En los últimos meses ha aparecido un nuevo término para hacer referencia a la búsqueda de condiciones de vida y trabajo más laxas y menos restringidas por estándares tradicionales. La opción de una vida más relajada fue resultado del hartazgo de trabajar más de 40 horas por semana y de no poder optar por esquemas de trabajo flexibles.
A este fenómeno se le ha llamado “la vida suave” o “the soft life” que implica, una vida sin retos y sin muchas presiones que permita vivir al máximo las pasiones. Esencialmente, este estilo de vida se presentaba como un rechazo a las condiciones de trabajo excesivo y de estrés laboral promoviendo elecciones más saludables, renunciando a trabajos desgastantes o insatisfactorios.
Sin embargo, de manera cotidiana la búsqueda de una vida suave responde a la pérdida del sentido de vida, al vacío existencial y la falta de compromiso que están enfrentando sobre todo las generaciones más jóvenes, quienes buscan estar conectados de manera digital más horas de las que dedican a cualquier otra actividad, incluso dormir. Estas personas sufren de más problemas de salud mental que las generaciones previas y se mantienen en un estado de languidecimiento, del que en ocasiones prefieren no salir. Enfrentan una apatía generalizada, desmoralización y falta de emociones por aquello que vale la pena en la vida. Ante la insatisfacción permanente buscan una existencia apacible y llana. Pocas cosas les entusiasman, y cuando llega a haber entusiasmo esto ocurre sin acción. Les faltan deseos proactivantes. No son sensibles a su propia realidad, pero tampoco a la de otros, demostrando una falta de empatía.
Hay una preferencia en los jóvenes a ser seguidores y no líderes, para no tener que enfrentar responsabilidades adicionales. Falta una orientación hacia los resultados porque no saben si lo que hacen es importante o no. Quieren logros sin preparación e incluso sin participación. Sin embargo, un deportista no puede ganar una carrera sin una preparación de meses e incluso años, y no se puede ganar la lotería sin siquiera comprar un boleto.
Quienes buscan la vida suave en el entorno laboral, por lo general, sienten que son más inteligentes que los demás, pero hacen poco trabajo y de baja calidad. Realizan el trabajo para evitar consecuencias negativas y no para lograr algo positivo. Pasan la mayor parte del día surfeando en internet, chateando, viendo videos cortos e incluso películas enteras; hacen pausas frecuentes, distraen a otros colaboradores, y hacen solo lo suficiente para no ser despedidos. Se conducen más por el miedo que por la confianza. En el trabajo, tanto como sea posible, deciden no participar en proyectos asegurando que tienen una carga de trabajo excesiva aunque desaparecen por horas de sus puestos. Siempre hay excusas y pretextos para no terminar el trabajo en tiempo y forma. Pasan más tiempo evitando ciertas tareas que realmente haciéndolas o resolviendo los problemas asociados con éstas y no tienen una actitud positiva ni propositiva. Su inacción tiene un costo que va en detrimento de la calidad humana.
Este fenómeno es similar a la renuncia silenciosa donde, los trabajadores sólo están dispuestos a trabajar hasta donde llegue el salario, y lo hacen con poco ánimo y calidad. Se basan en la cultura del mínimo esfuerzo. Buscan el camino que ofrezca la menor resistencia, vivir bajo términos propios, sin sacrificios o cosas desagradables y consideran que merecen un salario solo por el hecho de presentarse a trabajar. Buscan una vida de beneficios mientras alguien más hace el trabajo, nunca hacen más que los compañeros y pareciera que aquello que los motiva está fuera del contexto laboral.
Quienes buscan la vida suave carecen de comportamientos de ciudadanía organizacional, es decir, de civilidad, de relaciones con otros , de apoyo y ayuda. Necesitan encontrar significado a la existencia propia y encontrar trabajos que se vinculen a sus intereses personales. Los jóvenes necesitan mayor orientación al futuro y un espíritu de colectivismo. Necesitan de la cohesión que une a los grupos, de esa fuerza que atrae y que genera resiliencia, compromiso, y responsabilidad.
Nada promueve más el bienestar que encontrar sentido en la vida y enfrentar nuevos retos con valentía y coraje. La satisfacción en el trabajo no está vinculada con qué tan duro se trabaja o qué tan bien se hace una actividad, sino qué tanto las personas disfrutan de lo que hacen. Hay que entender que el esfuerzo es esencial en todas las acciones porque permite encontrar el placer de las cosas pequeñas. Se necesita promover la confianza que alimenta el deseo de vivir y prosperar y establecer el optimismo como tarea, buscando la felicidad en el trabajo y en la vida como un esfuerzo consciente.