Esta semana se llevan a cabo las reuniones de primavera 2023 del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo Banco Mundial en Washington, D.C. Estas reuniones congregan a funcionarios de los diferentes bancos centrales de los países miembros, ministros de finanzas y de desarrollo, ejecutivos del sector privado, organismos de la sociedad civil para discutir los principales temas de preocupación mundial como las perspectivas y el desarrollo económico, entre otros.
Este año, prácticamente tras el fin de la pandemia y a pesar de la invasión rusa a Ucrania la economía mundial presenta leves signos de recuperación y se espera un crecimiento del 2.8% tomando en consideración que no necesariamente es un buen número porque tan sólo en el 2011 creció al 4.6%; de manera que, la proyección del 2.8% a mediano plazo es la más baja desde 1990. Sin embargo, la reciente crisis bancaria, el aumento de las tasas de interés y la lenta reducción de las tasas de inflación (a pesar de la baja en los precios en los energéticos y los alimentos) seguirán comprometiendo el desarrollo económico mundial y es muy probable que haya una caída en la demanda de créditos a menos que bajen las tasas de interés para 2024. Por lo anterior se prevé un estancamiento a nivel mundial para los próximos cinco años. Las economías avanzadas crecerán a un ritmo menos acelerado, apenas entre el 1.0% y 1.4%, que las economías emergentes que crecerán hasta un 4.5% para 2023.
De acuerdo al FMI, otros elementos a considerar como parte de los retos a nivel mundial son las secuelas a más largo plazo de la pandemia, la amenaza creciente de la fragmentación geoeconómica, la baja inversión extranjera directa, menor ritmo de innovación y adopción de tecnologías entre los distintos bloques fragmentados y advierte que la fragmentación no ayudará en nada para enfrentar desafíos globales como el cambio climático y/o nuevas contingencias sanitarias.
Dado lo anterior, el FMI afirma que se necesitan políticas firmes y prácticas para encontrar puntos en común que resuelvan problemas comunes. Los puntos en común son salvaguardar la estabilidad económica y financiera como mecanismo para un mayor crecimiento mediante políticas públicas nacionales encaminadas a la reducción de la inflación y la deuda ya que se percibe que hay pérdida del poder adquisitivo y crecimiento del endeudamiento, apoyar a los países más vulnerables mediante un mayor apoyo financiero y mitigar los posibles riesgos y contagios para evitar dificultades económicas, disturbios y migración; así como mantener la prosperidad global combatiendo el cambio climático porque los efectos cada día son más visibles en el mundo y generan más oportunidades en un mundo más inclusivo y digital.
Como lo he venido comentando en mis columnas anteriores, las reuniones anuales de los organismos internacionales tienen perfectamente identificados los problemas del mundo, pero realmente existe poco o nulo compromiso por parte de los países para combatirlos, pero no sólo eso, sino que cada año aparecen nuevos retos que hacen que las condiciones para algunos países cada vez sean peores y que probablemente nunca podrán ver la luz al final del camino.