Francisco Bracamonte: el arte de vivir con propósito
25/07/2025
Autor: Yolanda Jaimes

Detrás del empresario exitoso, hay un hombre apasionado por la cultura, el conocimiento y el impacto positivo en las personas. Su historia es un testimonio de que el verdadero legado se construye con empatía, curiosidad y compromiso con el mundo.

Desde muy joven, Francisco Bracamonte demostró ser una persona con una visión clara y una determinación inquebrantable. Creció en un entorno donde el esfuerzo y la constancia eran valores fundamentales, los cuales lo han acompañado a lo largo de su vida. Su interés por los negocios y la consultoría no fue casualidad, sino el resultado de una curiosidad nata por entender cómo funciona el mundo empresarial y cómo podía contribuir a mejorarlo.

A lo largo de los años, Francisco ha sabido construir un camino basado en la perseverancia y el aprendizaje continuo. Cada desafío que ha enfrentado lo ha convertido en una persona más resiliente, y su capacidad de liderazgo se ha forjado con base en la experiencia y el trato cercano con las personas. Su empatía y compromiso con quienes lo rodean han sido elementos clave en su desarrollo tanto personal como profesional.

Disciplina, curiosidad y persistencia

Francisco Bracamonte se describe con tres palabras que, más que etiquetas, reflejan una filosofía de vida: disciplinado, persistente y curioso. Son cualidades que se revelan en su rutina diaria, en su búsqueda constante de aprendizaje, en su forma de trabajar y también en cómo cultiva sus pasiones. Madrugador por naturaleza, suele despertar entre las 4 y 5 de la mañana, sin despertador, guiado únicamente por su reloj biológico. Su día comienza con ejercicio físico, una hora y media que dedica a cuidar su cuerpo. Luego, con un café espresso en mano —preferiblemente una cápsula Tokyo o Buenos Aires— se toma un momento para leer, reflexionar y preparar su mente para una jornada de trabajo intensa, pero gratificante.

 

Una mente siempre en movimiento

A Francisco le interesa el conocimiento profundo, no solo el técnico. Aunque su especialidad fiscal demanda una gran preparación, en los últimos años ha volcado su atención hacia el desarrollo personal y la psicología. Ha leído con entusiasmo sobre la terapia de Aceptación y Compromiso, y sigue de cerca a autores como Steven Hayes, Albert Ellis, Aaron Beck o Rafael Santandreu. Su motivación es comprender mejor la mente humana y vivir con mayor consciencia.

"No hay que combatir la ansiedad o la flojera; hay que aceptarlas como parte de ser humano y actuar a pesar de ellas", explica.

Esa claridad lo ha llevado a enfocarse más en lo importante, menos en lo accesorio; en palabras suyas: "los problemas tienen 30 o 100 aristas, pero casi siempre hay dos que, si resuelves, avanzas".

 

Sus pasiones verdaderas

Alejado del turismo convencional, sus viajes tienen una vocación cultural. Antes de visitar un lugar como Petra o Machu Picchu, se prepara leyendo sobre la historia y la cosmovisión de los pueblos que habitaron ahí.

Tiene una especial predilección por los museos —ha recorrido los más emblemáticos del mundo: el Louvre, el Prado, el Hermitage, el Museo de Memoria y Tolerancia, el British Museum, el Guggenheim—, valora profundamente la riqueza museística de México, desde el Museo de Antropología hasta el Barroco de Puebla y sueña con algún día formar parte del consejo directivo de un museo o colaborar en un proyecto cultural o zoológico.

Le encantan los animales: le conmueven las capibaras, admira el carácter dominante de los leones, y disfruta profundamente la compañía de su Beagle.

 

Una vida en diálogo con su historia

Nacido en una familia trabajadora, Francisco reconoce el esfuerzo de su padre y madre quienes trabajaban el área de Recursos Humanos y profesora, respectivamente, y . Esa cercanía con su familia sigue siendo un pilar. Tiene dos hijos, ambos abogados, de quienes habla con orgullo. Uno trabaja en la Ciudad de México, y otro aún estudia en la universidad. El diálogo generacional, el aprendizaje mutuo y el tiempo compartido con ellos forman parte esencial de sus días. Los fines de semana juega golf, una disciplina que considera útil para gestionar la ansiedad: "No puedes jugar bien si no logras estar en calma", asegura.

 

Nacido en el seno de una familia trabajadora, Francisco reconoce de su crianza valores como el respeto, la responsabilidad y el esfuerzo. La familia, más que un refugio, ha sido para él una fuente constante de aprendizaje. Tiene dos hijos, ambos formándose o ejerciendo en el ámbito del derecho, con quienes comparte conversaciones profundas y momentos significativos. El diálogo generacional, la escucha mutua y el tiempo en común forman parte esencial de sus días. Los fines de semana suele jugar golf, una práctica que le ayuda a cultivar la paciencia y a manejar la ansiedad: “No puedes jugar bien si no logras estar en calma”, afirma.

 

El legado que quiere dejar

A sus 53 años, Francisco proyecta sus próximos 20 con claridad y propósito. Aspira a consolidar Kreston como una firma de clase mundial, no solo como un éxito empresarial, sino como un legado social. Pero también desea algo más personal: vivir con mayor libertad, enfocar su tiempo en causas culturales, en proyectos con animales, en foros de pensamiento. Sueña con un retiro activo, donde el conocimiento, la belleza y el bienestar estén en el centro de su vida diaria.

 

Consejos que trascienden

Si pudiera hablar con su yo universitario, Francisco le daría un consejo claro: "Lee menos sobre tu carrera y más sobre cómo crecer como persona". Reconoce que pasó años cargando estrés, ansiedad o tristeza sin saber cómo gestionarlas. Hoy sabe que mucho de eso tenía que ver con la forma en que entendía la vida. Agradece haber encontrado libros y personas que le enseñaron a ver distinto.

Entre los consejos que lo han marcado está el rodearse de personas positivas: “El éxito se contagia, como las infecciones”, dice.

También aprendió a no perderse en los detalles, sino a enfocarse en lo esencial. Y recuerda una metáfora que le compartió un jefe: “Somos como perritos con correa: nunca nos la quitamos, pero hay que seguir jalando hacia adelante, sin parar”.

 

Una vida bien vivida

Para Francisco, el éxito no es un punto de llegada, sino un camino que se transita con integridad, con presencia y con un propósito claro. Y aunque reconoce que no todo en la vida se puede controlar —como las emociones o el insomnio ocasional—, cree firmemente que sí podemos decidir actuar a pesar de ellas. Quizás por eso, su vida es hoy una mezcla equilibrada entre lo profesional y lo humano, entre la razón y la emoción, entre la constancia y la sensibilidad. En su café espresso hay un recuerdo de infancia, en sus libros una búsqueda de sabiduría, y en sus sueños, una promesa silenciosa de seguir dejando huella.