Benedicto XVI: Vivir en la presencia de Dios
05/01/2023
Autor: Pbro. José Gabriel Meneses Arce

Cuando alguien muere solemos decir que ha sido llamado a la presencia de Dios; pero nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI nos enseñó, sobre todo en sus últimos años, que también en la vida presente debemos buscar continuamente su presencia.

Ahora que ha sido llamado al encuentro final con el Señor, quisiera reflexionar sobre algunas enseñanzas que han marcado mi vida. Desde que era Cardenal fue un hombre que nos enamoró con su pluma; su manera de escribir siempre sencilla, siempre clara y siempre profunda, él tenía una gran habilidad para atrapar nuestras inteligencias con breves letras.

Una primera enseñanza que me marcó fue lo siguiente: Ante una realidad adversa en la vida de la Iglesia, ante una propuesta teológica que nos invitaba a una liberación de la opresión política por medio de la lucha de clases, el entonces el Cardenal Ratzinger nos enseñó que, como cristianos, no debemos centrar nuestros esfuerzos en una liberación política pues todas estas injusticias tiene una raíz más profunda en el pecado y que si vamos a hablar de una liberación verdadera, tiene que ser del pecado. Esta liberación se logra solamente con la vida de gracia, pues solo ella puede vencerlo. En lugar de promover una lucha entre hermanos dentro de la Iglesia tenemos que promover la lucha contra el pecado por medio de la vida de gracia, esto es, la oración y los sacramentos.

Ya siendo Papa, entre tantas cosas que nos enseñó quiero hacer énfasis en dos de ellas:

Primero, nos enseñó que la Esperanza es una realidad presente en esta vida, no solo en el momento final; esta se relaciona profundamente con la fe, pues por la fe tengo la certeza de las promesas de Cristo, las cuales se hacen presentes en mi vida si creo en ellas, espero como algo real lo que Dios me promete, tanto en esta vida como en la eterna. Tener puesta mi esperanza en las promesas divinas me permite vivir de manera diferente cada día de mi vida.

Aprendí también que Dios es amor, que tiene por nosotros un amor de donación completa, Él se ofrece en sacrificio por nuestra salvación; pero también el ofrecimiento de su cuerpo por nosotros es un acto profundo de amor. Él nos deja su carne en forma de alimento para hacerse uno con nosotros por medio de la gracia; Dios entrega su cuerpo en alimento como un acto de amor. Ese amor lo recibimos profundamente en la Eucaristía; el Papa Benedicto nos invita a ser conscientes de que la Eucaristía no se vive solamente en la Santa Misa, sino que el envío final, es una invitación a ofrecer nuestra vida como una Eucaristía constante, como un permanente sacrificio de amor.

Finalmente, cuando el Papa Benedicto anunció su renuncia, debo aceptar que al principio me causó enojo, incluso me sentí abandonado; este proceso inesperado me abrió mucho a la reflexión. Comprendí que Dios da a cada quien una cruz personal, que encontrarla implica una reflexión profunda y una disposición a aceptar su voluntad, aunque esta no sea fácil de comprender desde los meros criterios humanos. Ahora comprendo que el Papa Benedicto tomó su cruz sabiendo que detrás de esto tendría dificultades y cuestionamientos, pero seguro de un llamado a un momento de profunda oración por nuestra Iglesia. Aprendí también la importancia de la Vida Interior, de un encuentro profundo con Dios dándonos un gran ejemplo de oración, terminando su vida de manera sencilla, amorosa y humilde.

Él preparó el momento final de su vida para ofrecerse a sí mismo como hostia viva, santa y agradable a Dios.