¿Alguna vez han sentido como el corazón se les estruja mientras escuchan una canción? Quieren llorar, pero al mismo tiempo disfrutan de cada nota, cada palabra y al son de la guitarra, piano o tambor se les pone la piel de gallina. En Oaxaca, ese sentimiento es colectivo al escuchar una muy peculiar canción, con tanto significado que el gobierno estatal la reconoce como el himno no oficial: Dios Nunca Muere. Una pieza de renombre, resguardada en la mediateca del INAH, esconde una historia casi tan desconsolada como su letra.
Y es que resulta antipódico que un vals de casi más de 150 años, sonado en fiestas, sepelios, que ha sido interpretado por grandes artistas como Pedro Infante, Lila Downs o Javier Solís; naciera donde su compositor murió. El Maestro Macedonio Alcalá, apodado el ‘El tío Macedas’ nació el 12 de septiembre de 1831 en Putla, Oaxaca. Con un impecable talento artístico y una pasión interminable siempre se aferró al arte. Impulsó a seis orquestas volviéndolas nacionales, con tan sólo 19 años ya contaba con obras de autoría propia y siempre iba acompañado de sus fieles camaradas, los filarmónicos de “Santa Cecilia” con quienes se presentaba en distintos eventos. Tocaba ocho instrumentos: piano, órgano, violín, viola, violonchelo, contrabajo, guitarra y figle. Pero desgraciadamente, como muchos artistas de México, el amor por el arte no fue suficiente para pagar las cuentas y pronto se vio en extrema pobreza, casado y sin dinero, Macedonio cayó en depresión. Aún en la precariedad, sus hermanos no lo apoyaban, y él aguerridamente intentaba salir por su cuenta, con la estampa de no necesitar ayuda.
Como si hasta aquí no hubiera suficiente agonía, el Maestro, enfermó de tuberculosis. Sin dinero, sin fuerzas, sin ganancias por sus composiciones, sin trabajo y sin aliento, en una cama hecha de tablas, postrado estaba el autor de una de las canciones más famosas de México. Entre llantos y angustia, Alcalá nunca paraba de rezar, plegaria tras plegaria pedía a Dios por su hijo José, por su esposa Juana Luisa, por el mismo. Sin respuesta, y con tanto penar pienso que Macedonio Alcalá quería convencerse de que la única manera en que Dios podía abandonarlo era si éste estaba muerto, porque, así como era fiel a la música, era fiel a su fe.
Cuando la oscuridad del cuarto de vecindad parecía extenderse, llegó un compadre del enfermo. Maqueo, el nombre de su fiel amigo, visitó al genio musical y justo antes de despedirse (igual que las abuelitas cuando te dan dinero en secreto) puso 40 pesos debajo de la almohada de su colega y se fue. Apurado por un ataque de tos, alzó la almohada en búsqueda de algo que pudiera auxiliarlo a cubrirse revelando así el dinero. La esperanza invadió el cuarto, una efímera paz abrazó su corazón y alegre exclamó “Juana Luisa, mira, ¡Dios Nunca Muere! ¡Dios nunca abandona a sus hijos!” y así como pago de aquel milagro, con su último aliento escribió:
Muere el sol en los montes
Con la luz que agoniza
Pues la vida en su prisa
Nos conduce a morir…
Así, en un camastro de tablas, en un cuarto de vecindad, del puño de un pobre músico moribundo nació el vals más memorable de la historia Oaxaqueña, que, en palabras del INAH, diario despide animales, árboles, flores y humanos que se retiran de esta vida terrenal.
Es doloso pensar que de todas las regalías que genera hoy cada reproducción de Dios Nunca Muere, su autor murió en pobreza extrema, donde 40 pesos fueron lo que le hizo retomar la fe a tal grado de permitirle escribir tan bella pieza. ¿Por qué la vida termina injustamente para aquellos que más amor guardan por lo que hacen? Macedonio estaba enamorado del arte, amaba la música y eso se siente en cada estrofa de sus canciones. Murió a los 38 años, sin saber que el vals del día de su muerte sería el que haría a su legado nacer. El último vals para el pobre enfermo, la primera pieza inmortalizada de Macedonio Alcalá.
¿Por qué le fallamos al talento de nuestro país? ¿Por qué la muerte representa el inicio del reconocimiento para tantas figuras mexicanas? ¿Por qué no somos capaces de amar el talento que reside en nuestra patria? La historia de Macedonio duele, duele ver que aún ahora se confunde su nombre por Hacedonio, duele ver que su hermano quiso atribuirse la autoría de la canción, duele que el origen de la canción se le dé a alguien más, duele, duele, duele. Duele pensar en que Macedonio murió sin la oportunidad de ver como las notas de su vals unen a comunidades completas, despiden a los familiares más queridos y aligeran el duelo al compás del violín. Nunca verá la magia que despide su canción. Nunca verá a todos los asistentes de la Guelaguetza ponerse de pie para al unísono entonar su composición.
Si la vida nos reitera algo es que va a sus tiempos y no a los nuestros. Por eso, compañero estudiante, no permitas que sea demasiado tarde para vivir tus éxitos. No te abandones, no te pierdas. Sé que la presión y la situación mundial nos hacen quebrarnos de vez en cuando, nos hacen dudar de todo lo que hacemos y nos lleva a preguntarnos incógnitas que no podemos responder. Revisita tus pasiones, rencuentra el amor en lo que haces y sobre todo recuerda que Dios, Dios nunca muere.
Referencias.
Dirección de Difusión y Relaciones Públicas. (2019). El vals Dios nunca muere, considerado el himno no oficial de Oaxaca, vigente a 150 años de ausencia de Macedonio Alcalá. Secretaría de Cultura. INBAL. Recuperado de: https://inba.gob.mx/multimedia/prensa/galerias/12860/12860-bol._1296_301_el_vals_dios_nunca_muere,_considerado_el_himno_no_oficial_de_oaxaca,_vigente_a_150_anos_de_ausencia_de_macedonio_alcala_(1).pdf
Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. (2002). Dios Nunca Muere. Recuperado de: http://mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islandora/object/musica%3A242
Yañiz, Arcelia. (2016). El Dios Nunca muere. Recuperado de: https://www.oaxaca.gob.mx/cco/wp-content/uploads/sites/31/2016/08/Alacena46.pdf