Este día, 18 de Noviembre, estamos conmemorando una vez más el inicio adelantado de la revolución de 1910; el inicio del alzamiento armado, convocado por Francisco I. Madero, como sabemos, estaba planeado para el día 20, pero, por una situación fortuita, la policía intenta catear la casa de los hermanos Serdán y esa acción provoca el primer hecho de armas del naciente movimiento.
Es muy difícil hablar de “la Revolución Mexicana”, pues más pareciera que se trató en realidad de varios movimientos revolucionarios, algunos de ellos enfrentados a muerte entre sí: Emiliano Zapata, en estado permanente de impaciencia, se levantó en armas contra el gobierno de Madero; Venustiano Carranza persiguió a su vez a Zapata; Álvaro Obregón, en nombre de Carranza, y el facineroso Pancho Villa se combatieron mutuamente; pero después Obregón desconoció a Carranza, etc. El milagro de todas las revoluciones también se cumplió en México: todos estos personajes son héroes en el panteón oficial, incluyendo a Villa, el asesino. Esto se debe a que en un movimiento revolucionario generalmente confluyen diferentes grupos sociales que se sienten agraviados por el régimen político o por un caudillo. Lo primero que los une es precisamente el deseo de derribar el orden político vigente, pero, una vez que lo han logrado, salen a la luz las diferencias de visiones, de pensamientos, de intereses y de necesidades, por lo que comienzan a ser más evidentes las posturas distintas de cada grupo, facción o dirigente.
Es por eso que en México vimos, a lo largo de esos años de violencia desmedida (aproximadamente de 1910 a 1920/1921), diferentes liderazgos: Madero (desde Coahuila), Carranza (también desde Coahuila), Zapata (desde Morelos), Villa (desde Durango y Chihuahua) y Obregón (desde Sonora). Cada quien expidió un “plan” o programa, pero con diferentes acentos: el Plan de San Luis, de Madero, persigue objetivos distintos al Plan de Ayala, de Zapata, pues el primero buscaba unificar a la nación en la lucha por derribar al gobierno del General Porfirio Díaz, mientras que el segundo era de carácter agrario. Pero la Ley General Agraria, de Villa, no se parece al plan de Zapata, pues el contexto social y agrícola de Chihuahua no era igual al del estado de Morelos. El Plan de Guadalupe, de Carranza, rechaza al gobierno usurpador de Victoriano Huerta y propone celebrar nuevas elecciones. Por último, el Plan de Agua Prieta, de Obregón, desconoce a Carranza, pues se siente traicionado por él en su búsqueda por ser el candidato para sucederlo en la Presidencia de la República. Así que estos personajes se combaten y se matan unos a otros, en un proceso muy conflictivo de cambio. Al conjunto de todos estos movimientos se le llama “la Revolución Mexicana”, pero, como podemos comprender, este nombre es engañoso: en realidad se trata de distintos movimientos revolucionarios que a veces confluyen y a veces se rechazan mutuamente, una guerra civil sumamente sangrienta en la que participan muchos bandos y en la que pierden la vida alrededor de un millón de personas.
En el estado de Puebla, a diferencia de otras entidades como Zacatecas, Chihuahua, Coahuila, Guanajuato y, en menor medida, Sinaloa, Morelos y Sonora, no tuvieron lugar grandes batallas en campo abierto (como la de Celaya, en donde Obregón perdió un brazo e intentó suicidarse), o sangrientas tomas de ciudades (como la de la ciudad de Zacatecas). Tampoco se llevaron a cabo acontecimientos políticos del calado de la Convención de Aguascalientes o de la discusión de la Constitución en Querétaro, pero eso no significa que en el estado no hubiera interés en derrocar a Díaz o en participar en las discusiones acerca del nuevo orden político.
Sin lugar a dudas, lo que más se recuerda de la revolución en Puebla es el asalto a la casa de los hermanos Serdán, que se conmemora hoy, 18 de Noviembre. Pero hubo otros personajes que se lanzaron, como se decía en ese entonces, “a la bola”, es decir, a la guerra, a la revolución: Francisco A. Gracia, en la región de Atlixco y Huaquechula, Camerino Z. Mendoza en Tehuacán, Gumersindo Sánchez en la región de Cholula y Fausto Rojas en Tecamachalco, entre muchos otros.
