La fe y la unión guiaron cada paso de los peregrinos en su camino hacia la Basílica de Guadalupe.
Con las primeras luces del 10 de noviembre, la comunidad UPAEP se reunió en San Rafael Ixtapalucan, un sitio repleto de historia y fervor, desde donde 1380 peregrinos emprendieron el recorrido hacia la Basílica de Guadalupe. Durante más de diez horas y 35 kilómetros, la peregrinación avanzó como un río de devoción y esperanza, en el que se unieron también estudiantes del Tec de Monterrey, UDLAP y Anáhuac, todos movidos por la misma causa.
El esfuerzo colectivo en cada paso reflejó el espíritu de entrega. A lo largo del camino, entre sonrisas, cantos y palabras de aliento, los peregrinos se apoyaban mutuamente, mostrando la fuerza de la fe compartida y el sentido de comunidad. “Cada vez que alguien sentía que ya no podía, aparecía una mano amiga para animarlo”, recordó uno de los estudiantes UPAEP.
El primer alto significativo llegó al caer la noche en Llano Grande, donde los peregrinos montaron un campamento. Exhaustos pero llenos de gratitud, pasaron la noche compartiendo anécdotas y experiencias de la jornada, mientras la promesa de llegar a los pies de la Morenita les infundía energía para el tramo final. A la mañana siguiente, retomaron la marcha, esta vez en autobuses, que los llevaron hasta la Glorieta de Peralvillo. Allí, otros 460 miembros de la comunidad se unieron, sumando 1840 peregrinos en total para el último trayecto a pie.
La recta final, de tres kilómetros y medio, se vivió con un entusiasmo renovado. La cercanía del destino llenó el ambiente de júbilo, y entre cánticos y el sonido de los tradicionales Alerombos, los peregrinos avanzaron hacia la Basílica. La emoción era palpable en cada rostro, en cada mirada dirigida hacia la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Finalmente, en el interior de la casa de la Morenita, la comunidad de la UPAEP, ahora unida en un solo sentir, escuchó la homilía de Mons. Efraín Hernández Díaz, Rector de la Basílica, quien los exhortó a vivir como verdaderos peregrinos de fe y agradeció a la universidad por fomentar actividades que fortalecen el espíritu. Mons. Hernández reconoció además la labor de los Cruzados de Cristo Rey en esta misión de fe, destacando su colaboración con UPAEP, e instó a los jóvenes a ser luz en sus comunidades, llevando el mensaje de Dios a su vida cotidiana.
Esta peregrinación a la Basílica de Guadalupe, que se ha convertido en una tradición arraigada en UPAEP, tiene sus raíces en 1979, cuando un grupo de estudiantes de diversas áreas inició esta conmemoración. A lo largo de los años, la ruta ha experimentado cambios significativos, ya que en sus inicios los peregrinos caminaban más de 120 kilómetros a lo largo de tres días. Ahora, el trayecto se ha reducido a más de 30 kilómetros, pero la esencia de esta experiencia sigue siendo la misma: un testimonio de fe, unidad y devoción hacia la Virgen de Guadalupe.
Esta 46ª peregrinación de UPAEP hacia la Basílica de Guadalupe fue una prueba de resistencia, una lección de fraternidad y un acto de fe que dejó una profunda huella en cada uno de los participantes, quienes volvieron a casa transformados por la experiencia.