Las mascotas han sido íconos de diversos centros de trabajo, como las estaciones de bomberos y la policía y han comenzado a ganar terreno en el entorno laboral. Las políticas pet friendly han reconocido el valor de los animales de compañía. Algunas empresas permiten a los empleados llevar a su mascota al trabajo y otras incuso ofrecen licencia temporal por adquisición o adopción. También hay empresas que cuentan con animales, (normalmente perros de servicio) para proporcionar una distracción y cariño gratuitos y otras donde las mascotas pueden permanecer durante toda la jornada laboral.
La pandemia resultó en un incremento exponencial en la adopción y adquisición de mascotas. Pero al comenzar el retorno a los espacios laborales, dejar a las mascotas se volvió complicado. Para los amantes de los animales, la separación produjo estados de ansiedad, padecimiento que también fue observable en las mascotas.
Estudios sobre el clima y la cultura laboral han establecido que es necesario incorporar elementos revitalizantes en el trabajo y prácticas más incluyentes para que los empleados quieran regresar. Algunos de los hallazgos sugieren que las mascotas deberían tener un espacio en el contexto laboral porque mejoran el bienestar general y reducen el estrés y los problemas de salud mental. Además, han demostrado ser útiles para disminuir el síndrome de la cabaña y crear ambientes más relajados. Para muchos empleados, el poder llevar a su mascota al trabajo es un elemento altamente valorado de compensación laboral.
La mayoría de las organizaciones que han implementado estas prácticas han limitado el acceso a caninos y felinos para evitar que los espacios laborales se conviertan en zoológicos. Propietarios de especies exóticas han comenzado a protestar, considerando que se discrimina contra reptiles e insectos. También han protestado las personas con alergias, miedos y fobias, y aquellos que buscan un espacio relajado para concentrarse. Habrá que establecer criterios específicos, porque la falta de políticas claras y las preferencias personales podrían convertir la jornada laboral en verdaderas peleas de perros y gatos.