Así hicimos los primeros cohetes en UPAEP
15/05/2024
Autor: Mtro. Luis Alberto Uribe Pacheco
Cargo: Facultad de Ingeniería Industrial, Logística, Manufactura y Automotriz

Era el verano del año 2001, y a veces pareciera que los años se enciman unos con otros. Por aquellos días diseñamos y construimos los primeros cohetes en UPAEP. Olivier Dalechamps, ingeniero francés que trabajaba en clubes de ciencia en Francia, fue invitado por Roberto Hidalgo, en ese momento profesor del Departamento de Física, para impartir un curso-taller de diseño y construcción de cohetes. La primera vez que escuché que se daría ese taller me pareció muy extraño, ¿era verdad?, ¿cohetes? Afortunadamente, luego de veinte años, la idea de construir cohetes en UPAEP no nos resulta ajena.

Olivier logró traer desde Francia unos pequeños impulsores para elevar los cohetes. Se organizaron pequeños grupos de estudiantes para acudir a las clases que Olivier daba en una mezcla de inglés y francés con mucho café espress. Nos enseñó los fundamentos de la aerodinámica, la estabilidad del cohete y las dimensiones máximas que debía tener el mini cohete, Por varios días, en las antiguas oficinas de Física que hoy ocupa el SUI, los pizarrones se llenaron de cálculos y empezamos a encontrar el centro de masa de nuestro cohete, a diseñar las puntas, los soportes, y el mecanismo para liberar el paracaídas. En ocasiones, Olivier indicaba el camino a seguir y nos daba oportunidad de hacer algunos cambios, eso sí, todos los diseños eran probados y aprobados por él mismo, todo debía salir perfecto.

Luego de la fase de bocetos, prototipos, diseño y construcción, recibimos la indicación de que podríamos volar los cohetes en los terrenos del antiguo Centro de Integración Universitaria, CIU, en Cholula. Nos instalamos en el campo de fútbol, donde se hacían las novatadas de nuevo ingreso, y ante la mirada curiosa de los presentes, instalamos una pequeña base de lanzamiento, estiramos los cables hacia el detonador (una caja con algunos circuitos y un disparador, que era protegida celosamente por el mismo Olivier).

Todo estaba listo. El trabajo de varios días diseñando pequeños cohetes de no más de 50 centímetros de largo donde participaron estudiantes de ingeniería. Estábamos emocionados y nerviosos por lo que pudiera pasar, aunque Olivier nos había mostrado fotografías y videos de los talleres que impartía en Francia. Aun así, decidimos actuar con precaución; cada equipo volvió a revisar su cohete y lo colocó cuidadosamente en la base de lanzamiento verificando los electrodos para facilitar la ignición del cohete. Nos refugiamos a varios metros de distancia e iniciamos la cuenta regresiva: ¡3… 2… 1… ¡Arriba! -gritamos, y de la base del cohete empezaron a salir chispas y mucho humo, y de pronto un fuerte “Prrummm” elevó al cohete por el aire con una fuerza que no esperábamos. Empezamos a gritar de emoción, y asombro –“¡Mira, subió mucho!” 

El mismo Olivier se incorporó rápidamente, se quitó sus gafas negras y su sombrero y gritó algo en francés que no entendimos, pero pudimos ver su cara de emoción. Luego, todavía en el aire, una segunda detonación expulsaba los paracaídas para permitir un aterrizaje suave. En algunos cohetes no funcionó, lo que los precipitó al suelo con gran velocidad, quedando casi destruidos por el impacto.

¡Misión cumplida! Al menos cinco cohetes lograron elevarse. Olivier se mostró muy contento y nos felicitó, y sugirió colocar una pequeña cámara en el cohete. Luego del lanzamiento los cohetes desaparecían de nuestra vista, y luego de varios segundos aparecían cayendo suavemente con su paracaídas abierto.

Así, en un taller de verano, luego de las clases, un grupo de estudiantes diseñamos los primeros (mini) cohetes. En aquel momento, no imaginamos que menos de veinte años después participaríamos en el proyecto de un nano satélite, o que los estudiantes de UPAEP diseñarían y lanzarían cohetes más grandes y potentes. Aún hay mucho por aprender y mejorar, pero aquel fue el primer paso de una historia que nos llevará a nuevas alturas. Como dice la frase en latín: “¡Ad Astra!” (hasta las estrellas).