Dismorfia financiera
18/09/2024
Autor: Dra. Cynthia María Montaudon Tomas
Cargo: Decana de la Escuela de Negocios

Las finanzas son un tema que frecuentemente produce incertidumbre e incluso ansiedad. En tiempos electorales y cambios de gobierno como los que estamos viviendo, el nerviosismo se incrementa. Pero más allá de una percepción generalizada de inestabilidad, una parte importante de la población ha estado enfrentando un fenómeno emergente llamado dismorfia financiera o monetaria que se refiere a una distorsión en la apreciación de su salud financiera, y se puede explicar como la distancia que existe entre la percepción del estatus financiero que tiene una persona y su realidad financiera actual.  Este término fue aparentemente acuñado por Ali Katz del Instituto de Planeación de la Riqueza Familiar y se relaciona con la vulnerabilidad o inestabilidad financiera. 

La dismorfia financiera es uno de esos términos que se han vuelto virales en internet y que ha generado nuevos espacios para la investigación. Estudios a nivel internacional aseguran que cerca de la mitad de los jóvenes padecen de este problema debido a estilos de vida glorificados en las redes sociales y la proyección pública de falsas imágenes de personas exitosas donde predomina una cultura de consumo arraigado en la frase dime qué tienes y te diré quien eres. Sin embargo, este problema afecta a personas de todas las edades y en todos los ciclos de vida. Incluso personas sumamente ricas con aparentes buenas relaciones familiares lo padecen.  Esto resulta en problemas  adicionales, como el caso de la inflación del estilo de vida, en donde mientras más dinero se tiene, es necesario comprar artículos que sean visiblemente más caros o exclusivos y se entra en una espiral de gastos sin fin. 

Algunos psicólogos aseguran que las finanzas tienen un fuerte impacto en la salud mental, y se ha asociado con una serie de síntomas que incluyen ahorros obsesivos o gastos compulsivos, hábitos de compra poco saludables y esquemas de ahorro excesivo que no permiten un estándar de vida adecuado. En algunos casos, se ha vinculado con eventos traumáticos lo cual lleva al desarrollo de miedos a no encajar o pertenecer en un determinado grupo social, miedo a perderlo todo, a no ser felices o a quedar en la quiebra.  Desde la perspectiva de la psicología se parte de un inadecuado punto de referencia sobre la riqueza debido a una imagen personal poco clara y a la pérdida de  sentido de vida, lo cual tiene efectos negativos en el bienestar y  genera problemas en las relaciones.

La revista Bloomberg asegura que tener una perspectiva financiera enraizada en el miedo no es nada nuevo y que esa condición es comparable con lo que sufrieron las personas durante la Gran Depresión, lo cual resultó en una mentalidad basada en la escasez. Se ha determinado que es posible que esta distorsión comience a gestarse desde la infancia y que incluso está relacionada con la actitud de la familia de origen con respecto al dinero. 

Cuando se habla de dismorfia, se asocia el término con la percepción de algún defecto o imperfección en la apariencia personal, por ejemplo problemas de obesidad o de anorexia debido a una comparación constante con la apariencia de otros. En este sentido, a la dismorfia financiera se le ha relacionado con problemas emocionales y psicológicos donde el individuo utiliza el dinero como una forma de hacer frente al dolor emocional, yéndose a dos extremos en su manejo de la riqueza: gastos compulsivos e irracionales o incapacidad de comprar incluso productos de primera necesidad. Es decir,  se gasta demasiado o no se gasta lo suficiente. 

También implica una preocupación generalizada de hipervigilancia debido a un sentimiento de inseguridad con el dinero, independientemente de que las personas tengan que hacer frente a gastos de importancia o no, resultado de una disonancia psicológica en la que su riqueza no se alinea con sus circunstancias financieras. Esta cultura ha provocado efectos devastadores en la autoestima debido a la obsesión de ser ricos y el pensamiento constante de que siempre habrá alguien que esté mejor en términos económicos, creando una perspectiva catastrófica resultado de la inseguridad irracional.

Estudios realizados en los Estados Unidos demuestran que existe una correlación positiva  entre el número de horas que una persona pasa en redes sociales y el aumento en la dismorfia financiera o monetaria y aunque no existe un diagnóstico clínico como tal, se reconoce hoy como un desorden. Hay ejemplos claros de personas que crecieron en la pobreza y hacen gastos excesivos para demostrar su riqueza y, cuando no tienen recursos, quieren aparentar ser más ricos de lo que son en realidad. Esto resulta en ansiedad financiera que se manifiesta en el miedo a comprar seguros, a invertir y a hacer una adecuada planeación para el futuro. 

La dismorfia financiera ha creado un campo de trabajo e investigación para las finanzas vinculadas a la psicología, como el caso de la terapia financiera. Sin embargo, aún sin recibir terapia hay muchas cosas que podemos hacer en lo individual. Es esencial  reconocer que el problema existe para poder identificar cuáles son los factores que lo provocan y dejar de compararse de manera constante con otros. También se puede pensar en las cosas en las que queremos gastar para vivir el momento en plenitud. 

Problemas como la dismorfia financiera demuestran la importancia de cambiar nuestra relación con el dinero. Necesitamos transformar el miedo en conocimiento, reconociendo que el dinero es un instrumento o medio y no un fin, y que la riqueza puede ser utilizada para disfrutar de la vida pero no compra la felicidad. Adicionalmente, hay que entender  que no se necesita ser rico para ahorrar o invertir, hacer una adecuada planeación, o desarrollar una relación más sana con el dinero y con los demás.

Algunos especialistas recomiendan pensar de manera consciente en qué es aquello que hay en nuestras vidas que no cambiaríamos por ninguna cantidad de dinero -ni por un millón de dólares- como el caso de la familia, y modificar el esquema mental para comprender y sentir que somos mucho más ricos o afortunados de lo que pensamos.   También sugieren realizar un análisis consciente del pasado financiero, incluso de otras generaciones en la familia, y desarrollar hábitos de finanzas saludables.