Un personaje muy importante en los inicios del movimiento fue Juan Cuamatzi, quien actuaba en y desde Tlaxcala. Era participante activo en las reuniones en casa de los hermanos Serdán, al parecer desde 1909; estuvo presente en la recepción a Madero cuando este era candidato a la Presidencia de la República, en Mayo de 1910, fecha en la que visita Puebla y Tlaxcala. De hecho, se sabe que Cuamatzi recibía instrucciones de Aquiles Serdán, quien era la cabeza del movimiento anti reeleccionista en esta región. Cuamatzi se lanzó al movimiento armado el 20 de Noviembre, ya sabedor del asesinato de sus compañeros Máximo y Aquiles; en sus correrías por el estado de Puebla, se apoderó de la fábrica textil “Los Molinos”, cerca de Atlixco, pero desafortunadamente, a los pocos días, en el mismo mes de Febrero de 1911, es capturado y asesinado por las tropas que enviara el gobernador de Puebla, Próspero Cahuantzi.
También hubo en el territorio del estado de Puebla algunos combates, si bien no de tan grandes proporciones como en el norte del país. Además de las pequeñas acciones de Cuamatzi, podemos consignar la toma de Tecamachalco por Roberto Ramos Recio en Abril de 1911, la de Tehuacán se mismo año, a manos de Prisciliano Martínez, la de Atlixco, a cargo del mismísimo Emiliano Zapata, el sitio de Acatlán en 1913, la toma de Amozoc por los zapatistas, pero de corta duración, etc. De mayores dimensiones son los combates para tomar la ciudad de Puebla: en Noviembre y Diciembre de 1914, los zapatistas derrotan momentáneamente a la guarnición carrancista y toman la ciudad; sin embargo, en Enero del año siguiente, Álvaro Obregón la recupera. En ese mismo año, 1915, los zapatistas se hacen del control de Atlixco y de San Martín Texmelucan.
Es muy importante señalar que el grupo de los Serdán (el club antirreeleccionista “Luz y Progreso”) no era el único en Puebla. También hay que consignar al otro club, al fundado por simpatizantes del general Bernardo Reyes, quien se sentía traicionado por Porfirio Díaz, pues había albergado la ilusión de sucederlo en la Presidencia. Dicho club se llamaba “Club Central Antirreeleccionista”. Estos seguidores de Reyes habían decidido apoyar la candidatura de Madero, pero sin subordinarse a Aquiles Serdán. Ambos clubes participaron en la recepción a Madero el 14 de mayo de 1910, a la que se dice que acudieron unas 25 000 personas. Eso quiere decir que el ambiente en la ciudad de Puebla estaba caldeado y que Madero tenía muchos simpatizantes. Sin embargo, el gobierno porfirista tomó nota de quiénes habían acudido a la manifestación en apoyo a Madero (al igual que el gobierno de López, quien hace unos días presentó públicamente la lista de las personas “prominentes” que acudieron a la marcha de la Ciudad de México en defensa del INE) y comenzó a arrestarlos y a deportarlos a Yucatán para trabajar en las plantaciones henequeneras, a someterlos a la leva (alistamiento forzoso en el ejército) o a encarcelarlos.
Esta fue la razón por la que los Serdán se refugiaron en la clandestinidad. Después de que Madero fuera arrestado por el gobierno de Díaz en Julio de ese año, la situación para los conjurados era clara: no queda más camino que el de las armas. A estos descontentos se unieron muchos estudiantes del llamado a la sazón “Colegio del Estado”, la actual BUAP. Después del estallido “oficial” de la revolución, el 20 de Noviembre de ese año, se forma una “Junta Revolucionaria”, para coordinar las acciones de unos 40 líderes que combaten en el estado de Puebla.
Esto no evitó confusiones: al apoyo a Madero siguió el apoyo a Victoriano Huerta –el asesino de la “Decena Trágica” (1913)-, incluso por cabecillas zapatistas, y la ocasional coexistencia de dos gobernadores rivales. Puebla también fue escenario de la lucha entre zapatistas y carrancistas. Después de la Convención de Aguascalientes (1914), hubo enfrentamientos entre zapatistas y convencionalistas, por un lado, en contra de tropas carrancistas; a este desorden se unían también tropas de antiguos soldados y oficiales del ejército federal, con lo que el caos era completo. Bueno, así son las revoluciones.
Un capítulo aparte merecería el estudio de los efectos que la mal llamada “Influenza española” tuvo en el periodo revolucionario, tanto a nivel local como nacional, pero ignoro si hay algún trabajo en este sentido.
Para terminar, mencionemos un hito importante en esta etapa histórica: la promulgación, el 2 de Octubre de 1917, de la Constitución del Estado Libre y Soberano de Puebla, como una reforma a la Constitución local de 1894, y que estaría vigente hasta 1982.