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24/02/2022
Autor: Silvia Jazmín Amezquita Paisano

 

Habrá que mencionar que sin lugar a dudas las sociedades van cambiando con el tiempo y sería impreciso llamar a una sociedad mejor que otra; sin embargo, eso no nos exime de poder valorar a nuestros sistemas de gobierno, a nuestros gobernantes y por supuesto, a nuestra sociedad.

 

Comencemos por decir que cada uno de nosotros somos parte del a veces amado y otras veces repudiado, México. Y pese a que valoremos mucho los bagajes culturales con los que cuenta nuestro país, es necesario reconocer las problemáticas que lo aquejan día con día y gobierno tras gobierno. Sin entrar en muchos detalles, México ha sido víctima y actor en problemas económicos, como son la corrupción, la inflación, conflictos armados con los cárteles de droga, sin contar la dependencia que este posee respecto a otros países fronterizos. Es por esos factores y muchos otros que aún faltan enlistar, que el estado y la justicia social se ven enfrentados entre sí.

 

Herminio Sánchez de la Barquera y Arroyo, Decano de Ciencias Sociales de la UPAEP en una rueda de prensa dedicada al problema de la falta de seguridad en México, mencionaba que el estado se encontraba en la pérdida de control de sus ciudadanos. Esto tiene sentido gracias a la consideración de que el estado tiene que proveer a cada uno de sus ciudadanos, seguridad y condiciones de vida dignas.

 

Empero, si este falla con las principales obligaciones, la sociedad se verá en posición y posibilidad de tomar acción bajo sus propios términos. Sin embargo, también habrá que considerar que la sociedad es la más severa a la hora de emitir juicios hacia sí misma, es capaz de condenar actos que parecen justos y solapar actos que parecen injustos.

 

Podríamos poner el ejemplo del año con mayores crisis, que al menos en  mis 20 años, he visto. El 2020 fue un año con bastantes cambios en la forma de actuar, de pensar, de interactuar y también de gritar. Comenzamos el año con una noticia atroz sobre el asesinato de tres estudiantes y un conductor de Uber, en el mes de Febrero. Uno podría pensar que las situaciones más desventajosas y dolorosas están fuera de nuestros círculos sociales y familiares, o al menos a eso podíamos aspirar. Sin embargo, las noticias tristes corren más rápido y suceden en segundos. Específicamente esta noticia fue tan controversial, que los comités estudiantiles de la mayor parte de las universidades poblanas se reunieron para unir su voz a una sola causa, sin importar los factores que muchas veces nos separan, sino sólo considerando el hecho de ser estudiantes.

 

La cuestión específica que preocupó al círculo estudiantil, fue la vulnerabilidad en temas de seguridad que posee el sector escolar. Por ejemplo, una considerable parte de los estudiantes cuentan con herramientas tecnológicas para cumplir con algunas de sus actividades escolares, lo que los convierte en un foco de atención ante robos y extorsiones en conjunto de  la violencia. Si bien este problema había resonado en las paredes de las aulas previamente, en esta ocasión se decidió realizar una protesta masiva para exigir mayor atención a la violencia que nos aqueja día con día, sin importar la hora o el sitio en el que nos encontremos. 

 

Este movimiento ha trascendido a tal escala que hoy se nota la solidaridad, ejemplo de ello es el que hace poco también reunió a universitarios de las distintas universidades para pedir la liberación del Campus de la UDLAP y hoy incluso, no solo la UPAEP sino también el resto de las Universidades miembro del Consorcio Universitario han prestado sus instalaciones para acoger a universitarios que están en pie de lucha para que sus voces sean escuchadas.

 

 

Aunado a esta situación de revueltas, hubo también levantamientos de mujeres para protestar desde sus trincheras para dar paso a “Un Día Sin Nosotras” con la intención de realzar el papel femenino en la sociedad, que muchas veces se ve desvirtuado gracias a diferentes factores. Es aquí como vemos a un sector de la población que también se puede interconectar con los estudiantes, este mismo, señala y exclama que necesita la aplicación rigurosa de la ley, que necesita seguridad y protección a la hora de vivir su vida diaria.  

