“Sin democracia la libertad es una quimera”.
Octavio Paz
Hoy aún no tengo veinticuatro años cumplidos. En la casa de mis padres todavía no se exhibe enmarcado mi título universitario, pero sé cuánto les emociona el asunto por el espacio despejado en la pared de nuestra sala, que hasta hace un par de años lo ocupaban las memorias de mi infancia. Sé que esperan con ilusión tener la prueba, hecha papel, de la primera elección que tomé para iniciarme en el mundo de los adultos.
Pero a los veinte, la línea que separa al adolescente del adulto es delgada, a veces invisible. No eres tan pequeño para resolver todo con una simple disculpa, ni tan mayor para asumirte capaz de resolverlo todo. Sientes que nunca es demasiado tarde, pero tampoco es demasiado temprano. Estás en el lugar de en medio todo el tiempo.
¿Hay un nombre para esta rara sensación de navegar en dos aguas al mismo tiempo? La semana pasada lo descubrí mientras leía La figura del mundo de Juan Villoro. En el tercer capítulo, Filósofos en el estadio, el autor relata su temprana pasión por el fútbol y recuerda al estadio como un centro de encuentro con su padre y los amigos de su padre (todos ellos filósofos). Aquel grupo de intelectuales solía usar la expresión “estar Nepantla” para referirse al estado de vivir entre dos realidades. Juan menciona que para el historiador Miguel León Portilla, “Nepantla”, que significa “lugar de en medio”, es la palabra fundamental del mundo mesoamericano. Un mundo que perdió sus costumbres, buscó incansablemente su sitio y se mantuvo indefinidamente en el lugar de en medio.
Villoro traslada extraordinariamente esta experiencia al rito moderno del fútbol, pero si lo reflexionamos un poco, los veinteañeros coincidiremos en que “Nepantla” también define con certeza nuestro sentir diario. ¿Saldremos del “lugar de en medio”? Lo pensé unos días y entendí que sí. Para salir de un sitio y moverse de un punto a otro, tenemos que atravesar un camino. Cruzar un puente. Para mí, ese puente entre el adolescente y el adulto es la juventud. Ella es una, pero en ella hay cientos de posibilidades. Ella es acierto y error. Ella es volar, caer y volar otra vez. Es irse, regresar, entrar y salir. Ella se vive en presente y, cuando menos lo esperas, se vuelve pasado.
Sí, ser joven es tener opciones. Es poder elegir. Aunque un breve vistazo a las noticias y los diarios nos muestra que no todas las personas jóvenes tienen el mismo derecho a elegir. A ser libres. Hoy, millones de jóvenes ucranianos han tenido que abandonar su país para no ser asesinados y, quienes se han quedado, luchan en una guerra donde la existencia se reduce a sobrevivir. Hoy, miles de jóvenes gazatíes han perdido su hogar y familia a manos de la venganza de crueles voluntades. Otros más nunca sabrán cómo terminará esta masacre, o si acaso algún día terminará. Entre tantos escombros es imposible ver algún horizonte. Hoy, para millones de jóvenes alrededor del planeta no hay momento y lugar para pensar en el mañana. Lo que “fue” y lo que “está siendo” es todo cuanto tienen.
En México, los más jóvenes estamos a pocos días de decidir nuestro futuro y hacer realidad un acto de libertad: ejercer nuestro voto. Seremos protagonistas de una de las jornadas electorales más grandes e importantes en la historia de nuestra democracia. A partir de ahora, cada seis y tres años depositaremos en una urna nuestros anhelos, expectativas y exigencias individuales y compartidas.
El voto es un recordatorio de todas las vidas, las voces y los rostros que lucharon por construir un régimen de libertades que solo existen en una democracia que, aun con todas las imperfecciones que la acompañan por defecto, es el único sistema donde somos ciudadanos y no súbditos. Donde la diferencia es una condición necesaria y no un vicio.
Sí, el voto será el primer paso, pero después del 2 de junio recordemos mirar más seguido a quienes están enfrente y al lado de nosotros. Entendamos qué sienten y cómo piensan. Escuchemos sus historias, dolores y sueños. Seamos libres y actuemos juntos. Una democracia, y por tanto un mejor país, se construyen cuando encontramos aquello que nos une. Cuando nos encontramos con el otro. En palabras de Hannah Arendt: “la libertad es en rigor la causa de que los hombres vivan juntos en una organización política. Sin ella, la vida política como tal no tendría sentido”.
Hoy aún no tengo veinticuatro años cumplidos, pero estoy consciente de que en muchas partes del mundo yo no podría escribir este texto, ni tú leerlo. Y tú, ¿qué vas a hacer con tu libertad?