de los bosques de pino-encino en la Sierra Madre Occidental. Los bosques lluviosos y los desiertos son probablemente los dos tipos de hábitat menos propicios para esta especie, aunque parece que los venados se adaptan muy bien en los bosques o arbustos de segundo crecimiento, es decir, en los que surgen después de que la vegetación original fue arrasada.

Originalmente, estos venados eran uno de los platillos favoritos de pumas, jaguares, lobos y osos grises; los ejemplares jóvenes, viejos o enfermos eran presa de osos, coyotes y otros depredadores menores. Actualmente, algunos de estos animales ya han desaparecido o se han visto sumamente disminuidos, por lo que los ecosistemas en los que vive o vivía el venado cola blanca están sumamente alterados o han igualmente desaparecido. Los matorrales densos, los bosques de encino arbustivo, el monte de segundo crecimiento en los trópicos y bosquetes arbustivos son lo ideal para esta especie. Probablemente esta predilección por las cubiertas espesas haya protegido al venado de la extinción, mientras que otras especies como el venado bura, el berrendo y el borrego cimarrón, que buscan espacios abiertos, acusan una situación mucho más grave. El problema del venado cola blanca es que, aunque puede comer temporalmente pasto verde y hierbas, prefiere totalmente el ramoneo, es decir, consumen las puntas de las ramas de algunos arbustos y árboles en los periodos en que no crecen, como en invierno y en temporada de secas. Si la capa boscosa desaparece, las oportunidades de ramoneo disminuyen, lo que significa que una fuente esencial de alimentación no está disponible y el venado pierde oportunidades de subsistencia. Se ha visto que, cuando puede, también consume frutas silvestres y, cuando invade ciertos cultivos, prefiere el chile, la calabaza y la col, por ejemplo, lo que muestra una enorme capacidad de adaptación al medio ambiente alterado. Esto ya lo advertía A. Starker Leopold en la década de los 50 del siglo pasado, cuando la situación de este venado aún era bastante holgada.

Cuando hablamos de la situación de los recursos faunísticos de un país o región, es importante comenzar por el conocimiento de los diferentes tipos de hábitat que originalmente existieron, para pasar después a estudiar cuáles son los cambios que han ocurrido en la vegetación, en el suelo y en la disponibilidad del agua, así como la actividad humana. Así que no basta proteger a los animales de la cacería y de los depredadores, sino que es más importante regular la cacería y proteger el hábitat. Los depredadores son también parte esencial de los ecosistemas y ayudan a regular las poblaciones de herbívoros, evitando que se conviertan en una plaga. En lo que toca a la cacería, si esta se regula y se controla, también puede significar una aportación a la conservación de las especies y traer, además, beneficios económicos a las economías locales, debido al pago de derechos de caza y de servicios como hospedaje, alimentación, guías, etc. El problema generalmente no es tanto con la cacería “deportiva” sino con la ilegal o furtiva, practicada casi siempre por las poblaciones locales de manera desordenada e indiscriminada, como podemos constatar prácticamente todos nosotros cuando visitamos algún pueblo o asentamiento pequeño en la montaña, el monte o la selva.

Esta especie tiene un gran potencial económico, por lo que en México existen muchísimas organizaciones que crían venados ya sea para la cacería legal y regulada, o para aprovechamiento de su piel, cornamenta y carne, todo conforme a los lineamientos legales en la materia. Muchos de estos esquemas se aplican o podrían también aplicarse al aprovechamiento de otras especies, como el berrendo (Antilocapra americana), el venado bura (Odocoileus hemionus) o el borrego cimarrón (Ovis canadensis), por mencionar sólo a algunas de ellas. Dada la amplísima distribución original del venado cola blanca, es posible que cada vez más personas se beneficien de su explotación racional y regulada, teniendo solamente cuidado en no mezclar subespecies o de introducir subespecies de determinada región en otra, por lo que se convertirían en subespecies exóticas, lo cual no es deseable.

Otros modelos de negocio, además de la caza “deportiva” legal y controlada, podrían ser: a) el ecoturismo (por ejemplo, siguiendo el modelo costarricense), b) la manufactura de productos a partir de la piel, las pezuñas y la cornamenta del venado, c) la comercialización más extendida de la carne y d) la producción de pie de cría. Así que aquí hay más ejemplos de que el cuidado y la conservación de los recursos naturales pueden tener repercusiones económicas, sociales y culturales muy positivas para la población mexicana, tan aficionada a destruir lo que la otrora rica naturaleza mexicana puso en nuestras manos.