 

Por último y no menos importante, en el mismo año se dió el comienzo de una pandemia que fue capaz de afectar a cada rincón del planeta, convirtiéndonos en seres de constante inseguridad, incluso dentro de nuestras mismas casas. Ahora, regresando al tema de las obligaciones que tiene el estado respecto de sus ciudadanos, este se vió envuelto en grandes confusiones, grandes dilemas y grandes indecisiones debido a la pandemia. Y siendo honestos, los grandes directivos no sabían cómo actuar de forma inmediata.

 

En el caso de México, vivimos una constante preocupación por lo que habría que venir, acerca de fuentes de empleo, incremento de inseguridad, falta de salud, deserción escolar, entre muchos otros temas. Si nos podemos dar cuenta, hay constantes en los tres acontecimientos previamente mencionados: la inseguridad y la violencia. Si bien cada movimiento apela a sus propias características de peligro, las consecuencias siguen siendo las mismas: violencia psicológica-física, hasta llegar a homicidios.

 

 

Juan Pablo Aranda Vargas, Director de Formación Humanística, afirma que el estado no moraliza, es decir, no tiene la responsabilidad de guiar ideológicamente a la sociedad. Sino que este sólo tiene la obligación de proveer a sus ciudadanos “seguridad, orden y paz, tan simple como eso”. En este sentido, pese a que nos esforcemos mucho en crucificar a nuestros líderes políticos, así como al sistema de gobierno al cual estamos sujetos, el sector más importante y al cuál deberíamos prestar más atención, es a la sociedad. Es decir, además de poseer una fijación por las medidas de regulación por parte del gobierno o de la misma constitución en sí, se debe tener la misma rigurosidad al vernos a nosotros mismos y al ver a la sociedad a la que pertenecemos. Muchas personas se muestran perplejas y hasta escépticas ante la idea de poder detener la violencia o cesar la corrupción en nuestro país, sin embargo, cada acción que se cometa para aligerar tal carga, ayuda a sobremanera a esta sociedad y a las venideras. Es tan simple como comenzar a enterarse y preocuparse por las cosas que pasan a nuestro alrededor, dejando un poco de lado las cosas nimias que se nos presentan en un monitor día con día.

 

Como enuncia el doctor Aranda, hablar de temas de democracia y pertenencia a un estado, por supuesto que requieren una ciudadanía de participación activa; empero se tiene que considerar que dicha ciudadanía tendría que estar encaminada, si bien, no hacia la virtud y el bien que los idealistas proclaman, siquiera a una participación informada y educada.

 

Podemos decir que los héroes que ha tenido este mundo, las mentes que revolucionan y generan un cambio para bien o para mal, no siempre son el estereotipo del héroe o del villano, al menos no comienzan como tal. Ha habido héroes de la causa por la igualdad de derechos y proclives a dedicar su vida en contra de la violencia que han sido ladrones, estafadores y drogadictos; y que sin embargo han encontrado el camino hacia su reformación y misión de hacer de este mundo, un mundo un poco más justo y consciente. Es por ello, que aunque se diga que la mayor parte de la sociedad nos encontremos despreocupados, siendo unos  lastres sociales, puede que nosotros mismos seamos capaces de generar algún cambio si empezamos a ver de frente aquello que incomoda, aquello que evitamos, aquello que no queremos y ni siquiera imaginamos que pueda sucedernos. Hemos demostrado ser lo suficientemente decididos, organizados y capaces de alzar nuestra voz ante las injusticias, sería pertinente no olvidarlo y poder encaminarnos a causas que revelan nuestro carácter como estudiantes, como ciudadanos y como mexicanos. Es decir, ¿Qué nos hace pensar que una sociedad parcialmente ciega no pueda despertar del sueño soñoliento del egoísmo?

 

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«¡Que cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! ¡Que una nueva deidad reine sobre los hombres, que un nuevo futuro se abra ante ellos! En el taller, en las casas, en las asambleas, en los empleos, ¡que cambie todo en todas partes!» Hölderlin, Friedrich.