Los evangelios hablan del nacimiento de Jesús de Nazaret, pero no dan una fecha exacta. ¿Por qué razón?
Los evangelios no fueron elaborados con una finalidad biográfica a como lo entiende la disciplina histórica actual. La finalidad de los evangelios es dar a conocer a Jesús de Nazaret como el Cristo, Hijo único de Dios que anuncia o proclama una nueva relación con Dios en donde la persona del mismo Jesús es la nueva Alianza entre el ser humano y Dios ahora denominado Padre. Con base a lo anterior, la predicación apostólica primigenia se centró en anunciar el mensaje religioso de Jesús de Nazaret resaltando su muerte y resurrección ofreciendo salvación y reconciliación con Dios.
Conforme el mensaje cristiano va ganado discípulos y se va consolidando en seres humanos que se asumen como cristianos, surge en ellos el interés por aspectos de la vida de Jesús en cuestiones más particulares, como es su vida anterior a su actividad pública y desde luego detalles más precisos relativos a su nacimiento. Detalles que los evangelios bíblicos no toman en cuenta.
Hacia el siglo IV se comienza a celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret alrededor del 25 de diciembre. ¿Por qué? Las razones no son cronológicas, sino religiosas. El que los cristianos celebrasen el 25 de diciembre como nacimiento de Jesús no obedeció a una razón biográfica o histórica, sino a razones religiosas, o sea, de la relación del ser humano con el verdadero Dios en el envío de su Hijo como ser un humano que tuvo un origen como humano para la redención y salvación de los seres humanos. Presentándose una inculturación del evangelio.
En lo que quedaba del Imperio Romano de Occidente era costumbre que alrededor del 25 de diciembre las religiones no cristianas celebraran el solsticio de inverno en honor al Sol que regresa hacia el equinoccio de primavera. A partir de ahí las noches se comenzaban poco a poco acortar y la luz de del sol a ganar más espacio durante el día.
Un ejemplo de lo antes descrito es el culto a Mitra, el cual (según el diccionario de Religiones del Fondo de Cultura Económica en su edición de 1986, México) era una deidad que aparece en los Vedas como dios de la luz celeste y en el Avesta como dios guerrero, aliado poderoso de Ormuz en su lucha eterna contra las tinieblas. Al caer el imperio, el culto a Mitra invadió el mundo romano, pues la milicia adoptó rápidamente el culto al Sol Invicto (Sol Invictus).
El culto solar por parte de las religiones no cristianas reunía dos componentes. El poder del sol que no será vencido por la oscuridad y la esperanza hacia la primavera en donde la vida de la naturaleza se renueva. Esto último tenía gran impacto en una sociedad básicamente agrícola.
Jesucristo en la religión cristiana, específicamente en el Evangelio de Juan, es comparado con la luz. Como ejemplo se tiene el siguiente pasaje bíblico de Juan 8:12. “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Profundizando un poco en el anterior pasaje bíblico se puede señalar lo siguiente. Jesús es luz del mundo porque es el Hijo del verdadero Dios quien es enviado a los seres humanos no solamente para dar un mensaje, sino para la redención de los pecados en orden a la vida eterna. Por ello quien sigue a Jesús no anda en tinieblas, es decir, sin sentido de vida, sino que tendrá luz en razón del mismo Jesús no solamente encontrando auténtico sentido de vida, sino en la misma vida eterna.
Si por inculturación del Evangelio se entiende el adaptar el mensaje cristiano a una cultura específica, integrando los valores genuinos de esa cultura en la fe y enraizando el cristianismo en ella desde dentro, utilizando lo redimible y purificándolo con la gracia, en lugar de simplemente imponer un modelo externo de cristianismo; entonces la celebración del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre obedece a revalorar el símbolo de la luz que, si en el culto a Mitra es poder del sol contra las tinieblas y la esperanza para la primavera, ahora a la luz del verdadero Dios en su Hijo es asumida e integrada en una celebración religiosa relativa al nacimiento de Jesús, Hijo del Padre, quien con el poder del amor y la esperanza en la vida eterna da auténtica luz y sentido a la vida humana.










