Desde el momento de nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, la sociedad ha sido el pilar que forja el comportamiento de los seres humanos día con día. Para los ciudadanos, incluso para aquellos de nosotros que no tenemos aspiraciones en una carrera en la aplicación de la ley, la moralidad y la integridad son características importantes que deben ser demostradas en nuestro actuar cotidiano. Estamos tan familiarizados con los términos de moral y ética, siendo tan común escuchar frases como “no es ético que realice esa acción”, o bien “no puedo, va en contra de mi moral” pero... ¿sabemos en qué se diferencian? O mejor aún, ¿sabemos la importancia que tienen en la sociedad actual?
Cabe mencionar que la ética no solo se llega a confundir o a relacionar con la moral; existen otros términos que suelen ser empleados de forma errónea, así que primeramente debemos descartar los conceptos o ideas que pudieran llegar a confundirnos. Por ejemplo, debemos tener claro que la ética no es un sistema jurídico, ya que no se sustenta en la ley, o bien, si una persona actúa de forma contraria a lo establecido en ella, no se le puede aplicar una sanción. Tampoco es una religión, la cual se sustenta en los principios y mandamientos que forjan su propia filosofía, y en la cual podemos depositar nuestra fe. Por último, es indispensable diferenciar entre ética y moral. La moral se sustenta en las costumbres y tradiciones y repercute en el comportamiento de las personas, en cambio la ética se puede definir como la ciencia que estudia la bondad o la maldad de los actos humanos, bajo el criterio de la ley natural de la razón.
Ahora bien, ¿cuál es el papel de la ética en estos tiempos? En una sociedad en donde la percepción del bien y mal, justicia e injusticia, responsable e irresponsable, etcétera, está muy distorsionada, y no tenemos claro que es ser éticamente correcto y ser éticamente malo. La ética es permanente, universal y objetiva, y nos persigue en nuestra vida cotidiana; es aquella que nos garantiza que actuemos correctamente, que podamos conocer y escoger nuestros valores, y que tengamos la libertad de adquirir criterio y juicio propio, mediante el uso de la razón.
Hoy en día, como en otras épocas de la historia, la ética se encarga de formar humanos autónomos capaces de decidir, razonar y percatarse por sí mismos del sentido que quieran darle a su vida. Gracias a ella, somos seres capaces de ir forjando el camino que tomaremos, interactuar con el prójimo, la comunidad y con su entorno. La pandemia que hemos atravesado nos ha hecho reflexionar sobre nuestros actos, y los de la sociedad en general, cuestionándonos día con día si estamos haciendo lo correcto, pero también nos ha unido con los seres queridos, y nos ha hecho valorar cada día como si fuera el último.
En conclusión, no existe “La ética de los años 50”, o “la ética de Grecia”, más bien ha estado presente y lo seguirá estando para la sociedad. La ética hoy, mañana y siempre, sirve para percatarnos y valorar la dignidad personal, la verdad y, sobre todo reflexionar sobre todos aquellos principios que dirigen la conducta de las personas.