“Ser padre es más que ser hijo o hermano, más que ser amigo, no en cuanto a dignidad personal, sino en la medida en que se dirige a otro y se profundiza en la dimensión de la donación”: Pbro. Ramón Lucas Lucas
La masculinidad hoy está en crisis, fue la sentencia que el Pbro. Ramón Lucas Lucas, profesor de Filosofía del Hombre en la Facultad de Filosofía de la Universidad Gregoriana en Roma, Italia al dar inicio a su participación en el 17º Encuentro de Centros de Cultura.
“La figura masculino paterna atraviesa una crisis de identidad, se ha desplazado al varón padre y desfigurado su rostro tradicional. Tras siglos de solidez, su identidad y relevancia familiar y social ha experimentado un progresivo debilitamiento. En muchos aspectos la familia actual se basa fundamentalmente en la figura materna por sus cuidados biológicos y afectivos, mientras que todo el simbolismo del padre cede el paso a figuras sustitutivas externas”, expresó el académico.
Afirmó que la homologación de las diferencias ha puesto en crisis la identidad del varón. La duda sobre lo masculino ha revelado a la duda sobre lo femenino, llegando así a la última revolución que niega la identidad sexuada de la persona y la opone a su misma realidad biológica.
Explicó que, esta crisis de la que habla está sujeta a muchas razones, pero una muy identificada por Juan Pablo II y Benedicto XVI, está en la base de todas: la negación de la esponsalidad de la persona.
“El verdadero Dios es por su propia naturaleza enteramente un ser Para (Padre), un ser a partir De (hijo) y un ser Con (Espíritu Santo); el hombre por su parte es precisamente a imagen de Dios en la medida en que el a partir de, el con y el para constituyen el patrón antropológico fundamental. Cada vez que existe una tentativa de liberarnos de este patrón no estamos en el camino hacia la divinidad, sino hacia la deshumanización, hacia la destrucción del propio ser, mediante la destrucción de la verdad”, indicó.
Por lo tanto, la naturaleza humana está hecha a imagen y semejanza de Dios, por tanto, las personas son esencialmente comunitarias y comunicables; el hombre y la mujer ha sido creados como complementarios. Su comunidad refleja la comunidad divina.
Agregó que la diferenciación entre hombre y mujer no se limita al ámbito físico-biológico, sino que es una dimensión constitutiva de la persona; “hombre y mujer no son macho y hembra como los animales”, en el ser humano la sexualidad invade toda la persona, todo el yo personal y es el elemento fundamental de su propia identidad.
“No cabe duda que uno de los significados de la sexualidad de la persona está ligado directamente a la procreación; mediante un gesto único, el abrazo único culmina en la unión de dos células germinales. Si pasamos del dato biológico a su significado personal, hallamos que la vida humana procede del encuentro masculino con lo femenino”.
Por lo tanto, el significado de la sexualidad se puede traducir a vivir y dar la vida; bajo esta premisa se entiende que la sexualidad es alteridad fecunda, la cual no solo es una predisposición de la figura masculina y femenina, sino que reviste también una dimensión interpersonal. “Procrear es por eso una realidad mucho más profunda que la capacidad biológica de hacer surgir una vida en el laboratorio; procrear significa donar la vida en el donarse de las personas, un don que trasciende y trasfigura el hecho biológico”.
De esta identidad sexuada -dijo-, surgen tres relaciones que se forjan en la familia y ponen de manifiesto el patrón antropológico del varón: filiación, paternidad y fraternidad.
Toda persona es hijo y nunca dejará de serlo; “la filiación es tan fundamental como la identidad humana de varón y mujer”.
Añadió que la filiación es relativa a la paternidad y para explicarlo de manera ilustrativa el Pbro. Lucas Lucas se valió del cuadro de Rembrandt titulado “El hijo pródigo”, en donde la figura del padre y del hijo se funden en un abrazo compasivo y piadoso, mientras los presentes contemplan la escena en un segundo plano.
“Ser padre es más que ser hijo o hermano, más que ser amigo, no en cuanto a dignidad personal, sino en la medida en que se dirige a otro y se profundiza en la dimensión de la donación”, puntualizó.
Describió que el cuadro de Rembrandt es de una calma total, el padre tocando a su hijo en una bendición interminable, el hijo descansando en el pecho de su padre en una paz eterna.
Con ello, mencionó que ser padre es el modo natural y maduro de ser varón; la única superioridad natural y permanente que se da entre los hombres es la de un padre y una madre respecto de sus hijos. Sí la filiación se caracteriza por la receptividad, lo propio de la paternidad es la donación.
Por lo tanto, se es padre, no se ejerce como padre, no se hace el rol de padre, se trata de un hecho identificador de la persona y de su identidad; ser padre implica dejar un legado, tener alguien que le herede; la identidad como padre se relaciona con la del hijo.
En el cuadro de Rembrandt se advierte en el padre mucho más que un gesto compasivo hacia el hijo caprichoso; “con su valor moral, con su amor el padre perdona la rebelión, supera la contraposición, engendra de nuevo al hijo. Estas manos siempre han estado tendidas incluso cuando no había hombros sobre el cual apoyarlas, el padre nunca ha renegado del hijo, aunque él renegara de su padre y aún sin decirlo deseara su muerte”.
Advirtió que la verdadera paternidad quiere que el hijo sea libre, no esclavo; el verdadero amor no impone, sino propone. El amor paterno crea libertad, como padre quiere que los que estén en su casa disfruten de su presencia, pero solo quiere que su amor pueda ser recibido libremente, no impuesto.