La lectura consciente y analítica de la Biblia puede mostrar las bases para comprender y construir los nuevos paradigmas de la masculinidad, no desde la paridad sino desde la complementación.
Durante el mensaje inaugural del 17º Encuentro de Centros de Cultura, el Cardenal Gianfraco Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura destacó que la construcción de los términos femenino y masculino mucho más allá de su relación biológica se han visto envueltos en una construcción cultural.
Recapituló distintos aportes en esta materia, desde lo propuesto por John Stuart Mill, quien mencionó que la diferencia entre masculino y femenino no estaba escrita en la naturaleza, sino que es un producto de la cultura; repasando también lo propuesto por Simone de Beauvoir quien afirmaba desde un principio que la mujer no nace, se vuelve, hasta lo escrito por Freud y Melanie Klein.
Por lo que, destacó que en la Biblia también se tienen elementos que se deben sobreponer a la desmitificación. Ante esto, su mensaje se basó en cuatro puntos cardinales sobre un tema complejo y delicado como es la masculinidad.
El primer punto tiene que ver con el hecho que la experiencia religiosa bíblica y también la cristiana se infieren en el interior de una sociedad y una cultura patriarcal, de una cultura en la cual el protagonista es el hombre, en la cual la masculinidad es machismo.
Citó dos declaraciones extremas que son paradójicas y escandalosas con nuestra sensibilidad actual ejemplo de ello es lo dicho en Eclesiastés, capítulo 7, versículo 26, “He hallado que la mujer es más amarga que la muerte, porque ella es como una red, su corazón como un lazo, y sus brazos como cadenas: El que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador cae en su trampa”.
Mientras que en la lectura de Eclesiásticos capítulo 42 versículo 14 llega al punto de decir: “Vale más maldad de hombre que bondad de mujer”.
Al revisar ambas citaciones, el Cardenal mencionó que se podría dar a entender de manera evidente una cultura basada en el predominio patriarcal, sin embargo, puso en antesala la exaltación de la feminidad dentro de los textos bíblicos, al señalar que se tiene la presencia de Débora, Judith, la mujer del Cantar de los Cantares y en el Nuevo Testamento a María.
Esto no debe entenderse como un mero equilibrio de una balanza, sino de la construcción de la historia de manera conjunta.
El segundo punto cardinal -dijo-, se encuentra en el Génesis capítulo 1 versículo 27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; masculino y femenino los creó”.
“La representación viva de Dios no es solamente lo masculino; es masculino y femenino, ya que el hombre y la mujer juntos son símiles a Dios amándose en la plenitud del amor, representan el acto creador de Dios”, señaló el Cardenal Ravasi.
El tercer punto cardinal, se puede tomar del segundo Capítulo del Génesis versículo 18, “Entonces el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda adecuada”, que en el hebreo hace referencia a una ayuda de frente a él, no es una ayuda que tenga que completar o supeditarse al hombre, sino que esté a su par, a la altura de los ojos de tal manera que se vean como un espejo en el otro.
Por lo que debemos decir que la mujer debe tener la misma materia que el hombre, sin ser visto como una sumisión sino como una complementariedad, ser similares uno a otro. Se debe de reconocer que ambos provienen de la misma estructura, del mismo cuerpo.
Indicó que, esto se puede ver claramente en lo dicho por la mujer en el Cantar de los Cantares, “mi amado es mío y yo soy suya, yo soy del mío amado y mi amado es mío”. Con ello podemos aseverar que tanto femenino como masculino son una existencia común.
El cuarto punto cardinal se denota en el Nuevo Testamento con la figura de Cristo. “Cristo es masculino, pero es interesante ver cómo en la historia de la fe (…) la presencia de María es muy importante por su maternidad”.
Otro aspecto a tomar en cuenta es el diálogo y relación que Cristo tiene con las figuras femeninas que lo seguían. Con ello demuestra su importancia para el desarrollo de la fe.
“En este punto es relevante el ejemplo de Cristo, que en su relación con su cultura masculina demuestra que la presencia femenina es fundamental para él también”, señaló el Cardenal Ravasi.