Los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024, elaborada por el INEGI, revelan avances significativos en la distribución del ingreso en México. Este progreso se atribuye, en gran medida, al aumento del salario mínimo y a los programas sociales que han fortalecido el poder adquisitivo de los sectores más vulnerables.
Uno de los hallazgos más relevantes indica que el ingreso corriente total promedio trimestral por hogar fue de 57 mil 145 pesos en el decil más alto, frente a 11 mil 156 pesos en el decil más bajo. Esta diferencia, aunque aún considerable, muestra una reducción en la brecha entre los hogares con mayores y menores ingresos.
En cuanto al gasto corriente monetario, los hogares del decil más bajo destinaron más del 50% de su ingreso a alimentos, medicinas y bebidas, con un promedio trimestral de 9 mil 847 pesos. Este dato confirma su alta propensión marginal al consumo, lo que implica que cada peso recibido se traduce rápidamente en actividad económica.
Estos indicadores respaldan una idea fundamental: cuando el dinero llega a quienes menos tienen, se activa el consumo inmediato, se generan efectos multiplicadores y se fortalece el mercado interno y local.
Distribuir para activar
La circulación del dinero en los sectores de bajos ingresos no solo permite el acceso a bienes y servicios esenciales, sino también dinamiza la economía. Cada peso gastado en el comercio local genera empleo, impulsa la producción y mejora el poder adquisitivo de la población.
En contraste, el atesoramiento —guardar dinero sin ponerlo en movimiento— representa un obstáculo para el crecimiento económico. El dinero tiene mayor impacto cuando está en manos de quienes lo utilizan de inmediato.
¿Crecimiento o distribución?
El eterno debate entre crecimiento económico y distribución de la riqueza sigue vigente. Sin embargo, hablar de distribución no significa frenar la inversión; al contrario, puede potenciarla. Los datos de la ENIGH 2024 sugieren que una mejor distribución del ingreso no solo es posible, sino también deseable para alcanzar un crecimiento más inclusivo.
Un pastel económico que crece, pero se concentra en pocas manos pierde fuerza social y económica. La equidad en la distribución permite que más personas participen activamente en el desarrollo del país.
Invertir en lo local, no solo ahorrar
Más allá del ahorro pasivo, es preferible fomentar la inversión en servicios locales: comprar en mercados, acudir a peluquerías, reparar calzado, contratar plomeros, albañiles o personal de limpieza. Este “consumo de barrio” dignifica el trabajo, otorga poder adquisitivo y genera un ciclo virtuoso de consumo, empleo y bienestar.
Conclusión
La circulación del dinero no es solo una cuestión técnica: es una decisión política, social y ética. Apostar por una economía más inclusiva implica reconocer que el bienestar colectivo se construye desde abajo, distribuyendo oportunidades y recursos.
Cada peso que se mueve tiene el potencial de transformar vidas y fortalecer el tejido económico del país. Para una persona en situación de pobreza, 100 pesos pueden significar la diferencia entre comer o no; para alguien con altos ingresos, esos mismos 100 pesos pueden representar apenas el costo de un café. Lo verdaderamente preocupante es cuando el dinero se guarda debajo del colchón, sin generar ningún impacto.