Diferentes teorías han surgido alrededor del horario laboral, sobre todo por las grandes diferencias que existen con respecto a las horas que se trabaja en distintos países. La tendencia en las naciones más desarrolladas es a reducir el número de horas que se trabaja cada día, e incluso a reducir el número de días laborables por semana, con la finalidad de que el trabajador pueda gozar de un merecido descanso y regresar al trabajo con más energía.
Repensar los horarios y jornadas laborales responde a una serie de cuestiones de interés. Primero que nada, destaca la productividad. Estudios a nivel internacional han demostrado que trabajar más horas tiene un impacto negativo en la productividad. No es de extrañarse que países, como el caso de México, donde se trabaja en exceso, sean de los menos productivos. En segundo lugar, se ha establecido que trabajar en demasía es perjudicial para la salud, resultando en accidentes cerebrovasculares, afecciones cardiacas, obesidad, problemas de presión, y otros padecimientos relacionados con la sillitis aguda, o el sedentarismo del mundo digital. A esto hay que agregar mayores riesgos si el trabajo que se realiza es estresante. Finalmente, la experiencia del empleado ha adquirido relevancia en un momento donde se busca más flexibilidad, libertad y autonomía sobre dónde, cómo, cuándo y cuánto trabajar.
La brecha entre los que trabajan más y los que trabajan menos es importante. Mientras que algunos países han reducido las jornadas por debajo de 30 horas, otros las mantienen por encima de 48 y cuando las nuevas tendencias promueven trabajar una semana de cuatro días, todavía hay donde se trabaja seis e incluso siete.
Sin embargo, estos números no necesariamente reflejan las horas “efectivamente trabajadas”.
En el Reino Unido se han analizado los tiempos productivos de empleados de oficina, así como los tiempos perdidos en acciones no relacionadas con el puesto, como el acceso a las redes sociales y noticias, así como los utilizados para consumir o preparar alimentos y bebidas y charlar con los colaboradores. Los resultados indican que los empleados dedican poco menos de tres horas totales a sus funciones, sin distracción alguna, es decir, menos de la mitad de una jornada “estándar”. En Estados Unidos, se ha demostrado que las personas que laboran ocho horas son capaces de completar la misma carga laboral que quienes trabajan sólo seis porque solo se puede ser productivo durante seis horas como máximo, con pausas cada hora y media para mantener la concentración. Además, se ha establecido que el horario más productivo es el matutino y que en los horarios nocturnos se generan mayores pérdidas de productividad, más problemas de salud y se presentan accidentes de trabajo con mayor frecuencia.
Reducir las jornadas laborales representa la aspiración humana de un mayor bienestar. Trabajar menos horas tiene un impacto positivo en la lealtad a la empresa, genera mayor satisfacción laboral y felicidad personal. Algunas empresas y naciones parecen entenderlo, pero otras se resisten por una falta de confianza en los empleados y una necesidad de justificar los salarios, así que ciertos empleados tendrán que seguir por largas horas en la oficina, aunque no estén realmente trabajando.