Cuando pensamos en comercio internacional, es fácil imaginar solo el intercambio de productos entre países. Pero la realidad es mucho más compleja: las decisiones comerciales están conectadas a un tablero geopolítico donde cada movimiento, cada trato y cada sanción, se hace con una intención política. Las relaciones entre países hoy en día no solo se construyen por la necesidad de comprar y vender, sino por una competencia constante por influencia y control.
Un ejemplo claro de esta dinámica es la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Aunque pareciera solo una cuestión de tarifas y precios de productos, esta competencia esconde una lucha mucho más profunda por la supremacía tecnológica y el liderazgo global. Estados Unidos ve a China como una amenaza en varios aspectos, desde la tecnología de telecomunicaciones hasta el dominio de mercados globales. Al imponer restricciones a empresas chinas como Huawei, Estados Unidos busca limitar su avance, bajo el argumento de protegerse de posibles riesgos de seguridad. Sin embargo, esta medida tiene un impacto directo en el comercio mundial, ya que crea divisiones y obliga a otros países a tomar partido.
Por otro lado, existen los países que quedan atrapados entre estas tensiones. Un ejemplo reciente es el de Europa y su dependencia energética de Rusia. A raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania, Europa se ha visto obligada a reducir sus importaciones de energía rusa y buscar fuentes alternativas. Esto ha generado un aumento en los costos de energía y una inflación considerable en varios países europeos, lo que demuestra cómo las decisiones geopolíticas también afectan a las economías locales y, en última instancia, a la vida de las personas.
China, por su parte, ha tomado un enfoque diferente al lanzar su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, una iniciativa que construye infraestructura en países de Asia, África y Europa para facilitar el comercio. Aunque esta iniciativa parece un esfuerzo por fortalecer las conexiones globales, algunos países han comenzado a cuestionar los términos de estos acuerdos. China ofrece grandes préstamos para construir puertos, carreteras y ferrocarriles, pero a cambio, los países que aceptan estos préstamos pueden quedar endeudados y, en cierto sentido, atrapados en la influencia china.